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Matrimonios y algo más

28 enero de 2019

Por Jorge Paz Conicet y Ielde

La expresión “igualdad de género” ha sido mencionada en más de 10.600 artículos del World Economic Forum (WEF) durante el último año, casi el doble de veces que, por ejemplo, la expresión “desigualdad de ingresos”. Sólo para recordarlo, desde 1991, este Foro reúne a los principales líderes empresariales, políticos, periodistas e intelectuales, a efectos de analizar los problemas más apremiantes que afronta el mundo, y entre ellos la situación económica mundial, la educación, la salud y el ambiente.

Para poner en contexto la discusión voy a proponer una pregunta: ¿igualdad de qué? Podría ser, igualdad de derechos, de participación, o de resultados económicos concretos como los referidos la participación en el mercado de a trabajo, a los ingresos laborales, a la carrera profesional, entre otros. Claro está que si la expresión está siendo tan usada significa que importa, y significa también que importa porque dicha igualdad está siendo vulnerada en algunos aspectos. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 5 establece que “la igualdad entre los géneros no es solo un derecho humano fundamental, sino la base necesaria para conseguir un mundo pacífico, próspero y sostenible”.

Las disparidades que voy a examinar aquí, si bien no son estrictamente económicas, tienen importantes consecuencias económicas y sociales: las diferencias de edad, y educativa, entre hombres y mujeres. Estas brechas son también causantes de otras, como el ingreso que hombres y mujeres perciben durante su vida, o la carrera laboral de unas y otros.

Gráfico 1

Las disparidades en Argentina

Aunque no parezca, medir la diferencia de edad entre personas de sexo diferente, no es una tarea sencilla, y menos aún entre aquellas que conviven, que es la que revela la desigualdad que interesa. El tema se complica porque es lo que algunas personas se casan más de una vez en su vida, y las decisiones para hacerlo varían en un caso y en otro. No obstante, puede hacerse y constituye, creemos, un dato relevante para la desigualdad de género: conduce al tema del emparejamiento selectivo.

La diferencia de edad entre cónyuges, siempre con ventaja masculina, fue disminuyendo con los años. Parejas célebres de nuestro país reflejan esa tendencia: Bartolomé Mitre tenía 22 años más que Delfina de Vedia, su esposa y Sarmiento y su mujer se llevaban 36 años mientras que José Evaristo Uriburu, 19 e Irigoyen 8. A la vez, Perón tenía 24 años más que Eva y Macri es 15 años mayor que Awada. Dado que esta información proviene de una muestra sesgada (no todos llegamos a presidentes) conviene consultar datos más inclusivos, como los que figuran en el Gráfico 1, tomado de la base mundial World Marriage Data.

Se confirma así la declinación de este indicador, lo que muestra una semejanza cada vez mayor de las parejas de Argentina. Si bien el Gráfico da cuenta de la brecha de edad solamente, tendencias similares se aprecian en lo que hace al nivel educativo. Los economistas Robert Barro y Jong Wha Lee documentaron los cambios en el nivel educativo que tuvieron lugar en los últimos años en varios países del mundo. La situación de Argentina está claramente descrita en el Gráfico 2. las mujeres, que comenzaron en una situación claramente desfavorable, lograron sobreponerse y, en algunos países, superar a los hombres en ese aspecto. Esto también está relacionado con lo anterior. Los sociólogos se encargaron de mostrar que las mujeres que eligen parejas de mayor edad son jóvenes y lo hacen porque encuentran en esa acción una posibilidad de seguridad económica y posición social, mientras que las mujeres que lograron consolidar una carrera profesional y que por eso mismo tienen más edad que las primeras, tienden a elegir como parejas hombres de edad más cercana de ellas.

Un detalle no menor es que siempre la reducción de las diferencias de género en principio favorables a los hombres, se dio por incrementos, o por aumentos más rápidos, en las variables por parte de las mujeres. Son las mujeres las que se casan más tarde y las que mejoraron su posición educativa, más velozmente que los hombres.

Gráfico 2

Consecuencias directas

La edad y la educación son dos de los determinantes clave de la inserción laboral, de la calidad de la inserción y, más particularmente, de los ingresos que las personas pueden percibir en el mercado de trabajo y los dos evolucionaron en un sentido favorable a la igualdad de género. Esto sugiere que las disparidades que subsisten provendrán de fuentes que poco o nada tienen que ver con estas cuestiones. Si se detiene la mirada en el nivel meso o institucional, puede constatarse que las leyes anti discriminatorias son cada vez más claras, por lo que el margen de acción de firmas discriminadores es prácticamente nulo, si es que se mueven en el plano de la legalidad y si se cumple la normativa.

Claramente subsiste la división de tareas entre hombres y mujeres dentro de los hogares. Se trata en este caso de aquellas parejas que deciden una división de tareas que termina perjudicando a la mujer, mirando el problema de los resultados del mercado de trabajo. Esto que podría llamarse “desigualdad consentida” es más difícil de resolver y de sus impactos en la participación de la mujer en el mercado de trabajo nos referiremos en otra columna.

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