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El liberalismo y el eslabón perdido

El eje de conflicto con el concepto “liberalismo” está en que, en Argentina, se lo asocia con lo económico, y se deja de lado lo político, provocando una enorme ensalada conceptual

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24 agosto de 2021

Por Nicolás Berneman (*)

La noción liberal es hija de la ilustración. Nace de la idea de liberarnos, de ser independientes, de pensar por nosotros. De no depender del rey ni de la Iglesia. Cada individuo es libre de pensar por si mismo y de elegir cómo desarrollarse en la vida (en la medida que no dañe a terceros, claro).

El liberalismo emerge así como una corriente de pensamiento que va en contra del orden establecido. Ser liberal era lo opuesto a ser conservador, y una de las grandes banderas liberales siempre ha sido la igualdad ante la ley, sin importar si eras príncipe, mendigo, alto o flaco. Tal es así que J. S. Mill, uno de los grandes exponente del liberalismo clásico, fue uno de los primeros impulsores del voto femenino. Voto que era resistido por los conservadores de ese momento.

Transcurridos 200 años, sin embargo, es muy común asociar a los liberales con los conservadores. Suele acusarse a los liberales de defender el statu quo, de oponerse a “los progresistas”, que parecieran ser quienes defienden el progreso de los marginados. Pero ojo, este fenómeno no es nuevo. El propio Friederich Hayek -uno de los máximos referentes liberales del Siglo XX- tuvo que salir a aclarar que él no era conservador. Surgen así una serie de preguntas que intentaremos responder aquí: ¿por qué ocurre que en Argentina se asocia a los liberales con los conservadores? Y, ¿de qué depende que un determinado grupo adopte una posición más o menos liberal?

Hipótesis del artículo: 1) para responder estas preguntas es fundamental entender qué sectores se benefician o se perjudican con una apertura comercial, y 2) en Argentina, la dotación de factores y la confusión en torno al significado del liberalismo generó una curiosa asociación entre liberales-conservadores y nacionalistas-progresistas.

Ganadores y perdedores del comercio internacional

Si bien liberalismo nace como una filosofía política, con el tiempo su significado empezó a entremezclarse con sus implicancias económicas. Es por eso que cuando escuchamos hablar de liberalismo no pensamos únicamente en la corriente que pregona la libertad individual sino también en la corriente que promueve el libre comercio.

El libre comercio, sin embargo, beneficia a distintos sectores dependiendo de la distribución de factores productivos de cada país. En particular, la combinación del modelo de Heckscher-Ohlin con el teorema de Stopler-Samuelson establecen que una apertura comercial beneficia a los sectores que utilizan en su producción el recurso abundante del país y perjudica a los que utilizan intensivamente el recurso escaso.

Inversamente, cerrarse al comercio beneficia a los sectores que utilizan intensivamente el recurso escaso y perjudica a los que utilizan intensivamente el sector abundante. Por ejemplo, si pensamos a Inglaterra como un país donde escasea la tierra y la mano de obra pero abunda el capital, una apertura comercial beneficia a la burguesía (los dueños del capital) y perjudica a los terratenientes y los trabajadores. Caso inverso, si pensamos a Argentina como un país abundante en tierra pero escaso en capital y mano de obra, la apertura comercial beneficia a terratenientes y perjudica a capitalista y trabajadores.

En esta línea, es de esperar que en Argentina los terratenientes abracen la doctrina liberal, no tanto por cuestiones políticas sino más bien por razones económicas: son los grandes beneficiados con la apertura comercial. Para los otros sectores aplica la lógica inversa. Los trabajadores y los industriales constantemente rechazan la apertura comercial, ya que ambos sectores salen perjudicados.

Terratenientes, aperturistas y conservadores

Ahora bien, un punto saliente en la Historia Argentina es la relación entre terratenientes y conservadores, la cual puede deberse a diferentes motivos. A nivel político, los terratenientes formaron parte de las élites políticas desde la independencia del estado argentino hasta comienzo del Siglo XX. A nivel económico, los terratenientes siempre han sido abanderados de conservar las instituciones fundacionales de Argentina, las cuales le permitieron gozar de importantes beneficios económicos producto de las políticas aperturistas que caracterizaron el modelo agroexportador de finales de Siglo XIX.

Finalmente, a nivel cultural suele pensarse que los valores del campo están más ligados a la tradición, la religión y la familia en contraste con las ideas de progreso y transformación que prevalecen en las grandes ciudades.

Esta asociación de terrateniente-liberales por un lado y terratenientes-conservadores por otro puede ayudar a entender la asociación entre liberales y conservadores que hay en Argentina, ya que un mismo sector reúne ambas cualidades. De hecho, es de esperar que el sector que se beneficia por determinadas reglas sea aquel que quiera conservarlas. Así, pese a que el liberalismo nace como una corriente que irrumpe las fuerzas conservadoras, esta confluencia de circunstancias económicas y políticas ha logrado reunir posiciones que parecían inconciliables.

Economía versus política

El gran problema de esta conexión liberales-conservadores es que se mezcla la acepción política y económica del término. De hecho, si lo planteado anteriormente fuese correcto, sería posible afirmar que muchos terratenientes son liberales en lo económico, pero no liberales en lo político. Es decir, estarían a favor del libre comercio, pero preferirían conservar las instituciones tradicionales. Caso inverso, sería posible afirmar que muchos capitalistas (dueños de capital) liberales en lo político, pero a su vez están en contra del libre comercio.

El eje de conflicto está en que, en Argentina, al liberalismo se lo asocia principalmente con el plano económico y se deja de lado la cuestión política. Más aún, para referirnos a la noción de liberal en lo político solemos usar el término “progresista”, provocando una enorme ensalada conceptual.

Esta mezcolanza de conceptos dificulta enormemente la conversación pública, ya que utilizamos la noción “liberal” de manera muy ambigua. Para evitar confusiones, a los liberales en lo económico vamos a denominarlos “aperturistas” y a los liberales en lo político, “progresistas”.

Es cierto que separar el plano económico del político aporta algo de luz en una temática compleja. Una cosa es referirse a la libertad del individuo más asociada a su ámbito privado y otra cosa son las reglas de comercio internacional más asociada a definiciones públicas; aunque es posible argumentar que la línea divisora tampoco es tan clara.

No obstante, existe otra gran fuente de confusión que proviene del hecho de que en Argentina prevalecen las combinaciones cruzadas. Por un lado, están los progresistas-proteccionistas y por otro los aperturistas-conservadores. Es decir, hay un grupo que es liberal en lo político pero no liberal en lo económico y otro grupo que en liberal en lo político pero no liberal en lo económico.

Esta rareza ideológica se aprecia con más claridad cuando incorporamos el conflicto campo-ciudad. En el aspecto económico la separación está clara. El campo (los terratenientes) se beneficia con una apertura comercial, la ciudad (trabajadores e industriales) se benefician de las trabas al comercio. En el aspecto político, la separación también es clara. La ciudad promueve las banderas progresistas, mientras que el campo está asociado a las banderas conservadoras.

Así, nos queda un campo aperturista-conservador y una ciudad progresista-proteccionista. Si pensamos que los trabajadores y los pequeños capitales de las ciudades representan la cultura popular, es posible intuir por qué lo “nacional y popular” va de la mano.

En definitiva, entender los ganadores y perdedores del comercio internacional ayuda a entender conexiones bastante anti-intuitivas. Progresistas que apelan a un espíritu nacionalista, y conservadores pro-apertura internacional.

El eslabón perdido

Tengo la impresión de que toda la problemática planteada previamente impidió el surgimiento de una corriente muy necesaria: los aperturistas-progresistas. Una corriente liberal en un sentido amplio, que promueva la libertad tanto en su dimensión política como en su dimensión económica.

Esta corriente no tendría ningún interés en conservar las instituciones del pasado. Al igual que los progresistas, estarían a favor de que cada uno siga su proyecto de vida, de que cada uno ame a quien decida, que cada uno tenga las experiencias que desee. Sin embargo, a diferencia de los actuales progresistas (nacionalistas, populares e industriales), esta corriente estaría alineada con el consenso económico de que el comercio internacional es la llave para la riqueza y el desarrollo de las naciones.

Pese a que en Argentina se siguen debatiendo los beneficios del comercio, existe un amplio consenso que en relación al comercio internacional lo que importa no es el saldo de la balanza comercial -como en su momento creían los mercantilistas y hoy creen los estructuralistas- sino que la riqueza de las naciones está dada por el volumen de intercambio (importaciones y exportaciones). Si bien en el corto plazo una apertura comercial genera ganadores y perdedores, es sabido que en el global el saldo es positivo; y que, en el tiempo, termina ocurriendo una reasignación de recursos que beneficia al país en su conjunto.

Hoy en día este espacio “aperturista-progresista” lo quiere ocupar la coalición Cambiemos (PRO-UCR-CC), la que se autodenomina republicana en contraposición a las tendencias autoritarias peronistas, que engloba el sentimiento nacional y popular. Básicamente esta coalición busca resaltar que ese modo autoritario y populista va en contra de los valores democráticos y republicanos.

Sin embargo, eso no permite ocupar el espacio que hoy carece de representación política. No hay nada ideológicamente llamativo en promover la democracia, punto de partida que debería ser compartido por todos los espacios políticos. La novedad sería combinar los valores liberales tanto en el plano político (actualmente relacionado a los progresistas) como en el plano económico (actualmente vacante).

De hecho, el último Gobierno de Cambiemos suele ser identificado como liberal, cuando desde lo político ha sido más bien conservador y desde lo económico ha tenido una gran interna entre aperturistas y proteccionistas.

Para terminar y que no haya ninguna duda sobre la novedad que representaría un espacio aperturista-progresista, su lema debería ser “Diversidad, comercio y democracia”. Sería una manera directa de transmitir los 2 ejes mencionados -liberal en lo político (diversidad) y liberal en lo económico (comercio)- y, por supuesto, en el marco de un sistema democrático y republicano.

(*) Economista, master en Filosofía y Economía (Universidad de Rotterdam) y docente (UBA y UTDT)

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