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El vice aprovecha la ceguera del presidente para voltearlo y perpetuar la Década Infame

Ortiz llegó por el fraude, pero quiso redimirse. Los conservadores lo echan. El que mueve los hilos es Agustín Justo: echa dos presidentes y pone tres (¡entre ellos a sí mismo!).

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Oscar Muiño 22 septiembre de 2021

Agustín P. Justo echó dos presidentes y puso otros tres. Uno fue un dictador militar (Uriburu) y los otros dos (Ortiz y él mismo) llegaron gracias a un invento criollo: el “fraude patriótico”. De joven puso en riesgo su carrera militar para pelear por el sufragio libre. De viejo, usó las armas para enterrar las urnas. Pudo haber sido Perón y terminó siendo una suerte de “Roca de segunda”.

La vida le sonreía. Justo se fugó del Colegio Militar ?era cadete- para unirse a las trincheras de la Revolución de 1890. Una carrera lucida y ministro de Guerra del presidente Marcelo T. Alvear. Acompañó el golpe militar de 1930 contra Hipólito Yrigoyen, apoyó la dictadura de José Félix Uriburu, lo dejó fracasar y lo obligó a promover una elección para heredarlo como presidente 1932-38.

Buscó la popularidad. Laico, promovió el Congreso Eucarístico Internacional que reinstaló el poder de la Iglesia. Poco futbolero, impulsó la construcción del Monumental y la Bombonera. El pueblo nunca lo siguió. Tuvo que recurrir al fraude. La fachada era la Concordancia, una coalición del conservador Partido Demócrata Nacional, la UCR Antipersonalista, además del moribundo Socialismo Independiente y partidos provinciales. Permitía elecciones libres legislativas y metía la mula en las presidenciales.

Los fraudulentos inventan una teoría: “La última elección libre sería la que perdieran las fuerzas del orden que hoy detentan el poder, si fueran suficientemente imprudentes para dejárselo arrebatar, en momentos de ofuscación colectiva, por una conjunción de elementos desquiciantes, que tienen en la montonera caída en septiembre (de 1930, el yrigoyenismo) su base de sustentación, y en el comunismo, dictatorial por esencia, su verdadera levadura. En interés del pueblo mismo y para que éste pueda conservar derechos que consideramos sagrados, puede y debe precisarse el alcance de los veredictos del comicio y adoptarse reglas prudentes que permitan a la Nación seguir siendo dueña de su destino, pero que la pongan a cubierto de sacudimientos capaces de interrumpir con un período luctuoso su brillante trayectoria. Nada de lo que es fundamental en nuestras instituciones heredadas necesita ser tocado” (Federico Pinedo, agosto de 1936).

Del dicho al hecho: el 5 de septiembre de 1937, el mayor fraude de la historia argentina “eligió” presidente a Roberto Ortiz por supuestos 1.097.660 votos contra 814.750 radicales de Alvear. Ortiz venía del radicalismo ?había sido ministro de Alvear, igual que Justo- y lo secundaba el conservador catamarqueño Ramón Castillo.

Ortiz debe el cargo al fraude y al dedazo de Justo. Pero su corazoncito democrático decide reinstaurar la limpieza del voto. Sueña con mantener la Concordancia y convocar alvearistas. El liderará una gran fuerza capaz de aislar a los yrigoyenistas.

Sus socios-rivales no se achican y manipulan las urnas en Catamarca. Ortiz convoca a su vice. Empieza a leer el decreto de intervención. Castillo se levanta, molestísimo. El es catamarqueño, el gobernador gran amigo suyo y contesta: “Es una traición a quienes nos han traído al gobierno a usted y a mí”. Catamarca es intervenida el 19 de febrero de 1940. Ruptura entre presidente y vice. Los conservadores se amontonan detrás del vice para liberarse de Ortiz.

La madre de las batalla anida en la provincia de Buenos Aires, como siempre. Tres quince años de derrotas (la última en abril de 1931), los conservadores han decidido no arriesgarse. Los sobres que contienen los votos no tendrán la firma de los fiscales. Así podrán cambiar urna, sobre y papeleta. Buenos Aires “vota” el 25 de febrero de 1940. Menos de 4.000 votos de diferencia decretan la victoria del conservador Alberto Barceló, caudillo de Avellaneda. Repulsa general. El 7 de marzo de 1940 Ortiz interviene al gobernador conservador Manuel Fresco. El primer interventor es un general con mando de tropa para evitar resistencia.

La buena racha apenas dura cuatro semanas. El 3 de abril Ortiz recibe el primer golpe devastador: muere la primera dama, con apenas 52 años. En mayo reabre el Congreso y los conservadores atacan al presidente por “avasallar” las autonomías provinciales con las intervenciones. ¡Como si cada distrito tuviera derecho a establecer el fraude que mejor le pareciera! El plato de fondo: la denuncia de negociados que destruyan la credibilidad del presidente. Se suman los socialistas, sin advertir que ayudan a cercar a un presidente anti-fraude. Tales denuncias se repetirán hasta el Siglo XXI entre candidatos ?y candidatas- habituados a la derrota.

El 22 de junio de 1940 Ortiz memora el Día de la Bandera bajo un gélido diluvio que termina de liquidar su salud (le pasará a Perón en 1974). Se juntan los problemas renales con la diabetes y se desprende la retina del ojo izquierdo. Castillo firma como “vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo”. Los opositores corean “¡El país quiere a Ortiz!”. El enfermo envía su renuncia al Congreso. Es una jugada contra los complotados. El socialista Américo Ghioldi denuncia “la sorda conspiración de los que no se resignan a abandonar las posiciones conquistadas por el fraude”. La renuncia se rechaza. El presidente cree que volverá.

Pero no vuelve. Su salud no mejora. Castillo aprovecha y cambia ministros en septiembre de 1940. No es un líder ?como tantos presidentes - y medio gabinete responde al vigilante Justo. La otra gran figura de época, Alvear, confía en Ortiz y también espera volver en 1944. Justo y Alvear no se ven como expresidentes, sino como futuros presidentes para 1944-50.

En octubre, plenario de médicos en casa de Ortiz. La vista no mejora. Termina 1940 y el fraude se enseñorea en Santa Fe y Mendoza. Castillo juega a la gallina distraída. En febrero de 1941 Ortiz denuncia “toda manifestación de fraude”. El Senado contesta brutalmente y una comisión legislativa discute si Ortiz padece algo incurable. El radical Laurencena denuncia “una maniobra política que tenía una finalidad oculta: preparar la eliminación definitiva del señor presidente de la República y la permanencia en el poder del vicepresidente doctor Castillo. El vicepresidente de la República está resuelto a continuar esta política y a impedir que el radicalismo triunfe en comicios libres” (abril 29 de 1941).

Castillo está decidido a mantener el fraude y el conservador Rodolfo Moreno es “elegido” gobernador de Buenos Aires en una simulación de comicio. Ese 7 de diciembre de 1941 la aviación japonesa ataca la flota norteamericana. La política mundial también juega. Ortiz prefiere a las potencias aliadas. Castillo oscila entre el neutralismo y la simpatía por Alemania. Franklin Roosevelt gestiona el viaje a Buenos Aires de un célebre médico hispano-norteamericano, Ramón Castroviejo. Llega en mayo de 1942. “A Roosevelt le interesaba que Ortiz recuperase su salud y reasumiera la presidencia” (Félix Luna). Hay tensión con los médicos argentinos. Se debate si operarlo. La salud de Ortiz empeora, sube la presión, sufre un ataque cardíaco. Todo está perdido.

El 24 de junio de 1942, Ortiz envía su renuncia final al Congreso. Tres emanas después, el 15 de julio, empobrecido y vencido, muere Roberto Ortiz. A poco lo siguen Alvear y Justo. Castillo se envalentona. Unge sucesor a Robustiano Patrón Costas. Es demasiado.

El Ejército no está tranquilo. 1930 ha abierto la puerta de la intervención y han estallado rebeliones militares yrigoyenistas, también nacionalistas y hasta filonazis. Los mandos están hartos de la subordinación a un poder civil que no cuenta con el voto popular. Y liquida a Castillo en 1943. Desde entonces Argentina vivirá dictaduras, proscripciones y comicios libres. Pero nunca más nadie se atreverá a elogiar ni restaurar el fraude de aquella Década Infame.

La nota forma parte de una serie sobre crisis de gobiernos en Argentina

La primera entrega fue "En 1890, el general Roca y el vice Pellegrini obligaron a renunciar al presidente"

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