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Argentina y el Fondo Monetario Internacional

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08 julio de 2021

Por Ezequiel Burgo

Una ráfaga de calor y humedad porteña pegó en los rostros de la delegación del Banco Mundial el 16 de marzo de 1954. Aquel día de verano, la comitiva liderada por su presidente, Eugene Black, no tuvo mejor idea que realizar una excursión al Delta. Quizás para compensar esa aventura sudamericana de mosquitos y transpiración, ducha fresca mediante, la misión fue compensada esa noche con una cena en el Alvear Palace Hotel.

Pero el motivo real del agasajo no fue remediar el trago amargo de las picaduras. Estaba todo calculado, como el discurso de Miguel Revestido, entonces ministro de Finanzas y presidente del Banco Central.

“El Banco Mundial está delineando planes cuya esencia concuerda plenamente con nuestra política y acción en materia financiera”, sedujo el argentino, que años más tardes sería el secretario de Comercio durante el Plan Gelbard.

Black agradeció las palabras de Revestido. Levantó la copa, “formulo votos por el futuro de la Argentina-según cuentan las crónicas de la fecha- y la reunión de hombres sin culpas de género cerró con cigarros y bebidas espirituosas.

El estadounidense se vio con Juan D. Perón a solas en esa gira. Argentina quería ingresar al banco. Pero el asunto no era tan rápido. Había una norma que establecía que el país debía ingresar en simultáneo al FMI.

La vigilancia del FMI suponía la intromisión del organismo en el manejo de prácticas domésticas como el tipo de cambio y los controles de capitales de los países. Aunque no era el único país en esas condiciones. Había once miembros del FMI ?sobre cuarenta-, con múltiples sistemas de tipo de cambio y restricciones cambiarias.

Perón, que buscaba dólares y los del Banco Mundial le venían como anillo al dedo, no veía en el desafío técnico el único escollo para el ingreso del país al FMI. También había una cuestión política. El gobierno percibía que ese paso iría en contra de la soberanía argentina y le planteó a Washington que hiciera excepciones al caso. “Si en la práctica el Fondo procede a las modificaciones de sus disposiciones fundamentales, por acuerdo entre las partes, no habrá inconveniente en que la Argentina reconsidere su posición. Naturalmente pensamos que ello impone un estudio minucioso del problema dada la trascendencia del mismo”, contaba El Economista el 27 de marzo de 1954 en su sección Barómetro de los Negocios.

La pregunta es por qué Argentina no logró incorporarse al FMI y el Banco Mundial de inmediato, cuando se crearon, en 1945, o en aquel momento en 1954.

Hay dos explicaciones. Una es la que brinda el peronismo. Antonio Cafiero contó que una mañana de otoño de 1949 se reunió con Jorge del Canto, director peruano del FMI, en la petit masion de la calle Q, la embajada argentina en Dupont Circle. Cafiero, consejero del embajador Gerónimo Remorino, contó que Del Canto le preguntó por qué Argentina no estaba en el FMI. Y él respondió que era una cuestión de independencia económica, que su país no lo necesitaba.

La otra explicación la brinda la investigadora de la Universidad Hebrea de Jerusalem, Claudia Kedar, en un trabajo basado en la correspondencia y memos entre el Gobierno argentino y el Fondo entre 1945 y 1956. La autora halló que las primeras críticas del peronismo al FMI, empezaron recién en 1967, quince años después de que esas instituciones se habían creado y tras las experiencias fallidas de Arturo Frondizi y Juan Carlos Onganía de 1958 y 1967.

Y que en realidad, en toda la etapa previa, los intercambios que Kedar encontró entre las autoridades argentinas y del Fondo revelan esfuerzos por parte de Perón, para incorporarse al sistema global de pagos y préstamos. Incluso, hubo una reunión casi en secreto del Presidente con el primero director del FMI, Camille Gutt, en 1948.

Todo esto lleva a una conclusión que Kedar plantea: Argentina no ingresó al FMI no porque Perón se opuso “sino porque EE.UU. no lo permitió”.

¿Explicaciones? Las de siempre. El país se había mantenido neutral durante casi toda la guerra, no había sido invitado a la conferencia en la que se creó el FMI y sus estadísticas tampoco eran confiables para que Argentina fuera homologada por los procesos que Harry Dexter White y John Maynard Keynes habían diseñado para la futura arquitectura global.

Cuando Black abandonó Buenos Aires después de aquel brindis con Revestido en el Alvear, Perón ya había entendido ya que había otro camino. El Economista así lo contó: “Aunque no han trascendido mayormente los resultados de la visita del Sr Eugene Black, presidente del Banco Mundial, estamos en condiciones de decir que la misma muy probablemente podrá tener resultados beneficiosos para nuestro país”.

Perón no llegó a ver la jugada terminada. Pero si bien la Revolución Libertadora interrumpió el proceso político, no detuvo la línea de trabajo que el peronismo ya había inaugurado. En todo caso la aceleró.

Argentina logró el ingreso formal al FMI el 20 de septiembre de 1956. Dos años más tarde, en diciembre de 1958, durante el gobierno de Arturo Frondizi, firmó el primero acuerdo con el FMI. No fue el último sino el primero de una saga que dio que hablar y promete continuar.

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