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El péndulo cambiario

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07 julio de 2021

Por Martín Polo

El 28 de octubre de 2011 fue un punto de inflexión para la economía de Argentina. No fue sólo porque Cristina Kirchner lograba ser reelecta con una victoria aplastante sino también porque su política económica profundizó el sesgo intervencionista del Estado, especialmente en el mercado cambiario. Nuevamente, las medidas apuntaban a atacar las consecuencias en lugar de ocuparse de las raíces de los problemas.

Durante la primera presidencia de CFK, el mercado cambiario fue de mayor a menor. En 2007 el resultado del mercado cambiario marcaba un excedente de más de US$ 10.000 millones y cuatro años más tarde había caído a US$ 1.500 millones, que podría haber sido peor de no ser por el cepo inaugurado en octubre del mismo año.

La destrucción del excedente no fue por el resultado comercial que apoyado por los muy buenos precios internacionales de las materias primas se mantuvo en torno a los US$ 15.000 millones, sino que fue el salto en la formación de activos externos que pasó de US$ 3.000 millones en 2006, a US$ 9.000 millones al año siguiente hasta llegar a los US$ 21.500 millones en 2011 que fue potenciado por el fuerte incremento en el déficit de la cuenta de servicios ?con la cuenta de viajes a la cabeza-, pagos rentas y. Varios son los factores que explicaron este deterioro, en especial la aceleración inflacionaria que deterioró 30% el tipo de cambio real, además de un retroceso institucional -con intervención del Indec incluida-, juicios por holdouts y una dinámica fiscal que ya en ese entonces se tornaba insostenible en el mediano plazo.

Aun con un buen colchón de reservas internacionales, precios internacionales más que favorables y un tipo de cambio real que pese a la caída que había mostrado se mantenía en niveles históricamente elevados ?por caso era duplicaba al de la década anterior- el Gobierno reelecto volvió a acudir al control de cambios o cepo, para ser más claro. La ilusión de una “sintonía fina” moría antes de nacer. No fue la primera vez ?ni la última- que el país acudía a una medida de este estilo, pues a lo largo del último ya había tenido cuatro grandes períodos de control de cambios (1931-45, 1946-58, 1964-71, 1972-81).

Como la historia lo demostraba, ninguno de estos programas fue exitoso: aparecían el mercado informal con la consecuente brecha cambiaria, los ingresos por exportaciones caían, se aceleraba la demanda en el mercado oficial, se perdían reservas internacionales y todo terminaba en una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial y reunificación del mercado de cambiario. El ajuste terminaba siendo de shock con aceleración de la inflación sus nocivos impactos sobre la pobreza.

La historia no defraudó y tal como se esperaba, cuatro años más tarde se pudo apreciar que la medida no hizo más que profundizar los problemas. Concretamente, si bien el control de cambios eliminó los giros por utilidades, pagos de deuda y redujo la demanda de activos externos a US$ 8.000 millones para 2015, el resto de las cuentas tuvieron un fuerte deterioro: se derrumbó el saldo comercial, se profundizó notablemente el déficit en la cuenta de servicios (de US$ 1.000 millones en 2011 a US$ 8.000 millones).

CFK dejaba el Gobierno con el BCRA sin reservas internacionales y aumento de pasivos en pesos, brecha cambiaria por encima del 80%, tipo de cambio real casi tan atrasado como el de finales de la Convertibilidad, una economía estancada, inflación acelerando y enorme atraso de precios relativos, en especial de tarifas.

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