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La cuadrera

El marco siempre fue hostil para el desarrollo de la industria y no penetró la idea de Pellegrini. “Sin industria no hay Nación”, dijo. ¿Queremos serlo?

Carlos Leyba 05 julio de 2019

 Por Carlos Leyba

Del árbol grande, atada a una rama fuerte con sogas gruesas, pendía una suerte de hamaca casera que habría de fungir como balanza.

Los jinetes no eran parejos. Por eso, en buena ley, una vez pesados, se habría de compensar la diferencia con unos ladrillos. El más corpulento se pesó primero. La distinta tensión de las sogas indicó que el flaquito y bajo debería atarse a la cintura dos ladrillos.

Así la cuadrera sería pareja y la diferencia la haría la velocidad de los caballos. En la cancha se ven los pingos. Equidad en la competencia.

El comercio internacional es una competencia (importante para trasmitir progreso) que, para ser justa, requiere equilibrar los pesos.

El comercio libre, beneficioso para el conjunto, solo lo es si el peso está equilibrado. ¿Quién podría estar en desacuerdo?

Las condiciones de competencia se construyen con políticas económicas de “nivelación”. Si miramos a la UE y la Argentina real, la tarea de nivelación no está ni siquiera sugerida. Eso hace que el anuncio del viernes pasado tenga más de marketing que de estrategia. Salvo que mañana nos informen “el programa”. Veamos.

La competencia comercial está asociada a la “competitividad”. Una economía es “más competitiva” cuando gana porciones de mercado global (interno y externo).

Una condición de bienestar colectivo es que “la competividad” no se logre con la baja de los salarios o la reducción del empleo. Detrás de la competitividad está “la productividad”.

Para una economía su productividad puede ser medida por el PIB por habitante y podemos suponer que la productividad crece cuando lo hace el PIB por habitante.

Difícilmente pueda haber crecimiento de la “competitividad” si no hay crecimiento de la productividad.

Argentina, desde 1975 a la fecha, ha tenido un crecimiento del PIB per capita inferior a 0,6% y desde 2007 a la fecha ha sido nulo.

Estamos muy lejos de haber aumentado nuestra productividad.

Pero hemos aumentado el desempleo y la pobreza mientras que la distribución del ingreso ha sido regresiva.

Es un clima no propicio a la inversión hay una dinámica de descapitalización de la economía y un escenario de descapitalización social que expresa un deterioro del potencial demográfico.

Un programa de competitividad, imprescindible para comerciar, debe revertir esa situación.

Señala el Presidente que las posibilidades para nuestro país, si no hay ninguna política vigorosa de transformación superadora, son las heredadas de la naturaleza: el viento, el sol, la tierra, la minería, la energía fósil y el turismo.

Difícilmente sean esas fuentes indiscutibles de riqueza capaces de sostener el desarrollo de la vida digna de 44 millones de habitantes. Nadie duda que, sin el aprovechamiento de esas riquezas naturales, sea posible el desarrollo de la vida digna de todos los argentinos.

Pero hay mucho más que hacer desde el Estado, que es el ejecutor de la política económica.

Un tercio de personas bajo la línea de pobreza, la diferencia abismal en el nivel de vida de la Ciudad de Buenos Aires y la mayor parte del territorio argentino, hablan claramente de una necesidad de transformación más difícil cuanto más se demora el diagnóstico correcto y la cura necesaria.

Hoy ese cuadro de estancamiento y regresión de muchos años está siendo acompañado por una caída importante del PIB urbano y una altísima tasa de inflación.

La macro cotidiana es una urgencia que no debe desplazar la importancia angustiante del largo plazo.

En ese marco, el Mercosur acaba de firmar con la UE el acuerdo para un Tratado de Libre Comercio que, en términos técnicos, es un TLC OMC plus, es decir, un acuerdo de “mayor liberalidad entre las partes”, que la OMC postula como condiciones óptimas de comercio. Hemos ido más allá.

Aún faltan muchos pasos para que ese acuerdo se ponga en marcha y desconocemos todos sus detalles.

Pero algunas preguntas que nos debemos formular en pos de conocer el potencial beneficio, a pesar de la información incompleta, pueden ser respondidas al menos de manera orientativa.

¿Cedemos más que lo que cede la UE? ¿Nuestro tejido industrial se fortalece? Como consecuencia de ese acuerdo, ¿ganamos en competitividad? ¿En qué mercados? ¿Ganamos en productividad habida cuenta del empleo y el nivel de los salarios?

Una pregunta previa. ¿El objetivo de esa administración y de la que está por venir, sea del oficialismo o de la oposición, es recuperar el papel de la Industria Manufacturera de Transformación (IMT, en adelante) como un eje de desarrollo, sustituyendo importaciones y diversificando e incrementando las exportaciones de manufacturas? Y si no es así, ¿cómo es del desarrollo futuro?

Antes de responder visualicemos el presente. Con la UE nuestro comercio es deficitario, vendemos básicamente productos primarios y compramos industria.

La UE tiene un arancel promedio ponderado por comercio 5,5 veces menor que el de Argentina, lo que indica que, en principio, la UE es, en promedio, 5,5 veces más competitiva que nuestro país.

Las exportaciones de la IMT de la UE hacia Argentina son 86% del total de sus exportaciones y las de Argentina son sólo el 8,7% del total de las suyas.

Pero eso ocurre cuando el arancel medio ponderado para la IMT de la UE es de 2,7% y el de Argentina, 14,9%. ¿Cuánto beneficiaría a la industria argentina un arancel cero siendo que “exportamos casi nada” con arancel de 2,7%?

¿Y cuál sería el impacto de bajar los aranceles a quien ya nos exporta intensamente con un arancel de 14,9%?

El potencial beneficio que las partes adquieren es absolutamente asimétrico. La teoría económica de la integración advierte sobre ese tipo de asimetrías y su incidencia en las ganancias y pérdidas de integrarse.

La penetración de nuestro mercado de importaciones procedentes de la UE en los 19 sectores de la IMT, en promedio de todos los sectores y para 2017, fue 29%. Pero en los sectores manufactureros complejos (por ejemplo, químicos, maquinaria y equipos, automotores, etcétera) el promedio de importaciones sobre consumo aparente fue 54%. Más de la mitad del mercado es dominado por las importaciones.

¿Cuánto más avanzarán las importaciones industriales, si se abre la economía con la UE al punto de tener cero arancel en 91% del comercio actual con ellos? ¿Cuál será el impacto en el empleo y en la producción industrial?

La UE tiene un arancel medio ponderado para los bienes industriales de 3% desde hace quince años y en ese lapso Argentina no tuvo una expansión de las exportaciones industriales a la UE.

La Cancillería de Argentina dice que el país gozará para algunas industrias sensibles de un plazo de 15 años.

El plazo por sí mismo no arregla nada. La experiencia con los plazos de excepción en la OMC, luego de la Ronda Uruguay y en el Mercosur con los regímenes de excepción, relativizan la ventaja o efectividad de ganar tiempo si es que no hay programas solventes de transformación. En Olivos, el presidente de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo, dijo que “10 años no son nada para una empresa y mucho menos lo es para un gobierno”.

Volvamos a “la cuadrera”. ¿Cuáles son los ladrillos que tenemos nosotros atados a la cintura? Nosotros, que somos “los pesados”, en esta carrera que el Gobierno afirma largará en dos años, además tenemos estos ladrillos atados a la cintura, como una tasa de Impuesto a las Ganancias que casi duplica a la de algunos países de la UE. Pero, con una tasa de inflación que hoy es 50% anual, a causa de la no indexación, hay empresas que han llegado a pagar el 50% o más de sus ganancias verdaderas.

La UE no tiene inflación, la indexación es redundante y algunos países pagan tasas de 19%.

El crédito, cuando existe (14% del PIB), es a corto plazo y una tasa real de interés que hasta supera 20% anual. En la UE la tasa real apenas toca 2% anual.

Hoy, el Gobierno basa su éxito electoral en el atraso del tipo de cambio a base de tasas de interés suicidas y además procura el equilibrio fiscal primario con retenciones a las exportaciones industriales y eliminado la devolución de impuestos a los exportadores. ¿Cómo exportar industria en esas condiciones?

No hay ningun incentivo fiscal o financiero para la inversión reproductiva. En la UE los incentivos a fondo perdido llegan a 30% de la inversión. Ni hablar de infraestructura básica para competir (transporte, FF.CC., educación y entrenamiento), que es un “lastre”.

Nuestro caso no es el de Brasil. Desde Juscelino Kiubitshek, promueve el desarrollo industrial y regional. Brasil envidiaba nuestra industria, pero hoy es 5 o 6 veces más poderosa y competitiva. Para el agro brasileño también ha habido una extraordinaria estrategia de desarrollo y ampliación de las capacidades productivas. Los subsidios y el apoyo tuvieron fruto, y hoy es una potencia agraria. Los subsidios federales al agro, incluida la soja, alcanzan a US$ 10.000 millones (OMC, 2017). Brasil subsidia a la industria y el agro. Brasil necesita que se bajen las barreras a su exportación. El acuerdo con la UE es negocio para Brasil y es marginal para el nuestro. No necesitamos ese acuerdo para exportar agro. Brasil tiene capacidad de “protegerse” de la presión importadora desde Europa. No nosotros. La ausencia de protección estructural para nuestra industria nos hace débiles para resistir la competencia europea.

Nada hicimos en 20 años para lograr esa “equiparación competitiva”. El marco ha sido siempre hostil para el desarrollo de la industria nacional. No penetró la idea de Carlos Pellegrini de que “sin industria no hay Nación”. ¿Queremos ser Nación?

No conocemos la letra del acuerdo propuesto. Pero es dificil que la UE se baje del apoyo a sus agricultores, pero mientras tanto las importaciones de la UE serán, en su mayoría, sustitutivas de trabajo nacional.

Está bien buscar oportunidades de comercio y competencia, pero es insensato o contradictorio, hacerlo de manera asimétrica y encima no desarrollar pari passu (o previamente) un programa de apoyo a la inversión reproductiva como el que han llevado, y llevan hoy, todos los países que crecen, incluidos los de la UE. Desde 1975 no aprendimos nada.

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