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MMT: el Gobierno se hace autobullying cuando suma las deudas en pesos y dólares

Las redes sociales no dejaron pasar un error que hizo el Gobierno sobre la deuda pública en un gráfico.

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20 julio de 2021

En el último informe mensual de “Deuda Bruta de la Administración Central”, el Gobierno, a través de la Secretaría de Finanzas del Ministerio de Economía, incluyó un gráfico con la evolución de la deuda pública total (pesos más dólares) entre enero de 2019 y junio de 2021.

El mismo muestra que en el último mes aquella llegó a un récord de US$ 343.519 millones (unidad de cuenta utilizada para mostrar los datos), que es menor al pico alcanzado en la época macrista cuando esa deuda totalizó un monto de US$ 341.958 millones.

Las redes no tardaron en hacerse eco para hacerle bullying mediático al Gobierno, no sólo porque los datos parecieran desacreditar el relato del desendeudamiento de la actual administración, sino además por el formato elegido para mostrar la información.

Se trata de un gráfico de barras inclinado que, presumiblemente, intenta dar la sensación de que el máximo alcanzado en el Gobierno de Cambiemos en realidad es mayor que el alcanzado en la actualidad.

Son probablemente recursos estéticos de diseño que no son apreciados por los economistas malpensados de la oposición.

De todos modos, y bromas aparte, la pregunta que pretende contestar este artículo es si es correcto sumar la deuda en moneda extranjera con aquella en moneda nacional o si, en cambio, se trata de otro caso de “peras con manzanas”.

Warren Mosler es el “padre” de la Teoría Monetaria Moderna (o MMT, por sus siglas en inglés). Esa teoría es apoyada por John Yarmuth, diputado de Estados Unidos y actual director de la Comisión de Presupuesto en el Congreso de ese país y, como dice Toto Caputo, cada vez tiene “más adeptos (y detractores)”.

En palabras de Randall Wray, otro de los principales proponentes de la teoría, uno de los principales aportes 100% originales de Mosler fue la idea de que la función que cumple la emisión de bonos en moneda nacional (tanto del Tesoro como del banco central) es sostener una tasa de interés, lo sepan o no quienes la emiten.

Mosler suele explicar que, con tipo de cambio flotante, la tasa “natural” de interés es 0 y que, para mantenerla por encima de ese valor, el Gobierno debe ofrecerle una alternativa al sector privado que rinda una tasa positiva en términos nominales.

No estamos hablando aquí de la tasa a la que se efectuarían todos los préstamos de una economía, los cuales se ajustarían por plazo y riesgo, sino de aquella tasa a la que los bancos podrían obtener fondos para financiar sus préstamos.

Cuando uno escucha a políticos y economistas suelen referirse a la deuda emitida por el Tesoro como una operación de financiamiento y a aquella emitida (o vendida) por el banco central como una de política monetaria. Mosler dice que esa distinción no tiene sentido.

La explicación es simple: si uno se para del otro lado del mostrador, en el sector privado, se vuelve irrelevante de quien provenga la deuda.

Tanto aquella proveniente del Tesoro como aquella que emite (o vende) el banco central tienen el mismo efecto económico. En ambos casos se trata de una operación de política monetaria con el objetivo de sostener la tasa de interés.

Pero el tema va más allá.

Una opción que suele ser utilizada por algunos bancos centrales es pagar interés sobre las reservas que los bancos comerciales tienen en la autoridad monetaria.

Según la Teoría Monetaria Moderna, si uno analiza qué es lo que ocurre en los balances (y los bolsillos) del sector privado, descubrirá que al fin del día el efecto económico del pago de intereses sobre las reservas es el mismo que el de emitir deuda en moneda local (tanto de la autoridad monetaria como del Tesoro).

Aquí hay que hacer una aclaración. La tasa a largo plazo de los bonos en moneda local dependen de las expectativas del mercado respecto a la evolución futura de la tasa de política monetaria y, por lo tanto, es indiferente si esa tasa se sostiene con emisión de bonos o pagando intereses sobre las reservas.

Avancemos un poco más.

Mosler suele explicar, además, que la deuda en moneda local es, de hecho, parte de la oferta neta monetaria en una economía y que la distinción esencial entre dinero y deuda sólo tenía sentido en el Patrón Oro, cuando la segunda aseguraba preservar el stock de oro por un tiempo.

Con tipo de cambio flotante esa diferencia quedó anacrónica ya que no hay un stock de oro que defender.

Pensemos en el caso especial de que la tasa de política monetaria fuera 0%. La única diferencia entre “deuda” y “dinero” (para el tenedor de la misma) es un tema de nombre de la cuenta bancaria en donde ve reflejada su tenencia y solo le bastaría un clic de computadora para pasar de uno a otro (comprando o vendiendo).

En el caso de que la tasa fuera mayor a 0%, la diferencia entre ambas es un tema de forma (una paga interés y la otra no) pero no de esencia. La deuda en moneda nacional no esteriliza la compra de bienes, servicios o dólares en el mercado.

Solo en el caso de que el Gobierno tuviera que defender un stock de reservas en dólares podría tener sentido aquella diferenciación pero ese ya no es el caso cuando tenemos se tiene un cepo cambiario o un tipo de cambio flotante.

Volviendo al caso de los países centrales, es aquella la razón por la que los gobiernos “nunca pagan sus deudas”. Hacerlo implicaría retirar de circulación la oferta neta de dinero. Digo “neta” porque me estoy refiriendo a aquella oferta de dinero que surge del endeudamiento público. Existe otra oferta de dinero que es aquella que se “emite” cuando un privado se endeuda.

Mosler suele recordar que Estados Unidos tuvo siete amagues de reducción de deuda intentando sostener un superávit fiscal y todas terminaron con las únicas siete depresiones económicas de aquel país.

La razón es simple: la desaparición de la oferta neta de dinero obliga al sector privado a endeudarse para compensarla. Como su capacidad para hacerlo depende de su ingreso (y esa es la diferencia con el Gobierno), eventualmente llega a un límite en el cual la economía entra en recesión, cae la recaudación impositiva y retorna el déficit fiscal necesario para abastecer la oferta neta de dinero.

Es también la razón por la cual es incorrecto explicar que la deuda en dólares de Argentina no es elevada porque compara bien con la deuda en moneda local de otros países. Es comparar peras con manzanas.

Lo relevante entonces no es mirar la deuda total que suma aquella denominada en dólares con aquella emitida en pesos sino que habría que analizar cada una por separado.

En el caso de la denominada en moneda local, el tamaño de la misma no indica nada por sí sola. Lo importante es mirar la desocupación de recursos reales para entender si su tamaño está “al límite” o no. Me refiero aquí al límite real, aquel en el cual los intentos por expandir generarán presiones sobre el nivel de precios.

Por último, no solo es fundamental mostrar por separado la deuda en moneda extranjera sino que además habría que hacerlo reflejando el valor presente ajustado por inflación de la misma. Es sólo allí donde podría verse el desendeudamiento que ocurrió en la actual administración.

El formato elegido para el gráfico sólo deja en evidencia que en el entendimiento de las finanzas públicas, en el fondo, no existe demasiada grieta entre ambas administraciones.

En las dos esquinas interpretan a las deudas denominadas en moneda local y extranjera como equivalentes y comparables. Ello trae aparejado consecuencias en el índice de desempleo y en el nivel de endeudamiento externo.

Tal vez sea esa la razón por la que Argentina no le encuentra la vuelta a pesar de los sucesivos cambios de Gobierno.

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