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Anatomía del mercado laboral

La suba del desempleo se debió más a una caída del empleo que a la cantidad de gente que lo busca.

26 marzo de 2019

Por Jorge Paz 

Discutir la situación del mercado laboral sólo en torno a la tasa de desempleo es como pedir un balón de cerveza para tomar la espuma y nada más. Si bien este indicador es muy útil no es suficiente para informar sobre el abanico de problemas laborales que enfrenta la población.

¿Oferta o demanda?

La desocupación aumentó del 7% al 9% entre 2017 y 2018, y el aumento es estadísticamente significativo, lo que implica que no se debe a un error muestral. Pero si bien los argentinos recién ahora (la semana pasada para ser exactos) hicimos saltar los botones de nuestras camisas (como Caifás), la tasa de desempleo se mantuvo estable durante todo 2018. El aumento se produjo entre 2017 y 2018, período en el que se aprecia un desplome de la actividad como lo refleja el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE), que rompe claramente el piso de 145 (punto más bajo desde 2016) hacia mediados del 2018.

Esto sugiere que el aumento del desempleo se debió más a una caída del empleo que de gente que busca empleo. En efecto, si se mira la tasa de actividad laboral de la población puede constatarse que se mantuvo durante el período y que lo que cayó fue la tasa de empleo, un indicador de la demanda de trabajo.

Pero lo anterior no significa que la oferta haya sido un remanso. Para evaluar la situación del mercado laboral entre 2017 y 2018 es necesario consultar otros indicadores. Por ejemplo, la presión sobre el mercado de trabajo aumentó en 6 puntos porcentuales, esto es, cuatro más que el aumento de la tasa de desocupación. Dicho de otra manera, el porcentaje de la población económicamente activa que manifiesta tener problemas laborales pasó del 27% al 33% solamente entre 2017 y 2018.

Esto implica que en 2018 hay alrededor de 740 mil personas más que en 2017 con problemas de empleo. Estos cambios se reflejaron claramente en la estructura del empleo. Aumentó significativamente el porcentaje de asalariados sin descuentos jubilatorios, como así también los subocupados: personas que trabajan menos horas que las que desearían trabajar. La tasa de subocupación, que también es un indicador de insatisfacción con el empleo actual, creció casi tanto como el desempleo abierto. De los desocupados con ocupación anterior los que se vieron más afectados fueron los de la construcción y el comercio, dos ramas que concentran los empleos de ingresos bajos (menores que la media de ocupados) y que se ubican en el sector de no transables: la demanda por los servicios de estos trabajadores es una demanda derivada de bienes y servicios con fuerte dependencia de la demanda interna.

También resulta conveniente: a) una mirada de más largo alcance para que la miopía no nos confunda; b) observar no sólo el promedio nacional, sino lo que pasa con el llamado desempleo regional. En la tabla se muestras la tasa de desocupación en la Argentina de hace doce años (2006) y la que se registraba en 2016 y 2018, teniendo en cuenta los centros urbanos (aglomerados) relevados por la Encuesta Permanente de Hogares. Un primer aspecto que llama la atención es la gran estabilidad del desempleo de mediano plazo, situándose en torno al 9% de la población activa. Segundo, es interesante observar los grandes cambios que se dieron en la estructura regional del desempleo: aumentó fuertemente en Río Gallegos, el Gran Rosario, Córdoba y Mendoza, mientras que se registran reducciones importantes Gran La Plata, y casi todos los centros urbanos del NOA.

Este rápido panorama nos remite al planteamiento de partida. Según la tasa de desempleo, los aglomerados del NOA mejoraron, y otros, demográficamente muy importantes como Rosario, Córdoba y Mendoza, empeoraron. Ciertamente, la tasa de desocupación recupera cierta información del mercado laboral, pero no toda, ni siquiera quizá la más importante. Un ejemplo permite apreciar esto claramente: Salta, una ciudad con una desocupación similar al promedio nacional, tiene una tasa de informalidad del 47% (casi la mitad de los ocupados asalariados) que supera ampliamente al promedio nacional y en más de 15 puntos porcentuales del nivel que arroja el Gran Rosario.

Esta radiografía debería incluir también datos de ingresos, pero aún no está disponible la información que permite evaluar esta variable.

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