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¿Cuál será el modelo de desarrollo de Argentina: GALA o BLAST?

Todo parece conducir a la necesidad de avanzar hacia acuerdos de políticas de largo plazo donde todos los sectores y actores estén involucrados.

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21 julio de 2020

Por Alfredo Pérez Alfaro Doctor en Ciencias Económicas y Director de Fundación GEO

La concepción del desarrollo en las primeras décadas del Siglo XXI fue influenciada por la corriente encabezada ya desde fines del siglo pasado por Amartya Sen, inspirador de la creación del Indice de Desarrollo Humano (IDH) de las Naciones Unidas. Se sostiene que toda política de desarrollo debería tomar en cuenta la garantía del bienestar de los individuos, la igualdad de género, la mejora de la calidad de vida y el equilibrio demográfico.

Pierde así predicamento la llamada “falacia cuantitativa” que pretende manejar exclusivamente números y dimensiones de carácter económico para definir el desarrollo.

En sus antípodas, los enfoques “finalistas” se alimentaban de contribuciones como las de la Iglesia Católica a través de las encíclicas Populorum Progressio y Centesimus Annus y más recientemente, ha cobrado predicamento la sanción por las Naciones Unidas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

La disrupción del coronavirus en el mundo, y particularmente en Argentina, cobrará actualidad la consideración de estos enfoques cuando comience el farragoso retorno a una actividad total o parcialmente normalizada.

En nuestro país, encontraremos una sociedad estresada, el aparato económico parcialmente desintegrado y niveles inéditos de pobreza y marginalidad, en un mundo cada vez más apartado de la globalización.

Le corresponderá al Estado un protagonismo político excluyente en el desafío colectivo de coordinar y establecer espacios amplios de construcción social que nos permitan avizorar un objetivo de desarrollo integral.

La incidencia de las instituciones será entonces un requisito fundamental la calidad del marco institucional necesario para aplicar los recursos estratégicos que nos permitan un camino de crecimiento de bases sólidas en el marco de las nuevas concepciones del desarrollo que hemos descripto.

Por ello es que adquieren importancia los enfoques “institucionalistas” de Daron Acemoglu y Aldo Ferrer. El primero de ellos, en su libro “Por qué fracasan los países” expresa que “el éxito económico de los países difiere debido al tipo de las relaciones y articulaciones entre sus instituciones (políticas y económicas), a las reglas fijadas por la política que influyen en cómo funciona la economía y a los incentivos que motivan a las personas”.

Para Acemoglu se distingue tanto en el marco económico como en el marco político entre instituciones inclusivas e instituciones extractivas. Las instituciones inclusivas posibilitan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades, y son esencial mente abiertas y pluralistas. Cuando las instituciones políticas y las económicas son extractivas, no hay incentivos para la destrucción creativa y el cambio tecnológico, ingredientes esenciales del progreso de las naciones.

Ferrer se refiere a lo mismo cuando destaca el imperativo de Argentina de generar y sostener la necesaria densidad nacional, entendida como un conjunto de condiciones de gestión de saberes orientada a crear incentivos al desarrollo.

La dicotomía de Amartya Sen

Superados los peores momentos de la crisis del coronavirus, muchos países deberán optar por la conocida dicotomía que plantea Amartya Sen: la concepción que él denomina BLAST (Blood, And Sweat and Tears), o la concepción GALA (Getting by, with A Little Assistance).

En el modo BLAST, buscando altos niveles de acumulación para alcanzar el desarrollo, se recurre en el corto plazo a limitar los niveles de bienestar de la población, con el fin de alcanzar mayores beneficios en el futuro. Se los considera sacrificios necesarios que deben sufrir los individuos de una sociedad si quieren progresar. El modelo tiende a manifestar sesgos autoritarios. Un claro ejemplo contemporáneo de este modelo quizás podríamos encontrarlo en la experiencia china de las últimas décadas.

A contrario sensu, la concepción GALA define el desarrollo como un proceso cooperativo al cual se llega a través de la interdependencia entre el bienestar social, un novedoso concepto de la felicidad, la capacidad productiva y el desarrollo potencial de una economía, de una manera más armónica. Es decir, que las cuatro condiciones se tratan en conjunto como un todo. Los modelos escandinavos de desarrollo, basados en un concepto superador de la “economía del bienestar” se inscriben en el modo GALA.

Y bien: ¿Cuál será el modelo de desarrollo que implementará Argentina una vez superada la crisis del coronavirus y resuelto ?o no el replanteo de la deuda externa? ¿GALA O BLAST?

Todo parece conducir a la necesidad de avanzar hacia acuerdos de políticas de largo plazo donde todos los sectores y actores estén involucrados. La magnitud del desafío genera la necesidad de seguir profundizando en el tema tanto desde los enfoques como de las propuestas alternativas.

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