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La grieta, también presente en el mundo del trabajo

Si el Gobierno pretende recomponer los ingresos, además de controlar la inflación, deberá poner énfasis en que la recuperación laboral vaya de la mano de una mayor formalidad.

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26 agosto de 2021

Por Analytica

La aguda polarización en la política y la sociedad argentinas parece haberse instalado también en el mercado laboral. Una de las consecuencias más notorias de la pandemia ha sido el aumento de la desigualdad entre los distintos grupos de trabajadores. Por un lado, los formales registrados gozan desde 2020 del beneficio de la prohibición de los despidos y de negociaciones paritarias semestrales.

Como resultado, sintieron un impacto relativamente bajo en términos de puestos de trabajo y en lo que va del año, por primera vez en los últimos tres, sus salarios reales dejaron de caer.

En tanto, más de un tercio de la fuerza laboral no accede a ese paraguas protector de las regulaciones por no estar registrado y allí la situación sigue empeorando. Durante el primer semestre los salarios de los trabajadores informales cayeron 9,2% en términos reales. A su vez, la pandemia arrasó con 1.400.000 empleos en este universo.

Aquí radica uno de los mayores desafíos pospandemia: cómo generar trabajo en sectores escasamente calificados para las actuales y, sobre todo, futuras posiciones laborales. Volver a los niveles de empleo previos a la pandemia requería que en el segundo trimestre de 2021 se hubiesen recuperado 365.000 puestos de trabajo, 62% de los cuales eran informales. Como el dato de actividad de junio confirmó nuestra proyección acerca de una contracción trimestral del 1,6% respecto de enero-marzo, difícilmente el empleo total haya regresado a niveles de principios de 2020.

En particular, porque los sectores con mayor dinámica laboral, como la construcción y los servicios sociales, mostraron contracciones superiores al 10% en el segundo trimestre. Por su parte, los asalariados registrados del sector privado mantuvieron el empleo constante en el promedio mayo-abril respecto del primer trimestre del año.

Las cinco claves

Por los puestos de trabajo creados cuando se reactivan, son cinco los sectores clave para la recuperación laboral en esta segunda mitad del año: transporte, almacenamiento y comunicaciones; servicio doméstico; construcción; actividades inmobiliarias y empresariales; y servicios sociales. En todas ellas la informalidad laboral es elevada, destacándose el servicio doméstico, con 75% de trabajadores no registrados y donde el salario es menos de la cuarta parte del promedio del resto de los sectores.

Si el Gobierno pretende seriamente recomponer los ingresos, además de controlar la inflación, deberá poner énfasis en que la recuperación del mercado laboral vaya de la mano de una mayor formalidad. Con tanto trabajo “en negro” la grieta seguirá ampliándose.

Una mayor cobertura de las instituciones laborales (salario mínimo, paritarias, indemnizaciones por despido, etcétera) no solo genera una mayor estabilidad de ingresos y equidad, también contribuirá a reducir el déficit fiscal. Principalmente en el sistema de seguridad social, de cobertura prácticamente universal pero cuya recaudación no proviene del total de la fuerza laboral. Para dimensionar el impacto, las jubilaciones y pensiones contributivas representan alrededor de 40% del gasto público primario.

Más informales, menos consumo

La informalidad también limita la recuperación de la actividad económica a través del consumo. Básicamente, porque a menor empleo registrado, menores salarios. Desde 2016 la caída del poder adquisitivo fue más marcada en sectores fuertemente informales como el servicio doméstico, los servicios sociales y el comercio. El consumo privado se ubicó, en 2020, 19 puntos por debajo del nivel de 2016, en una tendencia que aún no parece revertirse en virtud de los últimos datos disponibles (primer trimestre, caída de 1%).

Un punto para destacar es que la “grieta salarial” entre formales e informales se vincula directamente con su actividad. En el sector servicios, la tasa de formalidad supera al 50% y el salario medio es 25% más alto que el de la producción de bienes, donde menos del 40% de los trabajadores están registrados.

La caída del poder de compra impacta también dentro de la participación de los salarios en el valor agregado de producción. Hoy está en torno de 37% frente al 45% de 2016. Los que más perdieron son los trabajadores de la educación privada, los industriales y los de comercio, equivalentes a más de un tercio de la fuerza laboral de la Argentina.

Una hipótesis moderadamente optimista podría decir que, de estabilizar las variables macro con un programa consistente, existen ciertas condiciones para reiniciar un ciclo de crecimiento. En lo básico, porque la caída del costo laboral y un tipo de cambio aún en niveles competitivos hacen que la inversión tenga incentivos tanto desde la oferta como desde una potencial demanda para crecer en los próximos años.

Para la recuperación pospandemia, alentar el desarrollo de los servicios puede ser una vía inteligente para reducir paulatinamente la informalidad laboral y, a su vez, sostener una estrategia plausible de desinflación. Cualquier proceso de este tipo requiere siempre de cierta apreciación cambiaria. Los servicios, muchos de ellos no transables, pueden apalancarse en un tipo de cambio más apreciado para su normal desarrollo que los sectores transables, en especial los menos competitivos.

Los servicios generan el doble de puestos de trabajo por cada punto de crecimiento que los productores de bienes. Aunque éstos más intensivos en ocupar a los no calificados, la apuesta por los servicios -dadas las necesidades de estabilización macro- podría ser un camino virtuoso.

Si, como señala el Censo de los Trabajadores de la Economía Popular que realizó el Ministerio de Desarrollo Social entre julio de 2020 y abril de 2021, el 75% de los encuestados de los vulnerables declaró trabajar en servicios, su incorporación gradual a la formalidad permitiría empezar a resolver otro de los problemas de agenda: el gasto público en planes sociales. Sólo dos programas, Potenciar Trabajo y Políticas Alimentarias, insumirán este año $205.000 millones, 0,5 puntos del PIB.

Recomponer el mercado de trabajo en los próximos años no será sencillo. La informalidad y la baja creación de empleo son el resultado de profundos desequilibrios y crisis recurrentes que hundieron a la economía en un estancamiento secular. Aun cuando pueda proyectarse una mejor perspectiva de corto plazo para el mercado laboral, sin cambios profundos la “grieta” entre los trabajadores será una constante.

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