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¿Qué pasará con el dólar en 2016?

El Gobierno sigue con las minidevaluaciones

12 junio de 2015

Si existiera un ranking de incógnitas que desvelan al gran público, estaría encabezado por la pregunta sobre quién sucederá a Cristina Kirchner a partir del 10 de diciembre. Muy probablemente, el segundo enigma sería cuál será el valor del dólar, actualmente en $ 9,04/US$, en 2016. Para 2015 existe consenso en que no hay que esperar mayores variaciones cambiarias y que el dólar terminará el año en algún lugar entre $ 9,50 y $ 10. Para ser más exactos, entre $ 9,60 y $ 9,70, dijo Miguel Angel Broda en el 32° Congreso Anual del IAEF. Pero sostener el atraso cambiario no será posible más allá del 10-D, so pena de castigar aún más a los sectores transables (y, con ello, a la actividad y el empleo) y ahondar la restricción externa. Por eso, la gran incógnita es hacia dónde irá el dólar en 2016. Sobre esa pregunta, siempre convocante por estos pagos, se aboca esta nota. “Durante los últimos días y semanas se ha discutido mucho acerca de la necesidad o no de que se produzca una devaluación del peso una vez que asuma el nuevo gobierno a partir de diciembre. En ese sentido, y analizando las exposiciones públicas de varios economistas cercanos a los candidatos presidenciales con mayores posibilidades de ser electos presidente, parecería existir un cierto consenso en torno a la idea de que un aumento fuerte del tipo de cambio nominal no es necesario. Frente a esto, lo primero que hay que decir es que, por tratarse de economistas cercanos a los candidatos presidenciales, por encontrarnos muy cerca de las elecciones y porque las devaluaciones son costosas para la sociedad, habría que tomar con pinzas las declaraciones públicas recientes de los profesionales que forman parte de los equipos económicos que asesoran a los candidatos. Ninguno de ellos quiere asustar a su electorado, anunciando la necesidad de hacer cosas que van a traer aparejados costos no triviales”, advierte el economista Luis Secco. El famoso Teorema de Baglini: a medida que uno se acerca al poder, se vuelve más conservador y sus propuestas son más friendly para los votantes. “Ahora bien, el gran problema es que la devaluación es inevitable. Y es inevitable porque el dólar está muy barato y, en parte por lo anterior, es escaso”, grafica Secco. Pocos “billetes” Los cálculos técnicos que cimientan su prognosis son más que elocuentes. “La escasez relativa actual del dólar es evidente cuando se analiza la relación que existe hoy entre la cantidad de pesos y las reservas internacionales. Hoy en día hay unos $ 14,39 en la base monetaria por cada dólar en las reservas internacionales. Si a las reservas les sacamos la deuda con importadores, los encajes en divisas y los préstamos de los bancos centrales de China y Francia, el ratio se eleva hasta los $ 36,43 por dólar. Más aún, si le agregamos a ese cálculo los pesos potenciales que se pueden agregar a la base monetaria (stock de Lebacs + pases pasivos - redescuentos), la relación alcanza los $ 58,04 por dólar. A todo esto, les recordamos que el tipo de cambio oficial es $ 9,04 por dólar”, sostiene Secco. Pero nos endeudamos, y adiós escasez. No tan rápido, dice Secco. Los que se inclinan por la idea que no es necesaria una devaluación brusca del peso, razona, argumentan que el problema de la escasez relativa se puede solucionar recurriendo al financiamiento externo. Pero, atención: está el conflicto pendiente con los holdouts, no está claro que los mercados quieran prestarle al país para seguir financiando sus desequilibrios y la inminencia de una suba de tasas de la Reserva Federal reducirá los incentivos para prestarle al mundo emergente y a la región en particular. Tampoco habrá dólares comerciales: en el primer cuatrimestre el saldo comercial fue de apenas US$ 420 millones. ¿Será la IED, un ítem en el que el país está claramente rezagada frente a sus vecinos, la “caja” que financie la escasez? Tampoco está claro. Peor aún: si llovieran los dólares, el tipo de cambio podría apreciarse aún más porque el precio del dólar podría bajar. Pero el problema del atraso cambiario (o, en palabras de Lorenzo Sigaut Gravina, del superpeso) seguiría allí, y de manera más acuciante. El precio (también) importa “Pero, incluso si asumimos que la cuestión de la escasez relativa de divisas puede solucionarse más o menos rápido consiguiendo financiamiento externo (algo de lo que, repetimos, nosotros no estamos tan seguros), la cuestión del precio relativo del dólar es mucho más difícil de sortear”, explica Secco. “Dado los niveles actuales de productividad que tiene Argentina y el valor del dólar frente a las monedas de nuestros principales socios comerciales (especialmente, Brasil), la economía no es competitiva al precio que tiene hoy en día la moneda norteamericana en el mercado oficial. Puesto de otra manera, al tipo de cambio nominal oficial actual, nuestros productos tienden a ser relativamente caros en el exterior, al tiempo que los bienes y servicios externos tienden a ser relativamente baratos en el mercado interno”. Así lo demuestra, casi a la perfección, la evolución declinante de las exportaciones y, junto a ellas, del saldo comercial. “La única alternativa posible para modificar la tendencia al deterioro de los sectores transables es vía una devaluación del peso”, dice, tajante, Secco. Otro consultor, que solicita off the record, dedica su último informe a reseñar de diversas maneras el atraso del tipo de cambio. Hace un año, dice, el dólar costaba $1 menos que ahora. Sin embargo, desde entonces, el peso se devaluó 12,5% y los precios subieron 26,5%. Es decir, el peso se apreció 11% frente al dólar. Pero como las monedas de los países con los que comercia Argentina también cayeron, una medida más amplia de la competitividad-precio, el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM), se apreció nada menos que 25,5% en el último año. “Para tener una noción histórica del nivel actual del TCRM, nunca desde el fin del Plan de Convertibilidad (2001) el peso ha estado tan apreciado”, ratifica. Si quisiéramos tener el mismo TCRM de 2011, calcula, el dólar debería costar $12,50. Y si quisiéramos el TCRM del 2003, el dólar debería estar en $ 14,70. Por supuesto, dice, la estrategia es rendidora electoralmente: el salario en dólares creció 14% en los últimos 12 meses. Según Delphos Investement, el próximo Gobierno heredará un “fuerte atraso cambiario”. Desde Elypsis dicen que, en mayo, “el tipo de cambio real multilateral se apreció 3,4% comparado con el mes pasado”. En Congreso del IAEF, Kiguel dijo que el tipo de cambio está atrasado y que debe “sincerarse”. Estamos, dijo, “un poquito mejor que en 2001 en materia de competitividad”. Al día siguiente, Broda fue más categórico. “Apreciamos el peso como nunca antes en la Historia”, dijo. Entre enero y mayo de 2014 e igual período de 2015, el Tipo de Cambio Real (TCR) se apreció 35,8%. Sólo en lo que va del año, acumuló un atraso de 14%. En materia de pérdida de competitividad, añadió, 2015 será peor que 2014, 2013 y 2012 combinados. Las proyecciones Por último, llegamos al momento más esperado: las proyecciones. En su último informe, el economista Federico Muñoz pronostica un dólar a $ 14 para fin de 2016, “tras un salto cambiario inicial” que “luego se mantendría (con) un esquema de minidevaluaciones”. Broda, pese a haber sido muy enfático sobre la magnitud del atraso cambiario, cree que la realpolitik le impondrá restricciones a la recuperación del TCR de equilibrio. Es decir, se devaluará, sí, pero menos de lo necesario. Ante una consulta de El Economista, planteó que habrá un salto inicial de 10-15% en el tipo de cambio nominal. “Cualquiera de los ajustes que están pensando los presidenciables en ningún caso superarán el 15%. En 2016, aún estaremos lejos de tener un TCR de equilibrio”, dijo, y específico que la devaluación será mayor en caso de que gane Mauricio Macri. Si, en cambio, ganara Scioli el ajuste cambiario será menor y más gradual. No hay que esperar, dejó traslucir Broda, una megadevaluación en 2016. Asimismo, agregó, puede haber otras medidas tendentes a mejorar la competitividad-precio que no provengan por el lado de un ajuste cambiario: por ejemplo, quitando las retenciones a ciertos sectores o teniendo una política mucho más activa y expandida de reintegros, un ensayo similar a las “devaluaciones fiscales” tan difundidas en los '90. ¿La cosa vendrá por allá? Un temor que sobrevoló el Congreso del IAEF es el riesgo de una “chavización”: es decir, que se cierre aún más la economía y se “perfeccione” el cepo. Eso aumentaría las brechas cambiarias (y las presiones inflacionarias) y prolongaría la recesión. Como le está pasando hoy a Venezuela. Sin embargo, “los riesgos de una venezuelización son muy bajos”, dijo el economista Miguel Kiguel. Sí, como todo indica, tendremos un ajuste en uno de los precios rectores de la economía en 2016 (o en diciembre), la gran incógnita es si, esta vez, habrá un plan integral para limitar el passthrough de la devaluación a los precios e ir conduciendo la inflación hacia andariveles más saludables o si será, una vez más, pan para hoy y hambre para mañana. Más que en el precio del dólar, ahí está la gran incógnita para 2016.

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