“Ha llegado el momento de enfocarnos en los impuestos”, dijo ayer Nicolás Dujovne, a modo de preludio, antes de presentar los lineamientos básicos de la reforma tributaria que, en unos días más, golpeará la puerta de la mesa de entradas del Congreso. Una reforma que, como explicó, será gradual (bajará la presión impositiva en cerca de 1,5 punto del PIB recién luego de cinco) porque los márgenes, se sabe, son escuetos: en rigor, el déficit fiscal ronda el 6% del PIB y a los mercados no les hubiera gustado una reforma que sacrificara ingresos en mayor cuantía. “Tenemos que cumplir con nuestras metas fiscales”, dicen, como un mantra, en Hacienda.
Ciertamente, el paquete impositivo dejó gusto a poco a varios analistas, pero marca una tendencia reclamada por varios sectores también (que era la de bajar la presión impositiva, precisamente) y, sobre todo, pone el foco en la inversión y su prima hermana: el empleo privado. Ambas, variables que deberán estimularse para darle sustentabilidad a los brotes verdes y solucionar los problemas de empleo que aquejan a casi 10 millones de habitantes.
“Proponemos una reforma tributaria que elimine distorsiones y nos permita avanzar hacia un sistema más equitativo, que contribuya a la creación de empleo de calidad, fomente la inversión y el desarrollo económico. La implementación de la reforma será gradual para asegurar la sustentabilidad fiscal y proveer un marco de previsibilidad a la sociedad”, explican desde Hacienda.
Según una nota de SBS, “de acuerdo con estimaciones oficiales, no habrá impacto fiscal, ya que los costos de los cambios (1,1% del PIB) serán compensados con un mayor crecimiento económico y menor evasión”. Asimismo, agrega que “en términos generales, la iniciativa estuvo bastante en línea con lo que venía anticipando la prensa local, aunque se profundizó poco respecto del esfuerzo fiscal que se pretenderá de parte de las provincias”.
