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Pregunta y esperanza

Sufrimos “estanflación” de largo plazo. Enfermedad para la cual los tratamientos keynesianos, que apuran el crecimiento y aceleran la inflación, los hace inaplicables. Y los tratamientos ortodoxos, que buscan estabilizar y profundizan la recesión, los hace insoportables.

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Carlos Leyba 16 julio de 2021

Por Carlos Leyba

¿La macro ordena el crecimiento o el crecimiento ordena la macro?

No es habitual, pero es una pregunta decisiva.

Vivimos en una macro economía desordenada. Alta inflación y desequilibrio fiscal financiado por emisión, y desequilibrio externo financiado por endeudamiento.

La tasa de inversión apenas repone la amortización. Una muy baja tasa de crecimiento y un estancamiento del producto potencial lo que hace grave al futuro.

Impresiona la constatación estadística de Martín Rapetti: en 2020, el PIB per capita fue igual al de 1974.

“Estanflación” de largo plazo.

Enfermedad para la cual los tratamientos keynesianos que apuran el crecimiento, aceleran la inflación, lo que los hace inaplicables. Y los tratamientos ortodoxos que buscan estabilizar, profundizan la recesión, lo que los hace insoportables.

Ambos tratamientos, que pretenden ordenar la macro, no solo no la ordenan sino que producen la “fuga de capitales”. El excedente, pasado y presente, se fuga de la moneda nacional y sale del sistema financiero local.

La consecuencia es que la economía se desfinancia, desaparece el crédito, al tiempo que la actividad se estanca y, por lo tanto, la economía se “descapitaliza” (se agotan los stocks) y se hace “menos capitalista” porque “en el capitalismo la innovación se financia con crédito”.

A la fuga del excedente la acompaña la huelga de la innovación y al mismo tiempo se detiene la dinámica del sistema salarial de empleo productivo y crece el empleo improductivo, el cuenta propismo y la subsistencia de millones depende de la ayuda estatal.

Esa es la situación laboral y fiscal del Estado de Malestar que no genera trabajo ni inversión y que inevitablemente multiplica el número de personas pobres y la fuga de capitales. Explosivo. El milagro argentino es que esta dinámica aguanta desde hace décadas y genera una suerte de molicie intelectual en la profesión que se satisface con diagnósticos no sistémicos, recita objetivos y, ni por asomo, propuestas de instrumentos que sean aplicables.

En esto no hay grieta: los oficialismos y las oposiciones cantan el mismo son.

La gravedad de los desequilibrios macro preocupa a la profesión. Pero sin resultados.

Esa preocupación macro prioritaria ha producido el desplazamiento del interés por el estancamiento, por la ausencia de crecimiento.

El país carece de una estrategia de crecimiento que represente la base del desarrollo a largo plazo. No hacemos nada acerca de ello.

Entonces ha llegado el momento de preguntarse si el desequilibrio permanente de la macro no es la consecuencia de la ausencia de crecimiento.

Y si la ausencia de crecimiento no es la consecuencia de la renuncia a tener una política integral de crecimiento y desarrollo como eje rector de la política económica a la que todo lo demás esté subordinado.

En lugar de comenzar preguntándonos cómo estabilizamos la macro, comencemos con la pregunta de cómo, qué debemos hacer para crecer y si crecemos o creamos las condiciones para hacerlo, se disparan las condiciones para administrar la macro. Esto no implica de ninguna manera desentendernos de las enfermedades graves de la macro sino de entender su tratamiento a partir de las herramientas del crecimiento.

No cabe duda que ese camino no lo hemos intentado en los últimos años.

¿No será acaso que ponemos el carro antes de los caballos?

La doctrina “primero la macro” y después esperamos crecer, acumula suficiente experiencia de fracaso para seguir intentándolo.

¿Acaso habrá una buena política macro para el estancamiento de larga duración?

Los ejemplos de las naciones de buenas “macro”, con capacidad para soportar desvíos, están asociados a “buen crecimiento” de larga duración.

¿Puede haber buena macro para los escombros de décadas sin crecer? Veamos porque no.

¿Acaso no es la inversión el fundamento material del crecimiento sostenido de la recaudación tributaria? Dejemos de lado aquello que es efímero, como es el caso de aumentar las tasas o el número de impuestos. La materia prima de la salud tributaria es el crecimiento de la economía; pero ese crecimiento, por definición, es efímero sin inversión.

Claro que entre los fundamentos materiales del sostén de la seguridad social, en nuestro caso, está el fin de la evasión. Pero la materia prima básica es la creación de empleo que es consecuencia de la inversión. El desempleo genera gasto público, el empleo genera recursos públicos. ¿Solvencia de un Estado con pobreza del 40% y en el que el empleo que no depende de la recaudación ( que aporta) que no debe superar el 40% de la masa laboral?

Todos los males son hijos de la no inversión que no ocurre sin programa.

Finalmente, el fundamento material del equilibrio externo es el ingreso de divisas por aumento y sustitución de exportaciones y el aumento de la sustitución de importaciones, y ambos ingresos son la consecuencia de las inversiones previas. Hablamos de “lo sostenible”.

Sin embargo, y a pesar de lo dicho, enfrentados a la pregunta inicial ¿la macro ordena el crecimiento o el crecimiento ordena la macro?, la respuesta mas habitual, da lugar a la procastinación del crecimiento.

Postergar las decisiones fortalece la voluntad de postergar. Tal vez esa sea la razón de la eternización del estancamiento.

Seguiremos ahí hasta que no resolvamos discutir la pregunta inicial que es decisiva por las particulares circunstancias de nuestra economía y nuestra sociedad.

Para la inmensa mayoría de los colegas que ocupan el espacio mediático, de distintos alineamientos políticos, hay un orden obvio que nunca se desafía: la macro ordenada es la condición necesaria para el crecimiento. El crecimiento no es el protagonista. Es lo que viene después. Dicen viene solo, como coronación del éxito de haber puesto el orden en la macro.

En las discusiones de la TV o los reportajes radiales, los colegas más requeridos y más respetados por los medios, siempre reclaman una macro ordenada: condición previa del crecimiento. Todos señalan con vigor los objetivos de la macro ordenada. Pocas veces señalan los instrumentos del aquí y ahora.

La pregunta que pocos periodistas hacen. ¿Entonces, usted, que haría? Jamás tiene una respuesta que podamos considerarla tal. Sólo se habla del “hay que”.

Por ejemplo, “hay que” terminar con el déficit fiscal, parar la emisión para financiar el gasto, dejar de pagar tasas exorbitantes para esterilizar las emisiones.

A pesar que venimos fracasando con todas las banderas radicales, peronistas liberales, radicales liberales, peronistas vergonzantes pero ligeramente izquierdistas, liberales de todo origen, colectivo variopinto kirchnerista, no obstante la “verdad establecida” es que la macro ordenada es la condición necesaria para que ocurra la expansión. No hay otra razón por la obstinada vocación por no pensar el crecimiento.

Confirmatorio de esa convicción mayoritaria, a pesar del fracaso continuado y evidente, es que todos alientan a futuro que, alcanzados los objetivos del equilibrio de la macro angosta (que es como la calle de San Luis de una vereda sola), se disparará la expansión porque somos un país, un territorio, pleno de riquezas potenciales.

El discurso implícito es pongamos en orden la macro y todo lo demás vendrá por añadidura. El oasis en el desierto. Que nunca llega.

Algunos, al orden macro, le agregan el requisito de la máxima apertura, de las desregulaciones, del retiro del Estado de todas las actividades pasibles de ser realizadas por el mercado.

Otros le agregan al concepto de ordenar la macro las reformas necesarias para garantizar la autorregulación de los mercados incluyendo lo que tiene que ver con “lo internacional”.

En el menú de las ofertas de política económica del oficialismo y de la oposición no hay mucho más que esto.

La diferencia entre unos y otros es que los oficialistas no lo hacen y los opositores dicen que “hay que” hacerlo.

Además, ambos hablan de objetivos, ni por asomo de como alcanzarlos. En la práctica los oficialistas ni siquiera lo intentan. Pero tampoco cambian el orden que la pregunta inicial establece.

El oficialismo ni por asomo tiene en acción o en mente una política para el crecimiento.

La ausencia de los elementos centrales de la misma es obvia y la militancia en las señales en contra de las inversiones son sencillamente extraordinarias. El último caso es el de la carne. El hecho, cierto, de las trampas aduaneras, fiscales, etcétera, instalada en el negocio de la exportación de carne, inspiró que, en lugar de perseguir a los delincuentes y evitar la comisión de delitos, simplemente se paró la exportación.

La consecuencia inevitable es debilitamiento de la confianza de los mercados importadores, cierre de la opción a invertir en frigoríficos y desaliento para subir en la escala de productividad de los productores. Remando sin saberlo y sin quererlo, es cierto, contra la inversión por ausencia de programa. Una política reducida a administrar los hechos. La política del crecimiento es generarlos.

¿El equilibrio macro sin crecimiento se alcanza? Las experiencias efímeras nos han metido en situaciones crecientemente angustiantes.

En las palabras nadie renuncia a postular la necesidad del crecimiento, entendiendo por esto el incremento sostenido a lo largo del tiempo de una tasa de expansión del PIB mayor al crecimiento de la población y, al mismo tiempo, una expansión sostenida del producto potencial. Pero no hay nada que indique que vamos por ahí mas allá de las palabras. ¿Aprecian nuestros economistas funcionarios y nuestros economistas opositores, los instrumentos que existen, más que para la protección, para la promoción generosa y eficaz de la inversión en EE.UU., en la UE, en Reino Unido, para no citar al gran vecino?

Estamos en campaña. Luego del proceso eleccionario debería surgir la esperanza de un futuro mejor. Los votos se pueden ganar demoliendo al adversario (y hay materia) u ofreciendo una salida del estancamiento a la sociedad.

Responder a la pregunta proponiendo cómo lograr el crecimiento para ordenar la macro es lo único que puede dar lugar a la esperanza. Le aviso.

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