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Cómo superar el miedo a flotar y la lección de Maradona

¿Cuáles son las lecciones maradonianas para que los banqueros centrales eviten corridas?

18 marzo de 2016

(Columna de Santiago Chelala, doctor en Economía y profesor de la UBA)

La literatura económica tradicional asigna la clasificación de “miedo a flotar” a situaciones donde los países prefieren movimientos graduales del tipo de cambio en lugar de permitir la libre flotación de sus monedas. Para evitar la connotación peyorativa de la palabra miedo, en los últimos años se utilizó un sinónimo: flotación administrada.

La administración apunta a evitar saltos del tipo de cambio, hacia arriba o hacia abajo. El contrapeso más usado en países emergentes es el nivel de reservas. Si la oferta de dólares supera a la demanda, se acumulan reservas para evitar la apreciación cambiaria. Mientras que, si ocurre lo contrario, se venden reservas para amortiguar la devaluación.

En países desarrollados, el instrumento favorito es la tasa de interés. Pequeños movimientos en las tasas de interés inducen grandes movimientos en los mercados de capitales, afectan el balance de pagos y las expectativas de devaluación.

Pero un plan antiinflacionario, cualquiera sea su estructura, debe tener en cuenta no solo los valores objetivos de emisión monetaria, tasa de interés, reservas y tipo de cambio, sino incorporar un manejo inteligente de las expectativas. La difícil tarea de la autoridad monetaria es trabajar sobre las expectativas para poner fin a una especulación inevitable cuando todos creen que el único camino posible del dólar es hacia arriba.

La relación entre tasas de interés y expectativas dio lugar a la conocida “Teoría Maradona de la tasa de interés”, enunciada por Mervyn King, ex gobernador del Banco de Inglaterra. El argumento sostiene que un banco central puede engañar a los mercados como Diego engañó a los defensores ingleses en el Mundial de 1986: amagar hacia un lado y el otro pero seguir casi en línea recta hacia el arco rival. Para King, el banco central debía mantener su política de tasas de interés pero haciéndole creer al mercado que pronto habrá un desvío. Los efectos se verán igual porque el mercado actúa, como los jugadores ingleses, sobre la base de sus expectativas.

La segunda lección maradoniana fue formulada por Richard Barwell, economista de BNP Paribas, para quien la enseñanza más relevante se desprende del primer gol a Inglaterra en ese mismo partido. La famosa “mano de Dios”. Según Barwell, no es posible engañar a los mercados por mucho tiempo. Si el banco central amaga una y otra vez con tomar una decisión que luego no sigue, finalmente caerá en descrédito y los mercados ajustarán sus previsiones. Para impedir que esto suceda, la autoridad monetaria puede romper las reglas de juego como hizo Maradona y tomar decisiones por completo impredecibles. Los mercados tomarán resguardos si piensan que es factible un cambio radical de estrategia sin previo aviso.

El problema con esta versión es que el quiebre de reglas no puede ser continuo o también perderá el efecto sorpresa. Además, de un banco central se esperan reglas claras y que no haga trampa.

La tercera lección futbolera y quizás la más importante proviene de otro gol maradoniano, inolvidable para los hinchas de Boca. En abril de 1981, Maradona convierte el 3-0 a River y deja gateando en el césped al arquero Ubaldo Fillol, al defensor Alberto Tarantini y a un fotógrafo que intenta seguirlo en su festejo hacia la tribuna. Aún quedaba media hora de juego pero el equipo de Daniel Passarella, Norberto Alonso y Mario Kempes deambuló aturdido el resto del encuentro, una buena metáfora sobre el manejo de expectativas.

Moraleja: para terminar con la especulación nada mejor que el ridículo. Los especuladores tienen que perder plata, quemarse las manos comprando dólares caros y agarrarse la cabeza con la apreciación. A veces no alcanza con hacer un gol. A veces hay que dejar al rival dando manotazos en el aire.

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