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Apertura y crecimiento: lo que muestran los datos

Cada país es como un paciente ante el médico. Es cierto que Argentina es un país cerrado al mundo y es cierto también que no crece. Pero es una falacia lógica el proponer, a partir de esas dos verdades, una conclusión claramente incierta, como que la apertura conduce al crecimiento.

25 junio de 2019

Por Jorge Paz 

En el inicio de la campaña electoral de Argentina se escuchó hablar de que “sin apertura económica no hay futuro”. Lo dijo José Luis Espert a principios del año, y se convirtió en el punto central de su propuesta política durante las últimas semanas. Es notable la manera en que afirmaciones como estas se transforman en armas de combate electoral, sin discutirse la eficacia que han demostrado dichas estrategias de crecimiento en la práctica. Vamos a revisar entonces qué dicen los datos al respecto y a evaluar las conclusiones a las que se puede llegar con la información disponible. Pero antes de hacerlo revisemos cuáles son los fundamentos de ese tipo de frases que a veces se toman como “verdades reveladas”.

La relación entre la apertura comercial y el crecimiento económico tiene una larga tradición en la historia del pensamiento económico. Se ocuparon de ello con mucho interés mercantilistas como Gresham, Colbert o Petty, y economistas clásicos del porte de Smith, Ricardo y Marx. Desde ese momento hasta ahora ha sido objeto de debates y contiendas teóricas.

La tesis que apoya la apertura comercial se basa en la presunta contribución de ésta al crecimiento económico. Las vías por las cuales se supone que ocurriría son dos principales: generaría una mayor demanda por los bienes que se producen en el país, y una mayor y más diversificada oferta de bienes para los consumidores locales que, de esta manera, verían aumentado su bienestar. Para lograr estos efectos sería necesario remover todas las barreras que se oponen a libre intercambio de bienes y servicios entre naciones.

El indicador que suele usarse para medir el grado de apertura de una economía es el cociente entre el intercambio comercial (exportaciones más importaciones) y el PIB. Este indicador da cuenta de la importancia del comercio internacional en términos de volumen de riqueza interna generada. En el Gráfico 1 se muestra su evolución en el mundo durante los últimos cincuenta y siete años.

Claramente, el grado de apertura comercial creció con el paso del tiempo, y las grandes interrupciones a esta tendencia coinciden con las turbulencias por las que hubo de atravesar la economía mundial, como por ejemplo la crisis de las hipotecas subprime, hacia el final del tramo de la serie completa. Desde ese momento y hasta la fecha se observa una caída del grado apertura económica de las naciones.

Apertura y crecimiento: hechos

¿Cuáles son y cómo les fue a las economías más cerradas y a las más abiertas? El cuadro 1 muestra datos para la última fecha con información disponible.

Como puede verse, Argentina es la tercera economía más cerrada del mundo, pero llama la atención que aparecen en ese ordenamiento economías capitalistas exitosas como Estados Unidos y Japón. Ciertamente, en el ranking de las más abiertas también se encuentran casos de economías ricas, de otras que crecieron y de otras a las que no les fue muy bien en el proceso. En suma, los datos que se mostraron hasta aquí no permiten lograr una demarcación completa y clara de los términos de la discusión. La información para Estados Unidos y Japón parece contradecir que la apertura conduce al crecimiento, pero también es cierto que el pobre desempeño de Argentina y de otros países pobres de Africa parece confirmar esa afirmación. Otras tantas conclusiones desconcertantes surgen de mirar los casos que se encuentran entre las economías más abiertas.

Quizás ocurre de que los datos contenidos en el Cuadro 1 sólo corresponden a un puñado de países, y las afirmaciones sostenidas por Espert y otros economistas están mirando la performance de todos los países en conjunto. En realidad, el camino debería ser ese: obtener una generalización usando el conjunto de datos disponibles. Por eso en el Gráfico 2 se relaciona la tasa de crecimiento económico entre 1990 y 2017 de más de 180 países con el grado de apertura observado en cada una de esas economías al inicio de ese lapso; esto es en el año 1990. De cumplirse la hipótesis que sostienen aquellas/os que están a favor de la apertura y que desean el crecimiento económico, la relación debería ser positiva.

Como se desprende del cuadro, la evidencia está lejos de ser concluyente. Se han delimitado allí cuatro zonas o cuadrantes, según el grado de apertura promedio y según el crecimiento económico mundial promedio. Los países se hayan distribuidos en torno a los cuatro cuadrantes de manera más o menos uniforme: países cerrados que crecieron poco y otros que lo hicieron mucho, abiertos que crecieron poco y otros que lo hicieron mucho.

Se pueden distinguir grupos que siguen la lógica: mayor apertura mayor crecimiento y otros que siguen la lógica opuesta: mayor apertura y menor crecimiento.

Una conclusión importante que puede obtenerse de este breve repaso de los datos disponibles se refiere a lo peligroso que resulta proponer caminos cuyo destino se desconoce. Cada país, en economía, es como un paciente en la práctica médica. Es cierto que Argentina es un país cerrado al mundo y es cierto también que no crece. Pero es una falacia lógica el proponer, a partir de esas dos verdades, una conclusión claramente incierta, como que la apertura conduce al crecimiento.

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