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Optimismo retrospectivo

La economía puede brindar instrumentos. Pero “la política” traza el camino. ¿Que ha generado la dirigencia política en los últimos 46 años?

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Carlos Leyba 27 agosto de 2021

Por Carlos Leyba

En 2022, el PIB habrá superado el nivel de 2010. No es una mala noticia. Habremos “recuperado”, según las palabras del ministro de Economía, Martín Guzmán, el nivel de hace 12 años.

Optimismo retrospectivo. Consciencia de la decadencia que nos embarga el futuro.

Peor sería “no darse cuenta”. Mejor sería “dar cuenta”.

“Darse cuenta” es dejar de mentirse. Guzmán no habló de crecer, ni de desarrollo. Estaría mintiéndose. Apenas dijo “recuperando”. Siempre gerundio. El pasado era mejor. Cierto.

“Dar cuenta” implica reconocer la causa del estancamiento que hizo que hayamos perdido, no sólo el futuro, sino los niveles del pasado.

“Dar cuenta” es responder a las preguntas: ¿Por qué perdimos el rumbo y el ritmo del desarrollo? ¿Cuáles fueron las causas eficientes de que así haya sido?

Todos coinciden: las cosas se desbarrancaron a partir de 1975.

Sin catástrofes naturales, las causas fueron políticas: “las políticas económicas aplicadas”. ¿Cuáles, cuándo?

¿Cuáles? Las que intentaron e intentan, remediar las consecuencias sin asomarse a las causas que las provocan. Causas que los sostienen y garantizan la continuidad del daño. Y va casi medio siglo sin que gran parte de la profesión tuerza el cuello.

¿Cuándo? Sistemática y coincidentemente, desde que las decisiones de dirigentes políticos, que olvidaron la idea central de qué cosa es “hacer política”, se sometieron al recitado de la profesión de los economistas que influyeron excluyentemente. Es decir “tomando el rábano por las hojas”: mala práctica y peor cosecha.

“Hacer política” es tener ideas claras de cómo, desde el Estado, contribuir a construir la Nación.

Lo elemental de esa construcción es incluir a todos los habitantes dentro de la frontera social e incluir a todo el territorio en la soberanía del Estado, de modo que no haya, bajo la misma bandera, el nivel de Bélgica y la pobreza de India: "Belindia”, el país imaginario que, en este territorio, es realidad.

La economía puede brindar instrumentos. Pero “la política” traza el camino.

¿Que ha generado la dirigencia política en los últimos 46 años? Exclusión de la mitad de los habitantes y desintegración territorial: “Belindia”.

En esta campaña o en el discurso político habitual, de las causas no se habla.

Se simplifican “los problemas” hablando de sus síntomas o se ocultan o se miente descaradamente con la táctica de asignar la culpa al otro. Vamos mal.

La hipocresía, en la política cotidiana, es el pantano donde se hunden, si las hay, las mejores intenciones.

Volvamos al PIB. El ministro tiene razón cuando señala que los datos hablan de “recuperación” y no sólo de “rebote”.

Un rebote ocurre cuando se toca el piso y el PIB salta para arriba. Hablar de rebote es decir “tocamos el piso”.

Guzmán entiende que en este su período gubernamental no habrá otra caída que perfore el piso que él mismo ha transitado (2020: PIB -9,9%) y por lo tanto éste (+8%) y el que falta (¿+3%?) serán años de “recuperación”.

El salto puede recuperar o no, el nivel alcanzado antes de caer. En este caso el rebote previsible, no sólo el de este año, sino sumado al del año que viene, alcanzará a recuperar, como hemos dicho, el PIB de 2010. No es para ufanarse. Es para reconocer que estamos muy mal.

¿Por qué no empezamos por ahí?

Pasar de la verificación del concepto “rebote de recuperación” a “superación del pasado” implica, necesariamente, un cambio en la concepción y en la acción, de las políticas económicas respecto de las dominantes en los últimos 46 años que son las responsables del estancamiento.

El ministro de Economía (según Infobae) propuso (o pronosticó) una tasa de crecimiento de 3% anual para los próximos diez años. ¿Saldríamos de "Belindia"?

Guzmán no propuso un cambio de rumbo. Y tampoco de ritmo.

Partiendo del buen rebote de recuperación de 2021 para que en 2022 alcancemos al nivel de 2015 deberíamos crecer el 9%. Muy difícil. Si se diera esa “tasa china”, Alberto Fernández podría aspirar a la reelección.

Con esta política es imposible. Pero si no aumentamos la velocidad del tren, el mismo será detenido por el peso real de los pasivos.

El pasivo social, la demografía de la pobreza, es explosiva y la administración de la misma, privatizados los recursos estatales para generar control, no le abre puertas de entrada a la inclusión.

Es una manera, ¿ingenua?, de extraviar el sentido de compensación del daño que las políticas económicas les han inferido y que requieren que esa política se revierta para que no seguir martirizando. ¿Lo están haciendo? No.

Siempre dude de la lógica de un Ministerio de Desarrollo Social que repara lo que el de Economía destruye.

El pasivo externo: la dependencia de todas las cadenas de valor de la manufactura de los insumos importados hace que cada movimiento interno hacia arriba se enfrente a la restricción externa, mientras, al mismo tiempo, la fuga del excedente demanda dólares y la política acude al “endeudamiento externo” de mil maneras.

Ese pasivo es consecuencia de la política y mientras no se revierta la que lo produce, se profundizará. ¿Están tratando? No.

Siempre dude de la lógica de una Secretaría de Finanzas que financia lo que el de Economía destruye.

Pasivo social y externo son la dominante concepción de la política económica que nos gobierna desde Isabel sin exclusiones hasta Alberto.

Cada uno de esos gobiernos hizo cosas diferentes. Pero todos renunciaron a la estrategias de desarrollo, a la política industrial, a la promoción exportadora y a los incentivos a la inversión.

La suma de esas ausencias generó el pasivo social (desempleo, informalidad y pobreza) y el externo (restricción externa, fuga y endeudamiento).

La única medicina sin iatrogenia, es la inversión reproductiva . Requiere clima y confianza y enorme cantidad de zanahorias como en todas las praderas del Planeta.

De no mediar una catástrofe, nuestro PIB para 2022 será superior al del desastre de 2020. De no mediar un milagro será inferior al de todos los años de la década pasada.

El PIB por habitante de 2022 igualará al de 2006.

Cierto, 2022 será mejor a 2021 y 2020. Pero no que 2019. ¿Entonces? Para satisfacción de Cristina, el año final de Mauricio fue peor que todos los años previos hasta 2010.

En 2022 la productividad media, lo que dispondremos por habitante producto de nuestro esfuerzo, será inferior al nivel de 2006. Estaremos al nivel de 16 años para atrás.

En el último año de Alberto, el producto por habitante será inferior al del último año de Macri y muy inferior al último año de Cristina.

¿Habrá algún trofeo para exhibir? No.

No pudieron exhibirlo Mauricio en 2019 y tampoco Cristina en 2015. En ambos casos el final de la gestión fue peor, en términos por habitante, que el año en que comenzó esa presidencia.

En el caso de Cristina la segunda presidencia fue notablemente peor que la primera, sin abrir juicio acerca de esa.

Estos hechos nos hacen recordar a Sansón Carrasco que, en El Quijote, le dijo a Sancho Panza: “Nunca segundas partes fueron buenas”.

Lo podría decir Carlos Menem de su segunda presidencia respecto de la primera, y obviamente es clarísimo para Cristina en su segunda respecto de la que la precedió y ni hablar de la que, como creen muchos, corre como su tercera presidencia, aunque delegada.

El inventario de las “segundas partes” vienen a cuento de la propuesta del increíble ministro Jorge Ferraresi que lanzó la candidatura de Alberto para 2023.

Si en la primera le irá mal, ¿cómo se puede imaginar que en la segunda la vaya mejor?

En la Argentina eso no pasó. Ni a Juan Perón le fue mejor en la segunda que en la primera. Y en la tercera presidencia, en la que ostensiblemente corrigió los errores de las otras dos, el resultado no lo podemos catalogar porque el ciclo lo cerró la muerte.

Aunque mientras estuvo vivo (1/7/74), en la tercera, le fue muy pero muy bien si de resultados económicos se trata.

De acuerdo al FMI, poco amigo de aquel modelo de gestión, en su informe de 1974 señaló que “detuvo radicalmente la espiral de precios y salarios mediante una política de ingresos basada en un pacto social (?) un aumento considerable de las reservas netas en 1973 y en el primer semestre de 1974 (?) el PIB aumentó 5,4% superando la tendencia registrada desde 1968”. Para pensar, ¿no?

Volviendo al principio hay consenso en que lo primero que nos debemos preguntar es si crecimos o fuimos para atrás.

La respuesta, salvo un giro enorme en la política económica y en la capacidad de generar confianza más zanahorias, basados en los pronósticos más razonables, “recuperando” habremos ido un poco para atrás que es la insólita manera de progresar por estos pagos: la cuna del optimismo retrospectivo.

Todos los problemas heredados y los nuevos, serán más difíciles de resolver.

Esto no depende del resultado de estas elecciones sino de los límites de la actual política y la previsible, cuyas alternativas se pueden resumir en las opciones de un poco más de Guzmán o un poco más de Axel Kicillof. Nada que no conozcamos.

Lamentablemente, es tal la magnitud el deterioro económico que se arrastra de décadas y de aquello que agregaron la gestión de Cristina, a pesar de estar bendecida por los términos del intercambio, y el modo en que la agravó, de manera realmente inexplicable, la improvisación irresponsable de Macri, que era muy difícil esperar que se verificara una salida airosa como la que imaginaron la mayoría de los votantes que depositaron en Fernández la fe.

Creyeron en un administrador capaz de sellar la grieta y poner el carro en marcha. No lo hizo. Nadie esperaba un liderazgo. Y sería injusto enrostrarle lo que ni prometió ni sugirió.

Pero lo que hoy sabemos y que Guzmán expresa con corrección, con su idea de la tranquilizar la economía, que lo que podemos esperar con bastante probabilidad de éxito es el optimismo retrospectivo: volver al pasado que, en nuestro caso, es el mejor futuro.

Todos los países que han tenido éxito, social y políticamente, encontraron los recursos cuando fueron capaces de formular proyectos. Eso es el liderazgo del que hace tanto carecemos. Y que por ahora no asoma. El optimismo posible es retrospectivo.

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