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Carlos Leyba 17 abril de 2021

Por Carlos Leyba

La Universidad de Buenos Aires (UBA), al cumplirse 30 años del Mercosur, realizó un seminario para reflexionar sobre las perspectivas de este proceso de integración regional que involucra a 300 millones de personas y 15 millones de km2.

El rector, Alberto Barbieri, invitó a las universidades de San Pablo, de Asunción y la República, de Uruguay.

Se conversó desde una perspectiva multidimensional de la integración: la científica y educativa, la integración digital, las políticas ambientales y por cierto sobre el futuro de la integración económica del Mercosur.

Viente académicos apuntaron ideas, que es tal vez lo que más necesitamos, para contribuir a desarrollar un territorio político pleno de recursos, enfrentado a la necesidad de articular una estrategia común en un mundo de bloques, de cambios radicales en la geopolítica y sometido a la tensión que genera la pertenencia atlántica de la región y el presencia in crescendo de la economía de China y sus demandas que, beneficiosas en términos de nuestras materias primas, arriesgan una nueva primarización de nuestras economías.

La invitación a dialogar sobre el futuro de la integración económica del bloque nos ha sugerido que pensar el futuro común supone imaginar dónde desearíamos estar en un horizonte de tiempo razonable, por ejemplo, en la próxima década.

Eso significa la necesidad que las universidades contribuyan al desarrollo de una prospectiva del Mercosur y también de cada uno de los países.

El desafío de los gobiernos es armonizar las prospectivas de los países con las de la conjunto común de la región.

Pensar el futuro requiere el diagnóstico del Mercosur y de cada uno de los países. Un diagnóstico que revele las ganancias y las pérdidas en el proceso de integración. En estos 30 años no lo hemos hecho.

¿Podemos pensar el futuro sin tener en cuenta los beneficios y los costos ocurridos como consecuencia de la asociación?

Resuelto la visión prospectiva y el diagnóstico, podremos acercarnos a la viabilidad de los caminos. Las políticas a recorrer desde donde estamos en dirección dónde queremos llegar.

La concreción de prospectiva, diagnóstico y politicas requiere un enorme esfuerzo de coordinación y detrás de ello está la condición necesaria de consensos mínimos. Sin ellos a nivel país y a nivel del bloque, no hay viabilidad para un diseño de largo plazo.

Los académicos pueden aportar en esos tres ejes, pero los politicos son los que tienen la capacidad de construir esos consensos. En realidad la misión de la política es la de construir consensos para el futuro. ¿Nosotros estamos ahí, tenemos esa dirigencia política?

Imaginemos que logramos esos consensos a nivel paìs y a nivel regional, la tarea de la integración debe ser la de un proceso de armonización de proyectos nacionales.

Nuestra Argentina presente es el resultado de la ausencia, en estos 30 años, de un proyecto nacional de desarrollo medianamente consensuado. Esa carencia básica nos ha condendado al estancamiento con inflación, al abrumador crecimiento de la pobreza, a una división socio política absolutamente tóxica.

Nuestros males, de origen nacional, no han encontrado en el proceso de integración una oportunidad que evite la inercia de la decadencia. No es un balance. Pero es un dato.

En 1991, cuando nacía el Tratado de Asunción, nadie podía imaginar el cambio del balance económico planetario. La irrupción de China, el vibrante proceso de crecimiento de todo el espacio asiático y el cambio geopolítico que está presente vigorosamente en nuestra región.

En el Mercosur hemos recibido beneficios de la valorización de nuestras materias primas. Pero, ¿qué hemos transformado de nuestra realidad competitiva a partir de ese potencial de excedente? En la Argentina no ha quedado nada mas que la capacidad de volver a aprovechar ese viento de cola. Pero, ¿acaso transformamos con ese excedente la nave a la que el viento de cola empuja? ¿Se transformó el Mercosur?

Todo el bloque, y Argentina en particular, en estos 30 años hemos sufrido un proceso de desindustrializción que, las crisis externas demuestran, es una traba para el crecimiento y un déficit del desarrollo.

¿Es posible el desarrollo a base de la especialización primaria o, por el contrario, todo proceso de desarrollo es un proceso de diversificación?

Una constatación: después del viento de cola, la mitad de los menores de 14 años, la fuente del supuesto bono demográfico se ha tornado en una gigantesca hipoteca.

Para saldar esa hipoteca necesitamos de un mejor Mercosur. Este proceso de integración necesita diferente formato y un real compromiso de los países acerca de la necesidad de que cada Estado Parte pueda asumir un camino de crecimiento sostenible.

Todos los procesos de integración tienen el objetivo de “convergencia”. ¿Cómo podría haber integración en un camino de divergencia o de consolidación de la diferencia? ¿Quién podría sostener ese proceso? ¿En el Mercosur hay una convergencia posible? ¿O más bien se trata de una “convergencia conjunta” hacia el desarrollo de todos? No hay un socio “motor” (como Alemania) en esta integración. El motor sólo pude ser el consenso para el desarrollo integrado.

Para diseñar esa “convergencia conjunta” debemos evaluar las ganancias y las pérdidas en estos 30 años. Es una tarea pendiente.

El futuro del bloque será una “construcción” si los proyectos de cada uno de los países miembros logran armonizarse. La condición es que cada país debe diseñar su proyecto de largo plazo requerido para las transformaciones y el desarrollo.

La historia de Mercosur es la de sus momentos críticos, la mayor responsabilidad estuvo originada en problemas, conflictos, necesidades de Argentina y Brasil.

Todas las crisis han ido sembrando piedras en el camino de la integracio?n. La mayor parte de tipo comercial. Pero tambie?n los ha habido como consecuencia del desvi?o de inversiones o subsidios no contemplados en las normas. Desde 1995, Régimen Automotriz, subsidio de fletes, licencias de importación, salvaguada textil y de calzado, devaluación del real, guerra fiscal, perforación del Arancel Externo Común, pasteras, etcétera.

En la Cumbre de Asunción, en 2003, Néstor Kirchner y Lula suponían coincidencias de prioridades que resultarían en una agenda de “Reformulación del Mercosur”. Para Lula la prioridad era eliminar las asimetrías. Para Kirchner ese tema no figuraba. Para Néstor el primer tema era la incorporación normativa del Mercosur a la legislación de los países. Para Lula era la undécima prioridad.

De los 20 temas de Kirchner, 5 no figuraban en la lista de Lula. De los 20 temas de Lula, 8 no figuraban para Kirchner.

Cumplida la primera década, las visiones del futuro, la identificación de las cosas para hacer, de los problemas importantes, eran divergentes. Las urgencias distintas. No había una agenda.

Estas consideraciones no forman parte de la retórica sobre la integración.

La idea generalizada y como mínimo equívoca, es que el e?xito o el fracaso, del Mercosur dependen de los nu?meros del comercio. El comercio es consecuencia del patrón productivo de los países. La productividad de los sectores. La asignacio?n de recursos y la inversio?n.

La integración es un modo de armonización entre países de la asignación de recursos y la inversión. La integración se postula como un agente de atracción de la inversión por la dimensión del mercado. Pero no es común la estructura de los incentivos. Hay “desvío de inversión” si no hay armonización de incentivos. ¿Cuál es la discusión vigente al cumplir 30 años?

Brasil plantea una reduccio?n general del AEC, y Paraguay y Uruguay comparten este criterio.

Uruguay solicita una excepcio?n al Tratado de Asunción para poder negociar la firma de un Tratado de Libre Comercio con independencia del bloque. No lo puede hacer en el marco del Tratado de Asunción sin una excepción que requiere todas las partes.

Es evidente que hay que revisar la vigencia de “e?ste” Mercosur.

No podemos tener el objetivo de un Mercado Común que requiere instituciones supranacionales. El estatus de unio?n aduanera tampoco ha funcionado, no tenemos sino un Arancel Externo Comu?n (AEC) perforado y cuestionado, no tenemos poli?tica comercial externa comu?n y no tenemos unarecoleccio?n unificada de la recaudacio?n aduanera y su distribucio?n a los pai?ses socios a posteriori. ¿Es posible?

// El Mercosur, entre el riesgo del “Brexit” y la extensión del estancamiento

Un AEC instala de manera inmediata asignacio?n de recursos que va a definir ganadores y perdedores: define el proyecto productivo de cada país. Hoy tenemos un AEC perforado. No podría ser de otra manera. La poli?tica comercial externa comu?n supone una común visión geopolítica. La recaudación aduanera unificada supone el tejido de una red de confianza extraordinaria.

Tenemos una unión aduanera imperfecta que le ha generado a Argentina, en el marco de la “guerra fiscal” desarrollada por estados subnacionales de Brasil, pérdidas substanciales en la industria automotriz, en la maquinaria agrícola autotransportable, en la industria gráfica, en la línea blanca de artículos para el hogar y en la industria textil. Ninguna era inevitable con coordinación de políticas de incentivo a la inversión.

La última cumbre tuvo la virtud de visiones diferentes sobre “el carácter de la integración”. La mayori?a de los pai?ses socios reclama mayor apertura comercial de inmediato. Una dra?stica reduccio?n de los aranceles y la posibilidad de firmar acuerdos de integracio?n individuales, al margen de la unidad de accio?n que impone el bloque como unio?n aduanera imperfecta.

Desde una perspectiva o una mirada de las consecuencias para Argentina, aquí y ahora, el proceso de integración posible es adoptar la de Zona de Libre Comercio (ZLC) como la exNAFTA y el Asean. Cada pai?s adoptari?a su poli?tica comercial externa, definiri?a su arancel externo y podri?a, consecuentemente, firmar cuantos acuerdos quisiera.

En los hechos el Mercosur, es una ZLC imperfecta.

Partir de una ZLC perfecta nos permitirá diseñar nuestros proyectos nacionales y armonizar uno común. Reconocerlo es madurar y saber que “gris es toda teoría y verde el árbol de la vida”. Lo decía Goehte.

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