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El huevo de la serpiente

Patear el huevo de la serpiente, que genera la inacción, como el Rodrigazo, no es una opción. Es el diluvio.

El huevo de la serpiente
Carlos Leyba 11 octubre de 2021

La trayectoria ascendente de la economía trocó en estancamiento y pauperización, que hoy estamos viviendo, el 2 de junio de 1975 cuando llegó el Ing. Celestino Rodrigo. 

Se alega que Rodrigo vio “algo” imposible de detener e hizo estallar la bomba de la macro. Inflación, empleo, nivel de vida y reventar sus causas originarias: déficit fiscal, expansión monetaria, crisis externa, caída de reservas, explosión cambiaria. 

¿Esperaba Celestino una restauración de los equilibrios? ¿O más bien el inicio de la desindustrialización? 

Las consecuencias estructurales fueron claras y deseadas, conocí en vivo y en directo las ideas de los autores. 

Entre 1944 y 1974 la economía argentina creció al mismo ritmo de la de Estados Unidos. No hubo convergencia por falta de integración en el desarrollo.  

En aquellos 30 años, con grandes avances sociales que cuestan como freno a la tasa de crecimiento, mantuvimos constante la distancia con la principal economía del mundo. 

Federico Sturzenegger precisó que, entre 1900 y 1975, el PIB per capita de Argentina siempre fue el 75% del de Australia. En 1975 se derrumbó. Hoy lograr el 75% del PIB per capita de Australia es impensable. 

Cuando terminó la aplicación de ese modelo, en 1974, 4% de los habitantes eran pobres. Hoy más de 40%. Se destruyó la calidad social y la economía se estancó. Martín Rapetti estimó que, en 2020, el PIB per capita fue igual al de 1974. 

Juan Carlos Torre dijo que en 1974 había pobres en tránsito y que hoy la pobreza es una playa de estacionamiento. 

Agregó: “m'hijo el dotor”, el proyecto individual, era generalizado, porque el programa de la sociedad era uno de avance también generalizado en el que era posible el progreso individual. 

Los días que corren, en los que es evidente que se ha cancelado el proyecto colectivo, el progreso individual de los jóvenes de clase media transita el camino imaginario del exilio. 

Lo peor que le puede pasar a una sociedad está pasando. 

El “Rodrigazo” fue la multiplicación del dólar paralelo por 7 veces en 12 meses, Fue la rotura de todos los contratos. Hay que haberlo vivido para saber que es lo que fue. 

Ricardo M. Zinn, autor intelectual, consultó su programa con José A. Martínez de Hoz, presidente del Consejo Empresario Argentino, y la Dictadura Genocida continuó el programa estructural de Rodrigo a sangre y fuego. El Rodrigazo no sólo fue una macroeconomía brutal, sin fundamento teórico alguno, destruyó las bases del aparato productivo. Nunca se reconstruyeron.

Pero, ¿quién incubó el huevo de la serpiente que Rodrigo, un hombre limitado, pateó? 

Muchos colegas, en aquellos años, sostenían, descabellado por cierto, que el proceso de industrialización por sustitución de importaciones debía concluir porque había fracasado. 

La falta de conocimiento de la realidad de las condiciones productivas, la insólita convicción del incomprobable agotamiento del proceso de desarrollo industrial, no les permitió valorar, por ejemplo, la dinámica explosiva del desarrollo de nuestras exportaciones industriales desde 1970 y profundizada notablemente entre 1973 y 1974. Un caso: en abril de 1972, desde Córdoba salían 10.000 motores Fiat 128 a Belgrado. Dos años después, en el Acta de la Industria Automotriz, las terminales extranjeras confirmaron a Argentina como la base exportadora para la región. 

Abandonado el programa de desarrollo, la industria fue a Brasil porque allí había una decisión de industrialización.

Con la “apertura financiera” comenzamos a consumir el alucinógeno “deme dos”. Dejamos de producir y pedimos prestado para consumir. La sacralización de Isidoro Cañones.

¿Y el huevo de la serpiente? Durante siete meses (octubre de 1974 y junio de 1975), Alfredo Gómez Morales, el antecesor de Rodrigo, además de sostener enfáticamente que no debíamos promover la exportación industrial, mantuvo una pasividad insoportable en la macroeconomía que nos hizo perder las reservas, estallar los precios, volar el déficit fiscal, mientras frenaba la actividad. 

Siete meses de inacción generaron las “condiciones justificadoras” para un programa salvaje que generó reacciones tales que, sólo un Gobierno dictatorial, en medio de la guerrilla, podía controlar para instalar y sostener el modelo desindustrializante de destrucción del empleo productivo. Es lo que ocurrió.

Gómez Morales, de la mano de J. López Rega, asumió el ministerio de Economía (21/10/74). Cuando estaba terminando, el 27 de mayo de 1975, el “Economic Survey”, el semanario económico del establishment, se asombraba de Gómez Morales diciendo “curiosa situación del ministro de Economía, aparentemente condenado a una permanencia sin sentido en un cargo donde afronta el más lamentable de los fracasos”.

En siete meses de inacción el ministro sólo desmontó la política de concertación que lo había precedido.

Los indicadores económicos en su gestión se acercaron a un nivel de pánico, consecuencia de la inacción, de quien destruyó una política articulada y no supo o no quiso, reemplazarla por otra que fuera consistente con su modelo de pensamiento. 

El peor escenario para la economía es el que produce desmontar una articulación anterior y no reemplazarla por otra. La inacción. En esas condiciones las variables quedan a la intemperie y sometidas a los vaivenes sectoriales que, sin administración, incrementan los desequilibrios.

Gómez, en siete meses, hizo volar el paralelo de $20 a $47; pulverizó las reservas monetarias; más que duplicó la tasa de inflación mensual heredada y desaceleró vertiginosamente el crecimiento. 

La gestión anterior, el “Plan Gelbard”, al que la leyenda negra, sin datos que lo avalen, le asigna responsabilidad en ese desmadre, había atravesado, en el primer paso de su proceso de instalación, el aislamiento de la Casa Rosada. Héctor Cámpora estaba en manos de la Tendencia, brazo político de Montoneros, que pretendían imponer su programa de “socialismo nacional”. 

La Concertación (partidos, empresas, trabajadores) con el apoyo incondicional de Juan Perón desde el exilio, y de Ricardo Balbín en el país, logró instalarse en junio de 1973. El Pacto Social funcionó. 

La divergencia política declarada obligó a Cámpora a renunciar y Perón, en septiembre, arrasó electoralmente. Su 65% de los votos más UCR y Oscar Alende, el 90% de los votos, confirmaron el programa en ejecución de las coincidencias de todos los partidos y las organizaciones sociales firmadas en 1972.

Ese plebiscito del programa en marcha provocó el asesinato de José I Rucci. Mario Firmenich dijo: “Había que oponerse al plan de Perón y el Pacto Social del que Rucci era la pata sindical” (R. Grassi, director de El Descamisado). 

El principal y verdadero enemigo del Pacto Social era la guerrilla y su violencia “estúpida e imberbe” sembrando el terror.

Las limitaciones fueron la crisis del petróleo, la inflación importada y los resabios de los viejos dirigentes del peronismo a los que Perón había descartado y Gelbard rescató. 

Contexto político difícil, marco exterior de crisis, cierre del MCE a las carnes argentinas, caída de los términos del intercambio. 

Sin embargo, el FMI, refutando categóricamente la leyenda negra, en diciembre de 1974, dijo que el Pacto Social detuvo radicalmente la espiral de precios y salarios; entre marzo de 1973 y marzo de 1974 la inflación fue de 14% (80% anual en mayo de 1973), mejoró la balanza de pagos y aumentó la liquidez y las reservas netas y el PIB creció a una tasa superior a la tendencia de la década. Es la conclusión del staff. Respecto del problema fiscal, heredado de la política salarial pública del Gobierno militar de 1971, el FMI estimaba que sería mejorado a futuro por nuevos y más eficientes tributos como el IVA. 

El Plan Gelbard se paralizó en junio de 1974. Perón no volvió a la Casa Rosada desde el 12 de ese mes. Comenzó su agonía y Gelbard recién logró retirarse en octubre. 

La enorme fortaleza previamente construida permitió los muy buenos datos macroeconómicos que recibió y avaló Gómez Morales al asumir el 21/10.

El programa Gelbard duró menos de un año. Los primeros 49 días convivió con la enemistad de Cámpora. La consistencia política plena duró hasta la desaparición de Perón el 12 de junio de 1974. Después el golpe de palacio de López Rega y la agonía. 

López designó a Gómez quien, como dijimos, por inacción deterioró al máximo las condiciones dando espacio para una acción económica desesperada. Que es lo que ocurrió con el “Rodrigazo”. 

Gómez Morales incubó el huevo que gestó la serpiente en manos de Rodrigo. 

Hay en ese proceso muchas lecciones para el presente.

En estos días se ha hecho mención al “Rodrigazo”. Alta inflación y distorsión de precios relativos, estancamiento, desorden, crisis. 

Demasiada inacción en un Gobierno que, gracias a la derrota en las PASO, ha parido una reacción de actividad inexistente desde que asumieron en 2019.  

En las condiciones actuales, todavía no removidas por la nueva gestión, Luciano Laspina, buen profesional y entrañable persona, afirmó que habría que devaluar, terminar con los subsidios y aumentar las tarifas a niveles de equilibrio. 

Señaló que, después, la inflación aumentaría y el estancamiento se profundizaría. Pero, estimó, luego de esa punción el cuerpo reaccionaría y después habría estabilidad y crecimiento (reportaje en Clarín).

No hizo mención a qué habría de ocurrir socialmente en términos de desempleo, pobreza, crisis financiera, situación social, etcétera. Pero es fácil de imaginar.

La desindustrialización ya ocurrió. 

Lo que Laspina expresó sintetiza ideas dominantes entre colegas de todas las corrientes. Pero para una mirada sistémica, no generalizada, implica la definitiva y peligrosa desestructuración social. Más pobreza, marginalidad, proyectos individuales emigrando.

Salir de ese circulo infernal es posible. La condición es la amistad política, empresaria y sindical para pensar y diseñar. No se puede pensar enojado (Jorge L. Borges).

Los recursos surgen de un programa, objetivos e instrumentos, que sólo se puede construir con amistad política que es la base de una Nación que estamos a punto de perder. 

Patear el huevo de la serpiente, que genera la inacción, como con el Rodrigazo, no es una opción. Es el diluvio. 

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