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¿Qué está pasando en Cuba?  

El pasado 11 de julio, los nietos y bisnietos de la utopía revolucionaria cubana se movilizaron para demandar una mejor situación a un Gobierno asfixiado

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04 agosto de 2021

Por Franco Marinone (*)

El pasado 11 de julio, los nietos y bisnietos de la utopía revolucionaria cubana se movilizaron para demandar una mejor situación a un Gobierno asfixiado por el bloqueo económico norteamericano, y eternamente excusado por el mismo.

Las protestas sociales, que no se vivían con esta intensidad desde el Maleconazo de 1994, tuvieron una gran repercusión en los medios de todo el mundo, invitando a políticos, artistas y opinólogos de dudosa formación a debatir sobre el régimen cubano.

Algunas declaraciones fueron controversiales, destacando las del alcalde de Miami, Francis Suárez, que pedía que se estudiase una posible intervención militar, proponiendo “ataques aéreos para resolver un problema humanitario”.

Cuba, esa pequeña isla caribeña de 11 millones de habitantes y que se encuentra a tan solo 160 kilómetros de EE.UU., sigue levantando pasiones a un lado y otro del espectro político internacional, pero más allá de las visiones superficiales es necesario realizar un análisis de fondo de la situación que se vive en este país, empezando por los hechos ocurridos a mitades del mes pasado.

Las protestas del 11 de julio

Una mañana de domingo los residentes del municipio de San Antonio de los Baños, al suroeste de La Habana, se movilizaron para protestar debido a largos cortes del suministro eléctrico, dificultades para obtener alimentos, y el empeoramiento de la situación epidemiológica.

Posteriormente la manifestación se fue extendiendo al resto de ciudades del país hasta alcanzar el nivel nacional. La respuesta del Gobierno no se hizo esperar: el presidente cubano Miguel Díaz-Canel ordenaba la represión de los manifestantes dejando al menos un centenar de detenidos y un muerto.

Las causas de las manifestaciones son diversas. Cuba está viviendo una triple crisis: económica, sanitaria y alimentaria. En primer lugar, la semana anterior a las protestas se registró un fuerte aumento de los casos y muertes por Covid-19, siendo el pico de las mismas el día 10 de julio con 39 muertes y 6.750 contagios.

En fases anteriores, el país caribeño había logrado contener de forma efectiva el virus, pero en esta ocasión, ante la imposibilidad de decretar restricciones a la circulación debido a la fragilidad económica, la curva de casos se disparó.

A su vez, la crisis del Covid-19 trajo aparejado la casi desaparición del flujo turístico en el país, que representa el 10% del PIB de Cuba y genera medio millón de empleos. Según datos de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), Cuba ha pasado de recibir 4,2 millones de visitantes en 2019 a menos de 1 millón en 2020, y tan solo 65.000 en el primer trimestre de 2021.

Otro factor a tener en cuenta es la subida de precios de alimentos en el mercado mundial, proceso que se lleva dando desde principios de la década pasada y que, según el Banco Mundial (BM), se ha acelerado en el último año, llegando a una subida del 39,7% en el período 2010-2020. El factor toma relevancia ante los datos proporcionados por Magalys Calvo, viceministra de Economía y Planificación del Gobierno cubano: Cuba importa el 84% de los alimentos que se consumen en el país.

Este contexto de subida de precios, acentuado por las malas cosechas debido a los recientes desastres naturales, ha llevado al país al desabastecimiento, cayendo 20,41% las importaciones en 2020 respecto al año anterior, y generando largas colas en los supermercados y farmacias.

El bloqueo comercial

No podemos analizar la situación de Cuba sin tener en cuenta el bloqueo comercial que soporta su economía desde hace 60 años, ampliado por los sucesivos presidentes norteamericanos, a excepción de Barack Obama.

Sería poco acertado emitir un juicio sobre la gestión económica del gobierno cubano sin analizar las más 240 medidas impuestas por Donald Trump durante su mandato, de las cuales destaca la modificación de la ley Helms-Burton, que permite a los ciudadanos estadounidenses demandar, ante la Justicia de EE.UU., a las compañías que se beneficien de propiedades que les hayan sido expropiadas durante el proceso revolucionario iniciado por Fidel Castro.

Infraestructuras básicas como aeropuertos y puertos marítimos, construidos en suelo nacionalizado, se convierten así en espacios poco atractivos para las empresas privadas que quieran hacer uso de ellos, debido a la posibilidad de tener que enfrentarse a la justicia estadounidense.

De esta forma el bloqueo, contra el que votaron 184 de 189 países en la Asamblea General de la ONU en junio y que sigue en vigor con el único respaldo de Estados Unidos, Israel y las abstenciones de Colombia, Brasil y Ucrania, no solo trata de privar a Cuba del intercambio económico con la potencia hegemónica, sino de impedir el normal funcionamiento de las relaciones comerciales con terceros países.

Las deficiencias en la administración

Pero como decíamos al principio de este artículo, el bloqueo comercial ha sido la principal excusa para tapar los errores de la gestión de los sucesivos gobiernos cubanos, que junto a un discurso triunfalista está llevando a la ciudadanía cubana al hastío.

En 2011, en el marco de las negociaciones entre Obama y Raúl Castro, se firmó un programa de reformas, que prometían liberalizar la economía cubana, denominado “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”. El programa pretendía modernizar el aparato económico del país sin apartarse del socialismo, sosteniéndose sobre los siguientes pilares: apertura a la inversión extranjera, mayor propiedad privada, y mayor permisividad con las entidades cooperativas.

Tras casi una década de su creación, muchas medidas no han sido aplicadas y otras se han echado hacia atrás, obteniendo un resultado de estancamiento económico debido a un sistema anacrónico.

Al fracaso de los “Lineamientos” hay que sumarle el fallido intento de unificación monetaria entre las dos monedas nacionales cubanas, el peso y el peso cubano convertible (CUC), que ha llevado a una alta inflación en el país.

Sin duda, Cuba atraviesa una de sus peores épocas en lo económico por factores internos y externos. Una lectura superficial nos llevará siempre al error, y una demasiado pormenorizada no puede obviar el hecho de que el sistema cubano ha fracasado y que, sin una economía de mercado, en un mundo globalizado, es imposible satisfacer las demandas de su pueblo.

Ya solo queda esperar para saber si Cuba se dirige hacia el aperturismo económico, pero manteniendo sus principios políticos como en el caso de Vietnam o China o si, por el contrario, la presión de la ciudadanía lleva al país a convertirse en una democracia representativa dentro del sistema capitalista global.

(*) Magister en Identidades e Integración Europea

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