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La economía del sobrepeso y la obesidad

Estamos acostumbrados a que los debates económicos giren en torno a variables macro (inflación, desempleo, tipo de cambio), y más de corto que de largo plazo (la cotización del dólar, la tasa de interés, más que el crecimiento económico o la inversión, por ejemplo).

07 mayo de 2019

Por Jorge Paz 

Estamos acostumbrados a que los debates económicos giren en torno a variables macro (inflación, desempleo, tipo de cambio), y más de corto que de largo plazo (la cotización del dólar, la tasa de interés, más que el crecimiento económico o la inversión, por ejemplo). Sin embargo, hay temas cruciales para la economía que reciben poco tratamiento en los debates cotidianos y que suelen ser abordados por profesionales de áreas diversas, ajenas a las ciencias económicas. El sobrepeso y la obesidad, están en esa lista de tópicos “raros” para las/os economistas.

Recientemente, el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Argentina dio a conocer algunos resultados de la cuarta Encuesta Nacional sobre Factores de Riesgo. Se pudieron conocer, entonces, algunos datos inquietantes relacionados con este tema en el país. Como se muestra en el gráfico, el porcentaje de personas obesas aumentó marcadamente desde 2005 a 2018 y lo hizo de manera incesante.

La información del gráfico proviene del peso corporal autorreportado por las personas encuestadas. Este valor subestima el real, es decir el que surge de pesar a las personas. La medición física realizada por la Encuesta de Factores de Riesgo arrojó 32,4% de personas obesas en la población adulta, ubicando al país entre aquellos con los niveles más elevados de sobrepeso y obesidad del planeta: más cerca del 40% de Estados Unidos (el país con mayores tasas de obesidad del mundo), que del 4% que registra Japón. En valores absolutos esto implica que 10 millones de personas en el país son obesas.

Consecuencias

Es bien sabido que el sobrepeso está asociado a mayores riesgos de hipertensión, diabetes mellitus tipo 2, enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, desórdenes psicológicos y diversos tipos de cáncer. Después del tabaquismo, es la principal causa de morbilidad y mortalidad en países con transición sanitaria avanzada.

Las inversiones necesarias para hacer frente a esta epidemia crecen a medida que el problema se propaga. Pero además de los costos hospitalarios y otros relacionados con el sistema de salud de los países, deben considerarse los asociados a la disminución de la productividad, de los salarios y a la mortalidad prematura. Una persona obesa tiene problemas de ausentismo laboral, lo que reduce sus chances de acumular experiencia en el puesto de trabajo, reduce su competitividad, su productividad y por lo tanto sus salarios. En cuanto a la mortalidad prematura sólo basta un ejemplo: en la Argentina, mueren anualmente más de 9 mil personas debido a la Diabetes mellitus, de las cuales un 74% son personas en edades activas. Esto implica un desperdicio directo de recursos humanos debido solamente a esta enfermedad. El cáncer de tráquea, de los bronquios y del pulmón, asociados al tabaquismo, cobra alrededor de 9.700 muertes por año, frente a las 9.200 defunciones debidas de la diabetes mellitus tipo 2, asociada a la obesidad. En la Argentina en 2018 se cuentan alrededor de 2,6 millones de personas con problemas de diabetes.

Cálculos realizados para otros países muestran que el gasto anual para el tratamiento de personas diabéticas, principalmente obesas, es de aproximadamente 1.500 dólares. También se constata que más del 70% del gasto total para tratar los problemas derivados de la obesidad y el sobrepeso, corresponde a gastos por tratamiento médico, 15% a pérdidas de ingreso por ausentismo laboral, y 12% a pérdidas de ingreso por mortalidad prematura.

Eficiencia y equidad

Además de las consecuencias del sobrepeso y la obesidad sobre el sistema de salud, la productividad laboral, los ingresos y el crecimiento del largo plazo, hay una conexión muy importante entre la coyuntura macroeconómica y los niveles de obesidad. Ingresos familiares bajos, principalmente aquellos que ubican a los hogares en la pobreza, hacen que las personas opten por canastas de bienes que los profesionales de la nutrición denominan “obesogénicas”, esto es, conformada por alimentos con alto contenido de carbohidratos y grasas, y bajo en proteínas. Las comidas con alto contenido calórico son más sabrosas y tienen un costo comparativamente bajo, por lo cual se presentan como excelentes candidatas, principalmente en los hogares que disponen de poco tiempo (por trabajo) y bajos recursos.

Se ha constatado además que, al menos en la Argentina, hay un fuerte diferencial por edad y género en los niveles de sobrepeso y obesidad: los mayores niveles se registran entre hombres adultos, y hay preocupación por un crecimiento fuerte de la obesidad en niñas y niños. Sin embargo, al examinar la relación entre pobreza y obesidad resulta muy curioso constatar que, la relación entre géneros cambia: las privaciones materiales asociadas a la pobreza (por ejemplo, las que toma en cuenta el indicador de necesidades básicas insatisfechas), aumentan el peso corporal de las mujeres y disminuye el de los hombres.

De esta manera, la obesidad impacta sobre la desigualdad económica y tiene un impacto claro en la equidad de género, afectando más los resultados económicos de las mujeres que el de los hombres (mediante la cadena productividad-salarios). Por su parte, la pobreza induce al consumo de bienes con alto contenido calórico, lo cual es especialmente relevante para la reproducción intergeneracional de la pobreza y la desigualdad y, de manera directa, para el crecimiento de largo plazo.

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