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Los presidentes radicales y sus vices se llevaron bien?hasta que fueron a buscar alguien de fuera

Dos vicepresidentes radicales (tres, según contemos) murieron en el cargo, otros dos fueron presos y uno renunció.

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Oscar Muiño 23 septiembre de 2021

Por Oscar Muiño

El primer vicepresidente radical fue Pelagio Luna, un riojano leal al presidente Yrigoyen (1916-22). Murió en 1919 en ejercicio del cargo. El siguiente, Elpidio González, fue vice de Alvear (1922-28). Ahí sí, hubo problemas, cada vez que el sector galerita intentaba avanzar contra el personalismo, donde militaba Elpidio. Alvear no permitió que la sangre llegara al río.

El segundo vice de Yrigoyen fue el más desafortunado: se llamaba Francisco Beiró y murió antes de asumir. El Colegio Electoral designó en su lugar al gobernador de Córdoba Enrique Martínez (1928-30). En septiembre de 1930 Martínez ?estaba al frente del gobierno por enfermedad de Yrigoyen- no quiso o no supo tomar medidas contra los sediciosos que se levantaron en armas, pese a su abrumadora superioridad y el reclamo de los oficiales legalistas de resistir. Tampoco actuó Elpidio González, ministro interino de Guerra, quien se negó a detener a los conjurados. Martínez, se dice, imaginaba que una renuncia de Yrigoyen podría dejarlo a él como nuevo presidente. Pasó dos años preso; en 1938 se cayó de un caballo y murió. También sufrió prisión de dos años González. Sin fortuna, rechazó la pensión de vice y terminó vendiendo anilinas en la vía pública.

Otro veterano radical que llegó a la vicepresidencia fue Hortensio Quijano, líder de los radicales que se fueron con Perón. La fórmula en 1946-52 fue Perón-Quijano. Perón estaba tan conforme que volvió a incluir a Quintana en el binomio para 1952-58. Esta vez Quijano falleció antes de asumir. Seguía la funesta maldición de los vice radicales?

El primer gran choque público entre presidente y vice radicales ocurrió durante la gestión de Arturo Frondizi (1958-62). Cuando éste abandonó su estatismo petrolero para convocar compañías norteamericanas, se alejaron sectores de izquierda, del nacionalismo y del radicalismo. Uno de éstos, el vicepresidente Alejandro Gómez, planteó enviar los contratos petroleros al Congreso. Algunos medios denunciaron “el complot del vicepresidente”. El oficialismo exigió su dimisión. El 18 de noviembre de 1958 Gómez renunció. Era bien intencionado, algo naïf y carecía de peso para encabezar una rebelión. Escribirá “Políticas y entrega”, un libro contra Frondizi.

El siguiente binomio radical Arturo Illia-Carlos Perette (1963-66) unía dos corrientes históricas: la intransigencia cordobesa-bonaerense (Illia juntaba ambas condiciones; nacido en Pergamino, se instaló en Cruz del Eje) aliada con el unionismo que expresaba el vice. Aunque Elisa Carrió acaba de decir lo contrario -acaso confundida por el enojo de Gómez con Frondizi- llevaron adelante un gobierno de gran cohesión interna.

La fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez (1983-89) expresaba la alianza de Renovación y Cambio con Línea Córdoba, que vencieron en interna a la Línea Nacional de Fernando de la Rúa-Perette. A pesar de la sospecha de algún alfonsinista, Martínez jugó con lealtad y fue clave durante los decisivos tres motines militares que amenazaron la institucionalidad.

Diez años después, el radicalismo aceptó por primera vez un extrapartidario en la fórmula. De la Rúa venció en internas abiertas a Graciela Fernández Meijide y el FREPASO ubicó segundo a su jefe, Chacho Alvarez (1999-2001). La victoria contra Duhalde no preanunciaba la catástrofe. A poco andar, los frepasistas imaginaron una maniobra de los sushi ?jóvenes delarruistas - para desnudar de modo infame la vida íntima de Alvarez. En seguida Chacho denunció un pago de coimas ?“la Banelco”, diría Hugo Moyano- para votar una ley sindical. Nunca se probó. ¿Fue así? Chacho ?de origen justicialista- había empujado con entusiasmo la línea económica ortodoxa?centrada en mantener la convertibilidad y aspirar al investement grade para Argentina-. Cuando el proyecto se derrumbaba, Chacho no encontró mejor salida que autoeyectarse. Algunos jefes frepasistas aún creen que Chacho ?se fue el 6 de octubre de 2000- soñaba con un 17 de octubre propio, una movilización ciudadana a favor suyo que jamás se concretó.

La renuncia del vicepresidente dinamitó un gobierno que no llegaba al año. La Alianza quedó rota de hecho, con el jefe de un partido fuera del gobierno (aunque los frepasistas se quedaron por orden de Chacho). También rompió la diputada Elisa Carrió, que creó un partido propio (ARI). Como frutilla, el presidente norteamericano George Bush (h), concentrado en la lucha contra el islamismo radical invadió Irak y Afganistán (con resultados que hoy están a la vista) e inauguró la idea que ni el Tesoro y los organismos internacionales debían ayudar a quienes gastaban de más La Argentina quedó condenada.

En el gabinete abundaban banqueros y expertos en finanzas. Ministros y secretarios opinaban sobre la economía. Al fin se fue José Luis Machinea. Lo sucedió Ricardo López Murphy: Intentó un ajuste ortodoxo y hachar fondos por doquier, incluyendo la educación pública. Los radicales se horrorizaron y rogaron al presidente que parara a su ministro. De la Rúa miró para otro lado. Federico Storani, el radical con más pergaminos partidarios, renunció al Ministerio del Interior. La rebelión de la UCR ?los frepasistas miraron desde afuera, desentendidos - liquidó a López Murphy.

De la Rúa convocó a su amigo Domingo Cavallo. “Vade retro, Satanás”, gritaban muchos radicales, que lo habían combatido en los noventa. Raúl Alfonsín quería salir de la convertibilidad y estaba en las antípodas del flamante ministro. ¿Qué haría? ¿Retirar al partido del gobierno y condenar a De la Rúa? ¿Apoyar una política que aborrecía? Decidió que su aporte a la institucionalidad era no romper, contrariando sus deseos más profundos. Se quedó, lleno de dudas, refunfuñando, incómodo. No se fue, tampoco apoyó.

La suerte estaba echada. Los candidatos oficialistas ?como Rodolfo Terragno en la Capital- ganaban la interna con discurso anti-gobierno. La experiencia terminó con una Alianza que logró apenas 22 por ciento de los votos nacionales. Sumados los nueve que sacó Carrió, da 31 puntos. Exactamente el mismo record que consiguió el frente de Todos en las PASO 2021. Igual que ahora, muchos oficialistas no fueron a votar (publicitaban Kilómetro 501 para justificar la ausencia), votaron a Clemente, en blanco, nulo. O cualquier otro. Era un llamado desesperado para que el gobierno cambiara, dejar de votarlos sin traicionarlos votando a otro. Nadie escuchó,

Habría un último vicepresidente radical. Esta vez, igual que medio siglo antes, con presidente peronista. Al revés que su antecesor Quijano, Julio Cleto Cobos no abandonó el radicalismo sino llegó a un pacto electoral: la Concertación Plural que imaginó Néstor Kirchner. La fórmula Cristina Fernández-Cobos ganó cómoda. Al primer gran problema, una feroz votación empatada en el conflicto entre el gobierno y el campo, Cobos dijo “Mi voto no es positivo”. Acaso la primera vez que un vice votaba contra Poder Ejecutivo. Sonó a revancha por aquella huida de Alvarez?

La nota forma parte de una serie sobre crisis de gobiernos en Argentina

La primera entrega fue “En 1890, el general Roca y el vice Pellegrini obligaron a renunciar al presidente”

La segunda entrega fue "El vice aprovecha la ceguera del presidente para voltearlo y perpetuar la Década Infame"

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