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La reactivación marcha a paso lento

Las paritarias y la política económica serán las claves para entender el futuro de la recuperación

28 abril de 2017

Por Matías Carugati Economista jefe de Management & Fit

La recuperación continúa, aunque a un ritmo cansino. Si bien las cifras del Indec de febrero reflejan que la actividad se contrajo 2,2% mensual (sin estacionalidad, -1,5% anual), los datos de marzo son alentadores. En efecto, mediciones de actividad alternativas mostraron una expansión en dicho mes, cerrando el trimestre en alza. Ello coincide con nuestra proyección en tiempo real del PIB (0,6% trimestral s.e.) y con las estimaciones del BCRA presentadas la semana pasada (0,7%). De todos modos, no son todas buenas noticias, ya que se preveía que para esta altura la expansión fuera algo más fuerte (1,1% trimestral s.e, según el REM). Esta decepción explica por qué las expectativas de crecimiento se ajustaron a la baja (de 3% a 2,8% anual para este año). Habrá que ver si el impacto de las paritarias termina dando una sorpresa positiva, en medio de las dudas de los especialistas y el endurecimiento monetario.

Las señales positivas comienzan a notarse en más sectores. La construcción es uno de los que lidera este grupo. El índice Construya aumentó 3,3% mensual s.e. (cuarta suba consecutiva) en marzo. Indicadores relacionados, como los despachos de cemento (+13% mensual s.e., +15% anual) o el consumo de asfalto (marcó récord de 53.000 toneladas) apuntan en la misma dirección. El principal factor detrás de este desempeño es la obra pública, que aceleró su ritmo en el año electoral. Por su parte, el campo continúa aportando por medio de una cosecha récord de trigo y una ganadería más pujante (la faena vacuna aumentó 10% mensual s.e. y casi 7% anual). El mercado inmobiliario también es fuente de optimismo. Gracias al blanqueo y a la expansión del crédito hipotecario las operaciones se incrementaron sustancialmente (57% anual en enero en CABA ? último dato?) y las perspectivas a corto plazo son favorables.

En el otro extremo, la industria no logra fortalecerse. La producción de autos todavía no reacciona con fuerza. En contraposición, la actividad del bloque de metálicas básicas (como hierro, acero y laminados en caliente) ha mejorado recientemente. Si bien el comportamiento intraindustrial es heterogéneo, el agregado se ve arrastrado por los problemas del bloque automotriz (a su vez, afectado por Brasil) y de aquellos bloques competidores con importaciones (como línea blanca).

El comercio, otro sector fundamental, tampoco da señales de repunte. Las ventas minoristas (CAME) de marzo registraron una baja de -4,4% anual, que se suma a la caída de las ventas (reales) registrada por el Indec en supermercados y shoppings en febrero. Si nos guiamos por la evolución del IVA, la situación del consumo no varió demasiado el mes pasado. El salario real continúa cayendo como consecuencia de una inflación que no cede, las expectativas mantienen un sesgo pesimista (49% según nuestra última encuesta) y el crédito se mantiene relativamente caro. Todo ello se traduce en un consumo privado bastante alicaído.

Las paritarias y la política económica serán las claves para entender el futuro de la recuperación. A corto plazo, la reactivación deberá apalancarse, necesariamente, en el consumo. Para que ello ocurra será fundamental un aumento de los ingresos reales. Desde el BCRA trabajan sobre una parte del problema, con el mantra de que “no hay nada más reactivamente para la economía que bajar la inflación”. Están convencidos de que este efecto positivo más que compensará el impacto negativo sobre la actividad del endurecimiento monetario (agravado si, finalmente, la CABA desgrava a los bancos del pago de Ingresos Brutos por las operaciones de pase). Por el lado de los ingresos, hay una parte que se moverá de forma automática (jubilaciones y AUH) y, posiblemente, por encima de los precios. Lo que resta saber aún es el resultado de las negociaciones salariales, aunque se esperan incrementos por encima de la meta de inflación oficial (17%) y de la inflación esperada (20,8% según el REM). La apuesta es que gran parte de este incremento de poder adquisitivo se vuelque al consumo y no se “filtre” a la demanda de divisas, gasto en el exterior o a las Lebac. La economía (y el Gobierno) lo precisan.

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