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“Si el PIB de Brasil cae sólo 1,2% sería una buena noticia”

Entrevista a Eduardo Crespo, economista de la Universidad Federal de Río de Janeiro

29 mayo de 2015

En diálogo con El Economista, Eduardo Crespo, economista e investigador de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), reseña los desafíos que enfrenta el Gigante Sudamericano y sugiere algunos caminos para que vuelva a crecer.

La última encuesta Focus, realizada semanalmente por el Banco Central de Brasil (BCB), proyecta que el PIB caiga 1,2% este año, con una industria cayendo nada menos que 2,8%. De confirmarse, esta sería la mayor caída de los últimos veinticinco años. ¿A qué se debe esta pobre performance?

En las actuales circunstancias, una caída de 1,2% sería una muy buena noticia. Debe tenerse en cuenta que este año la economía brasileña está recibiendo el shock de una significativa devaluación que se suma a un severo ajuste fiscal. El Gobierno ya dispuso un fuerte tarifazo de los servicios públicos y el Banco Central sigue aumentando la tasa básica de interés. Los bancos estatales como la Caixa Econômica Federal y el BNDES, que otorgan créditos para la vivienda y la inversión, reducirán sus volúmenes de préstamos y restringirán sus condiciones de financiamiento, al tiempo que la mayoría de los salarios y prestaciones sociales no serán ajustados por la inflación, que esté año aumentará bastante por encima de la meta del 6,5%. Este cuadro indica que los salarios van a caer y el desempleo aumentará, como ya lo señalan los últimos informes, con el consiguiente impacto sobre el consumo, que se encuentra estancado por el elevado nivel de endeudamiento familiar. En el frente externo debe agregarse la caída de los términos de intercambio de las exportaciones y un eventual (aunque lejano) aumento de las tasas de interés internacionales. Y por si todo esto fuera poco, la principal empresa del país, y responsable por una porción significativa de las inversiones, Petrobras, se encuentra sumida en un escándalo de corrupción que paralizó buena parte de sus actividades y proyectos de expansión. A todas esta noticias debe agregarse que el Gobierno enfrenta una severa crisis política seria, con rebeliones varias de sus aliados en el Parlamento y amenazas de juicio político a la Presidenta incluidos.

¿El ajuste que realiza Brasil está creando las condiciones para volver a crecer, como sugirió el ex presidente del BCB Henrique Meirelles o está prolongando el estancamiento secular que atraviesa Brasil desde 2011?

Algunos analistas apuntan que en el Gobierno brasileño prevalece la falacia de que volverá a suceder lo ocurrido al inicio del primer gobierno de Lula. En aquel entonces, luego de la leve desaceleración inicial de 2003 (la economía creció 1,2%), producto del severo ajuste fiscal impulsado por el ministro Antonio Palocci, al año siguiente la economía volvió a crecer 5,7%. La interpretación oficial fue que el ajuste generó confianza y credibilidad, impulsando las decisiones de inversión. La verdad es muy distinta. Por un lado, a diferencia de la actualidad, la economía en 2002 estaba experimentando una recuperación que fue apenas interrumpida por el ajuste. Por otro, y principalmente, a partir de esas fechas Brasil, como toda la región sudamericana, fue favorecido por el conocido viento de cola resultante de una espectacular suba de los términos de intercambio y la baja de las tasas de interés internacionales. A eso debe agregarse que a partir de 2004 en Brasil se relajaron las condiciones de crédito para los sectores de bajos ingresos en el marco de una política de elevación del salario mínimo, hecho que se tradujo en un fantástico aumento del consumo.

¿Cuál debería ser la agenda de la política económica para volver a crecer?

Brasil tiene un tran déficit en materia de infraestructura. A los problemas señalados antes debe agregarse que el país se encuentra ante el riesgo crónico de sufrir un apagón energético, que puede ser muy severo si la economía vuelve a crecer a tasas razonables. La escasez de agua en el estado de San Pablo, con cortes diarios y racionamiento, son un testimonio de la situación general. Desgraciadamente las políticas fiscales contractivas casi siempre afectan en primer lugar a la inversión pública, porque es la que tiene menos repercusiones políticas inmediatas. Pero esta situación se torna insustentable cuando durante toda una década el consumo crece en forma ininterrumpida. A modo de ejemplo, en 2003 había en Brasil 23 millones de autos. Hoy hay 46 millones, pero la infraestructura urbana no se modificó. No se construyeron subterráneos ni se ampliaron las líneas de trenes. ¿Consecuencia? Colapso generalizado del tránsito. Brasil necesita impulsar la inversión pública y recuperar sus exitosas políticas industriales de antaño. Otro año complicado en materia económica para Rousseff.

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