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Condición necesaria

La economía viaja a dos velocidades: la agrícola-primaria vs. la industrial-urbana

Carlos Leyba 13 noviembre de 2015

(Columna por Carlos Leyba)

Mordedura de perro se cura con pelo de perro. O la cura, muchas veces la liberación, la provee involuntariamente aquello que provocó la enfermedad. Ejemplo. ¿Acaso no fue el mismísimo Domingo Cavallo quien, con su profundización, nos liberó del cepo de la convertibilidad? El fin del menemismo con recesión, desempleo, pobreza, fuga y necesidad de dólares, patética enfermedad causada por el 1 a 1, estalló gracias a la profundización del modelo impresa al retorno del padre de la criatura. Cavallo terminó con la bestia por exigirla tanto. Mordedura de perro, pelo de perro.

Fernando de la Rúa intentó preservar la convertibilidad sin el concurso de sus fundadores. Designó a José Luis Machinea, Miguel Bein y Débora Giorgi para la continuidad del sistema. Ellos, para hacerlo, bajaron salarios, jubilaciones y aumentaron, vía “la tablita”, el Impuesto a las Ganancias. Hicieron, también, votar la flexibilidad laboral y acudieron al “blindaje”. Creían en el sistema y que podía reformarse por partes. Sabemos que los sistemas, cuando no funcionan, se rediseñan. Fracaso anunciado.

Así fue hasta que el Frente Grande (Chacho Alvarez y los actuales legisladores Juan M. Abal Medina, Diana Conti y Nilda Garré) acudieron al fundador para salvarla. Fin de la continuidad.

Daniel Scioli, al igual que De la Rúa, promete la continuidad de este sistema y lo hace con uno de los mentores de la Alianza. Bein propone la continuidad con reformas. ¿No sería más conveniente para la continuidad dejarla en manos de Axel Kicillof?

En 1999 el que quería cambiar era Eduardo Duhalde con moratoria para la deuda y la salida del 1 a 1. Ganó el miedo a la discontinuidad. La realidad hizo su trabajo. Scioli advierte que la no “continuidad” implica enormes riesgos. La continuidad, conducida intelectualmente por Bein, propone reformas tibias igual que con la Alianza. El fracaso llevó al “ala dura”: Chacho, Conti, Abal Medina y Garré a “aplicar pelo de perro” a la “mordedura”: Cavallo para terminar con los dramas de la convertibilidad. El “mordedor” tuvo la virtud de hacer explotar la bomba que había colocado en 1991. Eso permitió la nueva edificación. Recordemos: los sistemas no se reforman, se rediseñan.

Scioli propone repetir la metodología de la Alianza. No va a devaluar en función de la inflación atrasada, no va a salir del cepo o del control de cambios. Y sólo va a devaluar fiscalmente, con menos retenciones y más reembolsos. Espera lograr competitividad de a poco y, en el mientras tanto, sin dólares de exportación, procurará conseguir financiamiento externo, en principio y según Bein en declaraciones televisivas a Maxi Montenegro, arreglando con los holdouts con quita de 30%-40%, y procurando un blanqueo más amplio y generoso que el vigente. Considera que se pueden administrar, en materia cambiaria, las pulsiones renales y descargar de a poco.

En 2002, Jorge Remes se movió 40% y la presión lo llevó a $4 y de allí aterrizó al doble de la primera movida. Scioli, con Bein, no continuará la estrategia de revaluación del peso. El actual nivel del tipo de cambio será administrado con los datos de la inflación en curso, seguramente más próximos a la real, y marcando la tasa de interés y brindando elementos fiscales para la exportación. Seguramente introducirá el ajuste por inflación en Ganancias y Bienes Personales. Habrá mejoras para la exportación y algún desaliento a las importaciones de bienes y de servicios sustituibles.

En esas condiciones, la competitividad cambiaria seguirá siendo poco favorable a la exportación de valor agregado, y muy favorable a la importación de valor agregado fuera del país. La competitividad vale para el mercado interno como para el internacional. Quien no tiene precio para exportar difícilmente lo tenga para competir aquí. La crisis de competitividad consiste en la incapacidad de agregar valor en lo exportado y en reducir la canasta exportadora a bienes primarios o de primera elaboración.

Scioli va con fe de recuperar competitividad con tiempo y buena voluntad. Tiempo en marcha lenta para que los melones se acomoden solos. La buena voluntad es una apelación a los mercados que -luego de la paz con los buitres ya comentada? creen que abrirán el bolsillo. Con más caja, el ancla cambiaria bajará la inflación. Con inflación en baja y fondos en alza, el sciolismo afirma que las inversiones llegarán a manos llenas y, colorín colorado, el problema se habrá acabado.

Creen en la continuidad con reformas y no aspiran a liberarse de los condicionamientos del “modelo”. Por ahora no creen necesario llamarlo a Kicillof para que lo “resuelva” a la manera de Cavallo, con más cepo, más yuanes y más primarización. Scioli no tienen un Remes en la mira.

Estamos en la orilla coyuntural de estancamiento, inflación, sin creación de empleo, caída de exportaciones, déficit fiscal y agotamiento de reservas. Hay que llegar a la otra orilla para poder crecer, estabilizar la economía, crear empleo, aumentar las exportaciones, reducir el déficit fiscal y aumentar las reservas. El río a cruzar no es manso. Scioli nos invita a cruzar en el barco de la continuidad. Con el mismo coraje y la misma disputa íntima de la Alianza tan temida.

En la misma orilla de la realidad está Mauricio Macri. El Bein de Macri es Alfonso Prat-Gay. El espera de las metas de inflación resultados sorprendentes. Cita su experiencia como presidente del BCRA. Recuerda que la inflación pasó de 40% a 4%. Cierto. Pero teníamos una demanda deprimida a causa del 48% de personas bajo la línea de la pobreza y una oferta excedente en todos los sectores por la deflación. Estabilización sí. Ajuste por pobreza también. Heredada pero cierta.

Las políticas sociales, de Duhalde y Néstor, redujeron la pobreza y después del 4%, la inflación se duplicó año tras año hasta inspirar al cepo de Néstor al Indec en 2006. La demanda crecía y la ausencia de inversiones no generaba la oferta necesaria, aunque los dólares sobraran y años después huían en tropel. La recuperación del nivel de actividad y del empleo, los superávit fiscal y externo, que se lograron con Néstor posdefault, devaluación y boom de precios de los exportables, no fueron la consecuencia de un rediseño profundo de la estructura económica sino de la administración de la oportunidad. La característica central de un rediseño es el fuerte impacto en la inversión que, para ponerle un número, no puede ser inferior al 30% del PIB. No ha sido así. Toda otra bonanza es coyuntural y efímera.

Lo que denuncia que la madre de todos los problemas de la continuidad, siempre, es la ausencia de un programa de largo plazo consistente. La experiencia de Prat-Gay, para usarse como ejemplo, requiere el reconocimiento de la pobreza, el default, la devaluación y la soja ascendente.

Prat-Gay, además de su convicción en las metas de inflación, propone la liberación del mercado cambiario sobre la base de dos supuestos fuertes: que los precios tienen incorporado el techo del mercado paralelo del dólar y que el mercado liberado estará más cerca de $9,50 por dólar que de $16. Aldo Pignanelli, el economista de Sergio Massa, lo comparte: decía que $12 era su tipo de cambio. El camino del medio.

Prat-Gay imagina que, a ese nuevo tipo de cambio “más cerca de $9,50” sin retenciones o con retenciones disminuidas, habrá liquidación inmediata de exportaciones. Un colchón de dólares para cruzar a la otra orilla.

Con esas reservas y la puesta en marcha del sector rural será posible, vía crecimiento, mejorar la recaudación en términos reales, paralizada por cuatro años de estancamiento, y reducir subsidios indiscriminados a la oferta y substituirlos por subsidios discriminados a la demanda.

Lo que no dijo es cómo hace el BCRA para parapetarse frente al ejército de ahorristas en dólares ávidos de los poderosos verdes si estos no están por las nubes. Con la exportación, aún inmediata, no alcanza. La llave está en la sorpresa. En la bola de cristal algunos ven las luces del FMI y la paz con los buitres.

Estamos en la orilla de la que queremos salir. Más allá de las diferencias de mirada sobre los problemas de esta orilla y las bellezas de la lejana, la realidad es que cruzar el río es el problema.

Scioli se juega a los holdouts y los dólares financieros sin tocar mucho lo cambiario ni el cepo. Continuidad. Macri se juega a los dólares de la producción liberando el cepo e imaginando un dólar atractivo para el campo.

Scioli sostiene que la continuidad no agrava la inquietud y que se puede cruzar sin tener resultados a la vista. Quiere cambios pero que no se noten. La tripulación propia está amenazando enfrentar cualquier cambio. El principal problema está en el cruce que se propone. Macri, que postula un rediseño, se embarcará con una demanda de pasajeros que exigen resultados inmediatos, una tripulación acostumbrada a paseos de turismo y una tropa de candidatos al naufragio poco dispuesta a esperar por buenas noticias.

Puede que la orilla valga la pena, pero el plan de navegación hasta ahora no aparece, en ningún caso, consistente. Llegados a la otra orilla, hasta ahora, los dos coinciden en un tipo de cambio, con control o sin él, sin retenciones. Un tipo de cambio suficiente para el agro y los productos primarios. Pero, ¿ese tipo de cambio es el suficiente para la industria? ¿Sin retenciones?

Y, además, si quieren que entren dólares, ¿cuál es la fórmula para ahorrar en pesos antes de que la inflación pare ya que ninguno dice que sea antes de cuatro años?

Ninguno de los dos se propone tener de inmediato una moneda que preserve el valor y conserve el excedente en casa. Y ninguno propone las condiciones para tener una industria que preserve el trabajo. Moneda que preserva valor e industria que preserva trabajo no son temas “de largo plazo” sino definiciones urgentes. Tan urgentes como la concertación económica y social que debe comenzar el 22 de noviembre. Y concluirse el 10 de diciembre. La nave necesaria para cruzar el río que y llegar a la otra orilla es la de la concertación, que debe incluir la moneda y la viabilidad de la industria.

La economía nacional va a dos velocidades. La agrícola y primaria de productividad vertiginosa que expulsa mano de obra, y la industrial y urbana que necesita, para existir, crecer y absorber, un tipo de cambio mayor que nuestra extraordinaria ruralidad. La economía genera excedente que fuga porque no hay moneda ni incentivos para invertir. De eso no se habla. Y sin ello no hay ni continuidad ni cambio que aguanten. Condición necesaria aunque no suficiente.

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