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Fragmento de “La Argentina después de la tormenta” de Francisco de Santibañes

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16 junio de 2021

Uno de los acontecimientos más notables que observamos en las relaciones internacionales es la pérdida de poder de los cuerpos diplomáticos. Un caso extremo es el de Estados Unidos, donde cientos de diplomáticos han renunciado a sus cargos debido a las políticas implementadas por el expresidente Donald Trump, las que contrastaron con las posiciones defendidas por la mayoría de los funcionarios de carrera. Pero la creciente marginación de los diplomáticos es un fenómeno que está ocurriendo también otros países y que responde a una serie de cambios profundos.

En primer lugar, es el resultado de la aparición de tecnologías que han facilitado la comunicación directa entre las autoridades políticas. Esto, sumado a la creación de foros internacionales, que ha fomentado el encuentro regular entre los jefes de Estado y funcionarios de distintas naciones, ha tendido a eximir a los embajadores de numerosas responsabilidades. Más recientemente, la creciente impopularidad de las élites ?a las cuales los diplomáticos suelen ser asociados? tampoco ha ayudado.

Pero la diplomacia ?que, para muchos, parece ser una profesión del pasado? se ha vuelto imprescindible. Hoy vivimos una realidad internacional demasiado conflictiva, donde las grandes potencias ya se disputan espacios de poder en distintas regiones. Por otra parte, la crisis que atraviesa el orden liberal ha puesto en discusión el futuro de la globalización y de la democracia liberal. Veamos, si no, las divisiones internas que enfrenta la Unión Europea y que recientemente se vieron reflejadas en el último encuentro entre sus líderes. Las diferencias ya no solo se centran en la distribución de recursos (que suele enfrentar a los países del norte con los del sur) sino en la misma definición sobre qué es una democracia (que enfrenta a Europa del Oeste con algunos países del Este).

En este escenario, los niveles de incertidumbre y las posibilidades de que se produzcan conflictos innecesarios, aumentan de manera significativa. Pero estos conflictos (políticos, económicos y militares) podrían ser evitados gracias a la capacidad que tienen los diplomáticos para generar confianza y negociar. Además de brindar valiosos consejos a los dirigentes nacionales, pueden ayudar a reducir los niveles de incertidumbre.

Pensemos en la estrategia que los países medios intentarán llevar adelante en los próximos años. Ante la presencia de China y Estados Unidos, numerosas capitales buscarán mantener buenas relaciones con ambos, pero, si bien esta estrategia suena lógica, su implementación resultará demasiado difícil. Porque mantener relaciones constructivas con ambas potencias requerirá de un equilibrio que, si no es logrado, puede derivar muy rápido en un escenario en el cual nuestros países terminen enfrentados, tanto con Beijing como con Washington. Contar con diplomáticos capaces de navegar en estas aguas, sin lugar a dudas más complejas que las que vivimos en las últimas décadas, nos sería de gran ayuda.

En el caso particular de Argentina, esto significa que tenemos que prestarle mucha atención a nuestro cuerpo diplomático. De destacada trayectoria a lo largo de nuestra historia, la diplomacia argentina tiene que ser fortalecida de cara a los desafíos que enfrentamos y que, además de la relación con China y los Estados Unidos, incluyen, entre otros temas, el mantenimiento de la asociación estratégica con Brasil, nuestra integración económica con el resto del mundo y la defensa de la soberanía argentina de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur. Para ser exitosa, nuestra política exterior requerirá cierta continuidad a lo largo del tiempo y el cuerpo diplomático, dado su conocimiento y experiencia, puede colaborar en este proceso.

¿Qué perfil deberían tener los diplomáticos argentinos? En primer lugar, deben ser hijos del mundo moderno, lo cual quiere decir, entre otras cosas, que necesitan saber manejar las nuevas tecnologías y entender de qué manera estas afectan a las sociedades y a la diplomacia contemporánea. Pero esto no significa que la formación clásica deba ser dejada de lado. Todo lo contrario. Una educación amplia y profunda sigue siendo la mejor manera de entender la naturaleza humana y, por lo tanto, la política. De hecho, Henry Kissinger sostiene que recién comenzó a entender cómo funcionan las relaciones internacionales cuando leyó, por recomendación de unos de sus profesores en Harvard, al novelista ruso Fiódor Dostoievski.

Las habilidades sociales siguen siendo clave para todo diplomático. Son las que les permitirán establecer relaciones personales y sortear conflictos. Por último, los valores personales de los diplomáticos deben ser compatibles con los principios democráticos y con la férrea defensa de los intereses políticos y económicos de Argentina.

“La Argentina después de la tormenta” (Vértice de Ideas, 2021) es el nuevo libro de Francisco de Santibañes, especialista en relaciones internacionales y política exterior.

https://www.edicionesdeldragon.com/product-page/argentina-despu%C3%A9s-de-la-tormenta

https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-918022491-la-argentina-despues-de-la-tormenta-_JM

https://www.amazon.com/Argentina-despu%C3%A9s-tormenta-desarrollo-estrat%C3%A9gico/dp/B093B2L3G1

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