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El impacto laboral de largo plazo del confinamiento

Dejar a los chicos fuera de la escuela, en especial, a los más vulnerables desde el punto de vista de su clima educativo y de sus dificultades para el aprendizaje, es inhumano en el corto y en el largo plazo.

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Jorge Colina 08 julio de 2020

Por Jorge Colina Economista de Idesa

El impacto de corto plazo del confinamiento sobre el mercado laboral es claro. Fuerte pérdida de empleo con caída de los ingresos laborales. Esto necesariamente va a generar un crecimiento de la pobreza y de la desigualdad, ya que los primeros empleos e ingresos que se pierden son los de los trabajadores informales (asalariados en negro y cuentapropistas) que no eran pobres antes del confinamiento, pero que el encierro los empobreció. En contraposición, los trabajadores de mayores salarios están más protegidos, sea porque trabajan en el Estado o porque, haciéndolo en empresas privadas, pueden mantener su empleo trabajando a distancia.

Pero nadie está mirando los costos de largo plazo del confinamiento sobre el mercado laboral. Estos costos hay que mirarlos en el sistema educativo. La dirigencia política, tanto nacional como provincial, tomó una decisión extrema e implacable, que no está soportada por la evidencia científica. Cerraron las escuelas indefinidamente y los niños y jóvenes ya perdieron medio año del ciclo lectivo. En algunas provincias se estaría pensando volver en agosto, después de lo que habrían sido las “vacaciones de julio”. Pero en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) el cierre de escuelas se mantendría. Especialmente en el conurbano bonaerense donde parecería que la pérdida va a ser del año lectivo entero.

Un estudio publicado en el Journal of Labor Economics que se llama “Los efectos de largo plazo de las huelgas docentes: evidencias desde Argentina”, hecho por dos autores extranjeros, brinda algunas señales. Estos dos investigadores eligieron la Argentina para hacer su investigación porque encontraron que entre 1983 y 2014, Argentina experimentó aproximadamente 1.500 huelgas docentes con variaciones en el tiempo y las provincias, lo que permite estudiar impactos de las huelgas. Analizando estos datos concluyen que en las 3 décadas que transcurren en el período de referencia, los estudiantes argentinos perdieron, en promedio, medio año lectivo en su vida escolar por causa de los paros. Luego analizan la relación entre pérdida del ciclo lectivo e inserción en el mercado laboral a los 30 y 40 años.

Resultado: niños y jóvenes expuestos a paros docentes sistemáticos sufren más inconvenientes para conseguir empleo y menores salarios cuando son adultos. Esta evidencia es aplicable a la situación actual porque está pasando con el confinamiento.

Se argüirá que las clases no se cortaron sino que se mantienen a distancia. Aquí entra otra vez la dimensión de la desigualdad. Según datos del Indec, el 40% de las familias de más altos ingresos tiene casi en su totalidad computadoras y conexión a internet. Entre el 40% de los hogares más pobres, donde están los que ya eran pobres y los empobrecidos por el confinamiento, menos de la mitad tiene computadora. Esto significa que los niños y jóvenes de los hogares más pobres (que, además, son la mayoría porque en los hogares pobres viven más niños) no tienen los precisamente analiza los impactos sobre el mercado laboral de perder medio año de ciclo lectivo o más, que es lo que medios necesarios para hacer educación a distancia. Seguramente que tampoco tienen un clima favorable para estudiar en medio de la penuria que atraviesa el hogar.

Pero lo peor no es el no disponer de una computadora sino que son los chicos con más problemas de aprendizaje. Según datos que publica el Ministerio de Educación, los problemas de atraso escolar aparecen en los 4 primeros años de la primaria y en la entrada a la secundaria. Además, con una visible diferencia entre las escuelas privadas y las escuelas del Estado. En las escuelas privadas, el 60% de los que empiezan la secundaria la terminan. En las escuelas del Estado, en cambio, sólo concluyen la secundaria el 35%.

No se trata de que un tipo de escuela sea mejor que otra, sino de que en las escuelas privadas van los jóvenes de las familias de mayores ingresos que tienen más medios y clima educativo para aprender. Los jóvenes de las escuelas del Estado tienden a ser los que provienen de las familias más humildes que tienen más dificultades para aprender porque viven en entornos más adversos. El confinamiento va a ampliar esta brecha educativa entre jóvenes de familias más acomodadas respectos a los más pobres.

¿Dónde se inserta un joven que no terminó la secundaria cuando es adulto?

Según la encuesta de hogares del Indec, el 77% de los trabajadores que se desempeñan como asalariados registrados en empresas privadas tiene la secundaria completa y la mayoría tiene estudios superiores. En cambio, los que no terminaron la secundaria, en el 74% de los casos termina ocupando un empleo asalariado no registrado, como cuentapropista informal o en el servicio doméstico. En el fondo, los mismos resultados que el estudio del Journal of Labor Economics.

Por último, la pregunta que cabe hacerse es si no es descabellado pensar que las escuelas estén abiertas cuando hay una pandemia. La respuesta es concluyente: no.

Porque no hay evidencia científica que señale que los niños y los jóvenes se pueden contagiar con el coronavirus y derivar en una enfermedad grave. Obviamente que hay que tomar recaudos, como medidas de higiene y distanciamiento, y evitar que población de riesgo ?especialmente, adultos mayores? permanezcan en las escuelas. Pero dejar a los chicos fuera de la escuela, en especial, a los más vulnerables desde el punto de vista de su clima educativo y de sus dificultades para el aprendizaje, es inhumano en el corto y en el largo plazo, y no hay ciencia que respalde esta decisión.

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