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Argentina necesita exportar más para una salida “no contractiva” de la crisis

La clave para evitar la restricción externa está en exportar más. Las reservas del BCRA no abundan y hay pagos de deuda en moneda dura (en ascenso): generar dólares es la única salida no contractiva

30 agosto de 2021

La restricción externa que estructuralmente enfrenta nuestro país suele terminar impactando en el nivel de actividad y complica la posibilidad de tener un crecimiento sostenible. Según el último informe de la consultora Ecolatina, esa restricción responde al estancamiento de las importaciones desde 2011 y “generar dólares genuinos es la única salida no contractiva” a la crisis económica.

Para Ecolatina, la dificultad para aumentar los volúmenes enviados al exterior y la reducción de precios de nuestras ventas afectaron el flujo de ingreso de divisas al país en los últimos años. La “solución” a esa falta de divisas golpeó, en cada salto cambiario, al poder adquisitivo y la demanda doméstica, impactando en el nivel de producción. Además, afirmaron que este fue el disparador de los controles a las importaciones, “que en determinados momentos buscaron frenar la sangría de reservas”.

Problema estructural

Argentina tuvo, en 2020, la menor apertura económica de la región. “Aunque esta es una característica estructural de nuestra economía, se profundizó a lo largo de los últimos años”, resaltó el informe. Uno de los principales motivos fue el declive de nuestras exportaciones en la última década: las ventas al exterior de 2011 fueron 27% superiores a las de 2019 y 51% mayores a las del 2020 en plena pandemia.

“A pesar de que este dato no se ve alentador, gran parte de la caída podría atribuirse a la disminución del precio internacional de la soja: tras alcanzar máximos en 2012, la cotización de este producto descendió fuertemente, arrastrando consigo a los precios de sus derivados”, consideró Ecolatina. Según explicaron, la caída de las ventas medidas en dólares podría tener más que ver con una baja de los términos de intercambio que con un descenso de los volúmenes enviados al exterior.

Rompiendo con esa tendencia a la baja, en los primeros siete meses de 2021 se observaron las mayores exportaciones desde 2013. Por ejemplo, julio fue el más alto de toda la serie, sólo superado en 2012.

El reporte puntualizó también que, desde fines de los años '80, nuestras ventas externas mostraron un sendero sostenido de crecimiento. Aunque éste tuvo algunas interrupciones, una a finales del Siglo XX y otra más importante con la crisis internacional de 2008-2009, “la tendencia fue definitivamente al alza”.

De este modo, los volúmenes vendidos al exterior eran, a principios de 2012, más del quíntuple de los de fines de los '80. Ese momento marcó un máximo en la cantidad de productos enviados al resto del mundo, al igual que en la facturación. “Desde entonces, no solo los precios ponderados de nuestras ventas cayeron entre 15% y 25%, según el lapso que se tome, sino que las cantidades se estancaron, contribuyendo también al deterioro general de las exportaciones”, mencionó la consultora.

La falta de divisas que generó esta situación marcó a la economía local los siguientes años. “No poder generar los recursos para aumentar el nivel de actividad, lo que requiere importaciones, nos llevó a convivir con una importante inestabilidad cambiaria, emparchada en algunos lapsos con controles de cambios y en otros con endeudamiento externo”, sentenció Ecolatina.

Por rubros

Tal como destacó el trabajo, la dinámica de las ventas no fue homogénea entre rubros a lo largo de estos años. Todos los tipos de bienes comenzaron a crecer a fines de la década del '80, pero el fin del período de crecimiento fue distinto para cada uno de ellos.

“En primer lugar, hay dos componentes que estuvieron desacompasados de la evolución general de las ventas: combustibles y energía y productos primarios, que representan conjuntamente alrededor de un tercio de nuestras ventas al exterior”, detallaron.

Los primeros alcanzaron su pico a principios de 2002, para después caer sostenidamente hasta 2016, “alcanzando volúmenes semejantes a los de 1990”. “Esta evolución tiene su correlato en una mayor actividad industrial y un consumo doméstico pujante, que no fue acompañado por un salto en la oferta de energía”, explicó la consultora.

En simultáneo, el congelamiento de tarifas motivaba subas de la demanda, revirtiendo la balanza comercial energética desde 2011. Luego, producto de los saltos tarifarios y una menor utilización, estas ventas volvieron a crecer hasta casi duplicarse en 2020.

De forma contraria, la expansión de los productos primarios nunca cesó: éstos crecieron sostenidamente hasta el comienzo de la pandemia, de la mano de una producción de cereales y oleaginosas que no se detuvo en 2012. “Así, llegaron a quintuplicar las exportaciones del comienzo de la serie”, afirmó el reporte.

Restringir importaciones

Para la consultora, la dificultad para aumentar los volúmenes enviados al exterior y la reducción de precios de nuestras ventas afectaron el flujo de ingreso de divisas al país. Esta falta de divisas afectó en cada salto cambiario, al poder adquisitivo y la demanda doméstica, impactando en el nivel de producción. Además, fue el disparador de los controles a las importaciones, que buscaron frenar la sangría de reservas.

De esta manera, “las compras al resto del mundo, que están íntimamente relacionadas con la demanda interna, se vieron doblemente afectadas, y su avance también se frenó desde el 2012”. Dejando de lado la importación de combustibles, cuya dinámica está más vinculada a factores del mercado energético que a variables macroeconómicas, la evolución del resto de usos económicos fue similar.

A un estancamiento que el estudio ubicó desde 2011 y 2013, le siguió una importante recuperación en 2017 (cuando el tipo de cambio real se encontraba en valores bajos y no existían restricciones a las compras externas) y un derrumbe con la crisis cambiaria de 2018.

Este avance fue algo más marcado en bienes de consumo y vehículos livianos, que pasaron de representar 18% del total en 2012-2015 a 23% en 2017, pero también fue importante en bienes intermedios y de capital. “Este proceso terminó cuando la incapacidad de generar dólares genuinos le puso un techo, una vez más, a las compras externas y al nivel de actividad”, replicó la consultora.

Hoy en día, el repunte en algunos sectores y la tracción de la industria brasileña están ayudando a las cantidades exportadas. Así, el volumen de las ventas fue un 6% mayor en los primeros siete meses del año al de 2020 (y 2% inferior al de 2019). Sin embargo, Ecolatina objetó que los principales motores del saldo comercial favorable actual son los términos de intercambio y una actividad en niveles todavía bajos.

De acuerdo con los cálculos del Indec, casi el 60% del superávit acumulado del 2021 se debió a una mejoría de los precios respecto al mismo lapso del 2020. En el primer semestre del año, los términos del intercambio se ubicaron apenas 4% por debajo de su mejor dato histórico (cuarto trimestre de 2012). Por otra parte, con la mejora de la actividad, que fue palpable en junio y julio, a pesar de que sólo hay datos del primero de estos meses, las importaciones crecieron 72% interanual en el bimestre y 28% respecto a igual lapso de 2019.

Esto implica que el saldo comercial favorable, que fue de US$ 12.500 millones en 2020 y sería de un monto similar en 2021, podría empezar a erosionarse con la continuidad de la recuperación económica. Por otra parte, el trabajo apuntó que "si los commodities se abaratan (por ejemplo, producto de una suba de tasas de la Fed que mejore el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense), el flujo de divisas se contraería más rápidamente de lo esperado".

Finalmente, Ecolatina respondió cuál sería la solución: para evitar la restricción externa hay que exportar mayores cantidades. "Las reservas internacionales netas no abundan, pero sí los pagos de deuda en moneda dura: generar dólares genuinos es la única salida no contractiva", concluyeron.

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