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“Estados Unidos se recupera, aunque a un ritmo lento”

Entrevista a Gabriel Burin

10 julio de 2013

Hace más de una década que Gabriel Burin, economista graduado en la UBA, se ha especializado en la economía estadounidense. En parte, porque se trata, nada menos, de la principal economía del mundo y porque su trabajo (cubre temas de economía internacional para la agencia Reuters) se lo demanda. Y también, como explica en su libro (“La economía de Estados Unidos”, 2009), para ver qué hacía con sus propios ahorros. En diálogo con El Economista, analiza la actualidad de la economía estadounidense y proyecta algunos escenarios a futuro.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, destaca que la recuperaciónde su país es sólida y, siempre que puede, la compara con la de Europa. Obviamente, en esa comparación, EE.UU. sale mejor parado. Más allá de eso, ¿cómo cree que está la economía estadounidense actualmente?

Está en una fase de “recuperación sin empleo”, lenta y frágil, que se consolida de a poco. El producto interno bruto crece este año a un ritmo débil, de algo menos del 2%, con una desocupación que sigue alta en torno al 7,5%, debajo de su marca del peor momento de la Gran Contracción reciente pero lejos del óptimo de la posguerra. Se crean empleos de menor calidad y hay más desigualdad. El avance está impulsado por un reinicio sano del “motor” de la economía real, que es el ciclo del ingreso y el consumo privado, al tiempo que el Gobierno toma las medidas de control fiscal y monetario correctas para apuntalar la confianza. Pero el cuadro es delicado, porque la reactivación es muy susceptible a los altibajos de la Bolsa, al ajuste fiscal y monetario de Washington y a la debilidad de la economía internacional.

Obama dijo que intentaría construir una economía “con fundamentos más sólidos”, en oposición a una más endeble como la que desembocó en la crisis subprime de 2008-2009. ¿Lo logró?

Parcialmente. Primero, hubo un efecto autocorrección, en el que la propia crisis redujo los excesos que desembocaron en ella. El derrumbe financiero y económico de 2008- 2009 pinchó una burbuja de activos histórica, ajustó el mercado laboral y generó un clima de austeridad general, terminando para siempre con la irracional fuga hacia adelante de lo que yo llamo la “economía del castillo de naipes” previa. Obama ofreció una imagen y una orientación que ayudaron a guiar a todos los agentes económicos en el proceso de estabilización tras el colapso. Eso es meritorio, pero también es lo mínimo que debía hacer. Todavía persisten los problemas estructurales de la economía, como la propensión a la inflación financiera, la productividad baja y la depresión de la tasa de ahorro. Lentamente, esas cuestiones se están abordando bien.

Ben Bernanke insinuó recientemente que la Reserva Federal (Fed) podría comenzar a quitar el pie del acelerador monetario, algo que, eventualmente, iba a tener que ocurrir. ¿Esto se debe a que los estímulos ya no son tan necesarios o a que los costos de una política tan expansiva superan a sus beneficios?

Se debe a las dos cosas. Por un lado, la economía de nuevo empezó a caminar con sus propias fuerzas, por más que sea en forma tentativa. Paralelamente, ya se tornaron muy evidentes los defectos de una flexibilización cuantitativa (QE, en inglés), que en realidad empezó hace más de una década: la especulación, la presión inflacionaria y el ocultamiento de los problemas subyacentes. Igual, esto no es tan claro para todos. Dentro de la Reserva Federal existe un debate intenso. En estos momentos hay un claro repunte del ala ortodoxa, formada por los funcionarios opuestos a la QE y más propensos a la inflación baja, frente a un retroceso de los más heterodoxos, cuyo pensamiento había prevalecido desde fines de la década de los '90. Es un equilibrio de fuerzas cambiante.

Si la Fed decidiera seguir por ese camino, ¿qué efectos podría tener sobre su economía y, también, sobre el resto del mundo, especialmente América Latina?

En EE.UU., el efecto neto será positivo. La reducción del estímulo monetario y el ajuste presupuestario que lleva adelante el Gobierno son los males menores. Con unos niveles tan grandes de desequilibrios en las finanzas públicas, una continuación “zombie” de las políticas expansivas extremas de la última década sería peligrosa, exacerbando los problemas en medio de una recuperación endeble. Claro que no es una tarea sencilla. El mes pasado bastaron sólo unas pocas palabras de Bernanke sobre el posible adelantamiento de la moderación monetaria para que se desplomaran todos los mercados financieros, incluyendo a los de Latinoamérica. Creo que habrá más episodios así. El problema de América Latina consistiría en su falta de preparación ante este escenario.

En el epílogo de tu libro escribiste que “el panorama a futuro no está claro, aunque el escenario más posible es que la economía de EEUU se estabilice en los niveles actuales por años, muy lastimada, pero sin una destrucción mayor”. En líneas generales, y bien en criollo, digamos que, a más de cuatro años de ese vaticinio, “la pegaste”. ¿Cómo sigue la historia de aquí en adelante para la principal economía del planeta?

La situación actual es similar al inicio de los años '90, la estabilización y consolidación posteriores a los excesos de las reaganomics: algunos auguraban el fin del capitalismo, otros veían un resurgimiento heroico, y lo que hubo, en realidad, fue una etapa de varios años de expansión lenta, expectativas bajas y austeridad. Una “recuperación sin empleo” como las que ya había vivido EE.UU. en otros inicios de década durante la posguerra. Creo que la mejora continuará y, a pesar de todos los problemas, seguirá ofreciendo oportunidades a lo bueno y lo nuevo. El ajuste pasará por los que no estén adaptados a la “nueva normalidad”. Latinoamérica no la pasó muy bien en etapas parecidas de otras décadas porque cuando EE.UU. crecía, absorbía capitales de otros mercados que preferían un dólar más fuerte y tasas más altas allí. Esto implica viento en contra para la región.

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