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La economía perdió a un enorme talento y a un gran apasionado

La muerte de Enrique Kawamura sacudió a la comunidad educativa y el mundo de los economistas que lo tuvo como un integrante destacado

Héctor Rubini 21 enero de 2019

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas. USAL

El viernes pasado falleció Enrique Lucio Kawamura. Uno de los más talentosos economistas argentinos de las últimas dos décadas, con una inteligencia fuera de serie y una extraordinaria capacidad de trabajo y estudio. Seguirlo era fascinante, pero alcanzarlo, imposible.

A fin de 1993 obtuvo la licenciatura en economía en la Universidad de Buenos Aires, luego de haber tomado cursos de topología y lógica matemática, campos que dominaba con una facilidad propia de lo que realmente era, un superdotado. En 1994 ingresó al Posgrado en Economía del Instituto Torcuato Di Tella que completó en la primera mitad de 1995 con las máximas calificaciones en todas las materias. Pocas semanas después partía rumbo a Cornell University. Allí completó el doctorado en Economía, aprobando su tesis en 1999, año en que se incorporó definitivamente a la Universidad de San Andrés, en la que desarrolló toda su carrera profesional, llegando a dirigir en distintos períodos la licenciatura, la maestría y el doctorado en economía. También fue investigador visitante en el Banco Interamericano de Desarrollo y, brevemente, en el Departamento de Economía de la Washington University en St. Louis. También dictó clases en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires hasta fines de 2017.

Sus trabajos de investigación se focalizaron en cuestiones de economía internacional monetaria, sistema bancario y política fiscal y monetaria. Todos ellos se caracterizan por una precisión lógica absoluta y un rigor matemático omnipresente en todas sus publicaciones. Algo ya evidente en su tesis doctoral: “Essays in Incomplete Markets and Financial Intermediation”, y en su primer artículo presentado en la Reunión de la Asociación Argentina de Economía Política de 1993, en coautoría con Federico Guerrero: “Expectativas, Rezagos Fiscales y la Trampa de Alta Inflación”.

Entre 1993 y 2017 publicó quince documentos de trabajo, tres de ellos luego publicados en revistas con referato, y uno en un libro del Banco Interamericano de Desarrollo de 2017, además de trece trabajos presentados en las reuniones anuales de la Asociación Argentina de Economía Política y otros trece papers en revistas con referato como Económica (La Plata), Latin American Journal of Economics, The Quarterly Review of Economics and Finance, Journal of Economic Theory, Journal of Monetary Economics, Economia Journal, Journal of EconomicBehavior and Organization y Journal of International Money and Finance.

En 2011 recibió el premio de la Academia Nacional de Ciencias Económicas por su trabajo “Exchange Rate Regimes, Banking and the Non-Tradable Sector” publicado en 2007 en el Journal of Monetary Economics. Varios de sus trabajos fueron escritos con más que destacados coautores, como Daniel Heymann, uno de sus más queridos ex profesores y colega en San Andrés, Yves Balasko, Gaetano Antinolfi, Juan José Cruces y Javier García-Cicco.

Fue una mente brillante y un verdadero ejemplo como hijo, esposo, padre, y amigo. Humilde, amable, atento, respetuoso y honesto, dentro y fuera de los ámbitos académicos. Como lo destacara Walter Sosa Escudero este sábado en su sepelio: un apasionado. Efectivamente, un apasionado como pocos por la economía y por la formación de mejores economistas. Con una sonrisa permanente, combinaba la amabilidad y humildad permanente con un rigor científico a prueba de balas, y una formidable generosidad para compartir sus conocimientos sin subestimar absolutamente a nadie. Siempre tenía algo nuevo para enseñar, una lectura para recomendar, una orientación adecuada y oportuna para resolver problemas, hasta los más difíciles de abordar.

Los diálogos con Enrique siempre eran productivos, fueran estos de unos pocos minutos o de más de una hora. Era un placer compartir charlas en su oficina, cubierta de libros y papers, un mate siempre listo, y el infaltable banderín y un poster del club de fútbol de sus amores, Huracán de Parque Patricios.

Deja una esposa con dos hijos pequeños. Para la profesión sus publicaciones, y para quienes lo conocimos, su impronta, su ejemplo y su permanente voz de aliento. Lo vamos a extrañar, y por mucho tiempo.

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