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Empleo competitivo y federal

La solución de largo plazo al problema del empleo está en la competitividad

10 julio de 2015

Después de cinco años (2003- 2007) con notorias mejorías en el mercado laboral, la situación cambió desde 2008, en medio de la crisis del campo y la crisis financiera internacional. La tasa de desempleo resultó del 7,3% en el último trimestre de 2008, y desde entonces prácticamente no bajó. El último guarismo, correspondiente al primer trimestre de 2015, registra una tasa de desempleo del 7,1% de la Población Económicamente Activa (PEA). Se estancó el desempleo porque el empleo empezó a crecer a menor ritmo, hasta directamente languidecer más recientemente (creció sólo 1% en 2014). Y con una clara secuencia escalonada: la tasa de empleo en la industria y la construcción dejó de crecer en 2008, y en 2011 dejó de subir también en comercio y servicios. En 2014 la tasa de empleo en el sector privado bajó en 1,2 puntos porcentuales. El año pasado el único empleo que seguía creciendo fue el del sector público, que en el período 2008?2014 lo hizo a un promedio del 3% anual (contra 0,8% en el sector privado). Ante tal evolución del empleo, si la tasa de desempleo no subió en los últimos años ha sido consecuencia de la merma que registra Indec en la tasa de actividad laboral, que pasó del 46,3% al 45,6% de la población entre el tercer trimestre de 2009 y el mismo período de 2014. En el primer trimestre de 2015 la tasa de actividad resultó del 44,6%, lo que implica el retiro de unos 650 mil trabajadores de la fuerza laboral entre el primer trimestre de 2009 y 2015. Si en la última medición del Indec la tasa de actividad hubiese resultado como en el primer trimestre del 2009, la tasa de desempleo a comienzos de 2015 se hubiera ubicado en torno al 10,1% de la PEA. La tasa de desempleo observada en Argentina en 2014 (7,3%), si bien es relativamente baja para los números laborales de Argentina del último cuarto de siglo, se trata de la tercera mayor tasa de desempleo de América del Sur, después de Colombia (9,4%) y Paraguay (8,5%), aun cuando Argentina presenta una tasa de actividad bastante menor a la observada en muchos de los países sudamericanos. En Argentina existe, además, demasiado poco empleo privado formal: 18 de cada 100 habitantes, contra el equivalente a 37 de cada 100 en Chile. Más grave, en algunas regiones de Argentina, como el NOA y el NEA, existen menos de 10 trabajadores formales privados cada 100 habitantes. Urge construir una estrategia sostenible que genere empleos productivos en todo el país. ¿Por qué se han deteriorado las condiciones en el mercado laboral en el último lustro? Especialmente por problemas de creciente desconfianza y decreciente competitividad cambiaria y estructural, que primero afectaron el empleo en la industria, y luego contagiaron al resto del sector privado, en la medida en que dichos problemas derivaron primero en sustitución inversa de importaciones y descenso de las exportaciones, y luego en cepo cambiario y mayor discrecionalidad en las trabas a las importaciones, que afectaron también a la producción de bienes y servicios. En los últimos meses del corriente año, el salario industrial formal en dólares en Argentina se ubica 130% por arriba de su par brasileño, similar a la distancia que existía en 1999, tras la devaluación ocurrida en el país vecino a fines de 1998. Al igual que lo acontecido en el período 1998-2001, en que el empleo en el sector transable de la economía cayó 2,6% anual promedio, mientras crecía en no transables y en el Estado, en 2008-2011 el empleo transable bajó 0,3% anual, y entre 2011-2014 lo hizo al 0,6% anual. Es que la economía argentina sigue careciendo, en las últimas décadas, y más allá de los enfoques ideológicos imperantes en cada momento, de un modelo competitivo exportador como el que hizo crecer sostenidamente a la mayoría de los países que han mejorado claramente su nivel de vida en las últimas décadas. Competitividad, la clave La solución de largo plazo al problema del empleo requiere privilegiar una creciente competitividad internacional de la producción local y el sostenido crecimiento de nuestras principales cadenas productivas, con exportaciones de mayor valor agregado. Al contar la mayoría de ellas con un amplio sustento regional, dicho modelo aseguraría la creación de empleo privado y formal en todo el territorio del país, coadyuvando a objetivo de la desconcentración poblacional. Tal desarrollo exportador no sólo generaría empleo per se en las cadenas productivas regionales sino que generaría los dólares necesarios para evitar las recurrentes crisis de balanza de pagos que han caracterizado por décadas a nuestro país, que terminan siempre licuando cualquier mejora en el empleo o en los salarios que generan inicialmente los modelos cortoplacistas. Dicho modelo, al privilegiar empleos verdaderamente productivos, facilitará aumentar el grado de formalidad de la fuerza laboral (actualmente existe 45,8% de informalidad entre los ocupados), si además se complementa con una reforma que disminuya los impuestos sobre el trabajo. El nuevo esquema debe necesariamente incluir una reforma educativa que profundice la apuesta por la formación técnica en la escuela media y una mayor masividad en las carreras universitarias más ligadas al circuito productivo e innovador. Igual importancia debe otorgarse a una estrategia masiva de vuelta a la escuela y de capacitación para más de 1,1 millones de jóvenes que no trabajan ni estudian de entre 14 y 24 años, de los cuales 54% son pobres. Se requiere también revisar algunos incentivos existentes en la política social, que estarían desincentivando la presencia de jóvenes, especialmente mujeres, en el mercado laboral, perfeccionando así los avances alcanzados en la política social en la última década.

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