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Ganaron juntos (pero no tanto) con mal ejemplo en CABA y el regreso de los outsiders

El principal proyecto radical parece ser construir sus propios presidenciables y ampliar sus actuales gobernaciones y , que no sea el PRO el único que conquista lugares ejecutivos

Juntos
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16 septiembre de 2021

La capital, el distrito más sofisticado y plural del pais acaba de dar el peor ejemplo. Alberga la primera corriente abiertamente despectiva con el sistema político. Llamar “la casta” a la dirigencia puede resultar un argumento atractivo e incluso provechoso en términos de votos.

El exaltado futuro diputado que logró 13% de votos debiera leer la Constitución: los partidos políticos son parte de ella y descalificar a sus dirigentes como “casta” implica una negación de su espíritu y su letra. Debe aprender otras cosas, como la igualdad de derechos en una votación. Llevó facturas (sabían viejas, como del día anterior) para las autoridades de mesa, pese a lo cual éstas debieron advertirle que para votar había que hacer cola y que por muy candidato que fuera debía esperar su turno. Su consigna ?“primero estás vos”- es inconsistente con cualquier convivencia en sociedad. Ni siquiera los clanes de la Edad de Piedra podrían sobrevivir a semejante convocatoria a ignorar al prójimo y toda regla ajena a la voluntad propia.

No todo outsider repitió esa experiencia poco feliz. Hubo gran cantidad de candidatos extrapolíticos, ese invento de Carlos Menem cuando convocó a Palito Ortega y Carlos Reutemann para dar vuelta las esperables derrotas de Tucumán y Santa Fe.

Esa farandulización de la política combinaba perfectamente con el estilo del caudillo riojano. Tuvo éxito electoral pero estableció una premisa compleja: la política no requería de profesionales sino de improvisados. Una variante empobrecedora de la “democracia de candidatos” que reemplazaban a los partidos. Imagen y simpatía por encima de ideas y convicciones. Los asuntos públicos devinieron show business.

Por supuesto, la dirigencia política exhibe numerosas fallas. La asistencia a las urnas de 83,77% en 1985 cayó a un modesto 66%. Marca ?además de la pandemia- una protesta semejante a la de 2001, cuando muchos votantes de la Alianza promovieron el ausentismo, y votaron nulo o en blanco. La Alianza perdió en dos años la mitad de sus votos. Se derrumbó a 23,4%, aunque parte de esa sangría la produjo Elisa Carrió con su Argentinos por una República de Iguales que orilló 9%.

La derecha democrática

También vivimos novedades estimulantes. A diferencia de aquella postura liberticida, la derecha democrática vuelve a ser alternativa de poder. Cuando el radicalismo yrigoyenista se exhibió invencible, la derecha abandonó su confianza en el pueblo y sólo volvía al poder por el fraude, la proscripción o elenco estable de los golpes militares. Así fue hasta 1983. Las diversas fuerzas conservadoras arrastraban ese pecado en los comienzos de la democracia restaurada.

Propuesta Republicana logró construir una coalición razonablemente plural en 2015, con un discurso entre desarrollista y liberal, con afiliados peronistas y radicales, además de liberales y recién llegados. No asumía posiciones francamente liberal conservadoras. Pero el último año y medio, algunos de sus líderes sostienen abiertamente esas banderas. Y al mismo tiempo siguieron haciendo política y buscando votos. Un verdadero éxito para la estabilidad del sistema político argentino. Desde siempre existe una corriente liberal conservadora (por ejemplo, 20% de los votos presidenciales de 1973, divididos en tres fórmulas autónomas) y fortalece a la democracia la consistente presencia de una fuerza de derecha capaz de ganar y perder, asimilada a la competencia.

Juntos pero no tanto

El PRO fue el más favorecido por las victorias: Buenos Aires y Entre Ríos sus mayores éxitos. En CABA la coalición que dirige Horacio Rodríguez Larreta con radicales y cívicos perdió votos respecto de sus últimas presentaciones, a pesar de la inteligente inclusión del reaparecido ?y vigente- Ricardo López Murphy. En la interna de la interna, los peores resultados fueron para Mauricio Macri, acompañado en diversas derrotas por Carrió.

Al mismo tiempo, 2021 marca el primer intento radical desde 2015 para rebelarse ante su goloso asociado. El radicalismo bonaerense decidió abandonar el lugar de segundón. Fue a internas, hizo un buen papel, perdió 22-15, ganó en la mayoría de los distritos pero no logra resucitar en el conurbano. Tendrá menos legisladores que antes, pero recupera una voz que parecía extinguida en la pasada década. Y no hay esperanza si no hay mensaje audible para los votantes.

De todos modos, en muchos distritos no fueron radicales versus republicanos (del PRO) sino mezclas con componentes variados. Habrá que ver cómo decanta, si es que decanta.

El principal proyecto radical parece ser construir sus propios presidenciables y ampliar sus actuales tres gobernaciones. En otros términos, que no sea el PRO ?hoy por hoy parece favorito- el único que conquista lugares ejecutivos, que sería lapidario para la supervivencia radical como partido de poder.

En el interior, hay cambio de guardia. Liderazgos tradicionales de Córdoba, por ejemplo, fueron desplazados. También parece llegar el ocaso para otras figuras que iluminaron el espacio radical durante décadas.

No sólo hay relevos en la UCR.

El espacio progresista tradicional parece haber extraviado su  protagonismo: los radicales de Ricardo Alfonsín han perdido protagonismo, igual que las ahora raleadas filas de Margarita Stolbizer. Los socialistas santafesinos no logran recuperarse de la muerte de sus líderes Hermes Binner y Miguel Lifschitz.  Resultado, las ideas socialdemócratas apenas sobreviven.

Un párrafo final para la esforzada tarea del trotskismo del Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad. Un millón de votos le dan un modesto tercer puesto con picos interesantes (22% en Jujuy) y lo convierten en la fuerza principal de la izquierda. Si agregaran a su vocación por las marchas callejeras propuestas específicas de mejora y propuestas de gobierno creíbles podrían aprovechar la crisis del peronismo en los sectores sociales más castigados por la crisis y la pandemia.

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