Necesario para el desarrollo

Es el capital social...

Sin la confianza que genera el capital social, continuaremos penando como lo venimos haciendo
Sin la confianza que genera el capital social continuaremos penando como lo hemos venido haciendo desde hace muchísimos años.
Ricardo De Lellis 03-05-2022
Compartir

Es común leer y escuchar de analistas argentinos y del exterior su incomprensión y consternación por ver a Argentina como un país que está muy por debajo de su desarrollo potencial. Se basan no sólo en nuestro rico pasado, donde Argentina se ubicaba entre los primeros lugares del mundo, sino fundamentalmente en sus riquezas naturales y en el talento de sus recursos humanos. 

Todo lo que se contradice con el presente de un país estancado, que figura en el triste podio de los países que menos han crecido en los últimos 50 años. 

Dejemos la parte histórica que nos debería remitir a un país de 10 millones de habitantes y de un mundo que ha cambiado radicalmente desde aquel entonces para concentrarnos en el tema del desarrollo potencial de un país. 

Ahí es donde deberíamos analizar los distintos componentes que conforman dicho potencial. Los dos a los que se les da preeminencia, las riquezas naturales y el talento humano, sin duda son importantes, pero no son los únicos y quizás tampoco los más definitorios para lograr el desarrollo económico.

Veamos. Si nos concentramos en los capitales que conforman el potencial de un país, deberíamos referirnos también a otros como el económico, el físico, el financiero y el social, y más allá de si esas clasificaciones pueden ser discutibles, lo que vale puntualizar es que todos estos se hayan interrelacionados: las fortalezas de unos también se sostienen en el desarrollo y la fortaleza de los otros.

Pasando rápidamente revista a la evolución en nuestro país de los otros "capitales", tenemos: el financiero ha quedado reducido a su mínima expresión, con los niveles más bajos de mundo en la relación tanto de créditos como de ahorros sobre PIB

El capital físico compuesto por una infraestructura que se ha vuelto insuficiente y en parte obsoleta debido a la escasa inversión habida durante muchos años, sumado a la escasa inversión del sector privado y el capital económico compuesto por empresas que en su mayoría han perdido competitividad y relevancia en el mundo actual.

Pero el capital al que le deberíamos dar mayor consideración por sus importantes implicancias y su enorme incidencia sobre los otros "capitales" es el capital social, el cual, por su mayor intangibilidad, es el más difícil y complejo de resolver. Tomemos una definición abreviada del capital social: "se referencia a las normas, instituciones y organizaciones que promueven la confianza, la ayuda recíproca y la cooperación". 

Mucho se ha realzado la resiliencia de nuestra población y su solidaridad así como otros valores que aportan sus aspectos positivos para el desarrollo de la cultura de un país. Pero, en contraste, lo que ha estado faltante por mucho tiempo es lo que nos ha condicionado y que figura en la propia definición dada: la falta de respeto por las normas y fundamentalmente la absoluta falta de confianza de nuestra población no sólo en las instituciones y en los políticos sino también en el propio sector privado. 

Precisamente un reciente libro del BID ("Confianza. La clave de la cohesión social y el crecimiento en América Latina y el Caribe") analiza en detalle como la falta de confianza afecta el desarrollo de América Latina, siendo revelador que se trata del área con peores indicadores al respecto, según las encuestas para todas las regiones. Allí se encuentra Argentina, en algunos casos con los indicadores más preocupantes. 

No sorprende, entonces, que sea también la región donde la democracia sufrió el mayor deterioro en los últimos años, según el índice de Democracia publicado anualmente por la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist.

En el muy instructivo libro del BID se mencionan muchas de las causas y consecuencias de esta falta de confianza. Sin posibilidad de resumirlas, solo remarco algunas, considerando que unas y otras se refuerzan entre sí. 

  • Entre las primeras, la falta de transparencia de las autoridades e instituciones, la escasa información sobre el resultado de las políticas públicas, la palabra devaluada, la corrupción, los cambios constantes en las reglas de juego. 
  • Entre las segundas, la falta de cohesión social, los vínculos débiles en la ciudadanía, los mayores costos transaccionales, la mayor evasión impositiva, la informalidad laboral, más y costosas regulaciones, empresas sin acceso a las cadenas internacionales de valor.

Los economistas reconocen que el capital social es fundamental para el desarrollo económico. A su vez, los científicos sociales han identificado al menos tres fuerzas mayores que unen colectivamente a las democracias exitosas: el capital social (redes sociales extensivas con altos niveles de confianza), instituciones fuertes e historias compartidas. 

Sin la confianza que genera el capital social, la que se tiene que depositar en el Ejecutivo y en las instituciones que imparten Justicia, sancionan leyes, educan, proveen seguridad, emiten moneda y regulan y supervisan las entidades privadas, continuaremos penando como lo hemos venido haciendo desde hace muchísimos años. 

Una confianza que establezca la moneda como valor, que genere la seguridad jurídica necesaria y estimule el ahorro doméstico, que facilite el crédito al sector privado que le permita hacer las inversiones necesarias para mejorar su competitividad y acceder a los mercados internacionales, así como también ofrecer trabajos en mayor cantidad y calidad revertiendo el actual éxodo de talentos, que termine con la periódica escasez de divisas. Que a su vez permita que el sector público (y el privado) acceda a los capitales suficientes para desarrollar una obra pública que mejore la infraestructura necesaria para una mayor y más adecuada explotación de nuestros recursos naturales, que tanto realzamos. Vaca Muerta es el mejor ejemplo actual de una pérdida de oportunidad por no disponer de la infraestructura necesaria.

En definitiva, esa falta de confianza ha embretado a la sociedad en un círculo vicioso que no solo la llevó a la postración actual, sino que la ha agrietado cada vez más llevándola más a identificar responsables de los fracasos que a buscar soluciones.

¿Y cuáles serían estas? Seguramente no surgirán de la llegada de un iluminado: las experiencias mundiales al respecto son negativas y hasta nefastas. ¿Entonces? Volver a las fuentes, al contrato social que nos liga como sociedad que no es otro que nuestra Constitución. Exijamos su conocimiento (no solo la parte de los derechos sino también de las obligaciones) y fundamentalmente su cumplimiento. Es la base de las sociedades, a partir de allí surgen las instituciones, las reglas y la obediencia civil. ¿No agrada? ¿Requiere actualización? Es modificable, a partir de las mayorías necesarias previstas, pero lo que no es viable es una Constitución a la carta donde cada uno aplica lo que le gusta o favorece y descarta el resto o que directamente se la desconoce a partir del desinterés que existe en su divulgación. 

En sus conclusiones, el mencionado informe cita "a la larga, el comportamiento del gobierno y la calidad de las instituciones depende de la capacidad de los ciudadanos de actuar colectivamente con el fin de influir en ellas".

Quizás sea mucho pedir en aquellos muchos que no tienen sus necesidades básicas satisfechas (aun cuando sin duda serán los mayores beneficiarios), pero sí al resto de la población. Verán que muchas de las soluciones están contempladas allí. La única alternativa es la ciudadanía democrática, actuando a través de la ley. La ya trillada frase del asesor del expresidente Bill Clinton, "es la economía, estúpido", adaptada a nuestro contexto y por quien debe ser asumida debería reemplazarse "economía" por "capital social".