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Pedir más gasto es no ver que el “equilibrio” fiscal es muy transitorio

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Jorge Colina 09 junio de 2021

Por Jorge Colina (*)

En los primeros 4 meses del año, el déficit primario del Estado Nacional fue de tan sólo $80.000 millones. Esto representa una sustancial caída del déficit respecto del año pasado. En los primeros 4 meses del 2020, el déficit primario había sido de $380.000 millones. Con estos números parece como que el Estado Nacional generó superávit primario por $300.000 millones en el primer cuatrimestre.

En buena medida esto se explica porque en los meses de marzo y abril del 2020 el déficit fiscal había aumentado de manera extraordinaria en $350.000 millones. Mucho de este gasto de asistencia a la población por el confinamiento por el Covid no estuvo en 2021.

El ala política del Gobierno estaría en desacuerdo con esta tendencia al equilibrio fiscal. La razón es que se trata de un año electoral donde mucha gente está sufriendo la falta de ingresos por la crisis económica y cierre de las actividades por el coronavirus. En esta visión, no sería el momento más oportuno para andar generando equilibrios fiscales.

El punto es que este “equilibrio” fiscal del primer cuatrimestre es bastante endeble. Los factores más importantes que lo explican son el origen del aumento de los ingresos y la dinámica del gasto público.

Por el lado de los ingresos, los derechos de exportación (gracias al muy alto precio de la soja) llevan recaudados hasta ahora casi $200.000 millones más que el año pasado. Pero este crecimiento se aminora en la segunda mitad del año.

Por el lado de las erogaciones, aparece el principal gasto que son las jubilaciones. En primer lugar, la Anses viene otorgando poco más de la mitad de las nuevas jubilaciones que regularmente otorgaba, por atrasos administrativos. O sea no está creciendo la cantidad de jubilaciones que deberían crecer. Por el lado de los haberes, hasta ahora aumentaron 29%, pero ya se sabe que en junio van a aumentar 37% y en la segunda mitad del año van a tender al 45% ya que la nueva fórmula de movilidad jubilatoria ajusta por salarios (que se acercan al 40% de crecimiento) y recursos tributarios de Anses (que están creciendo al 50%).

Lo mismo por el lado de los salarios públicos, que crecieron apenas 28%, los cuales se ajustarán al alza en la segunda mitad. Los subsidios a la luz, gas, agua y transporte vienen creciendo por encima del 50% y se vio que no hay voluntad política de torcer este gasto.

En definitiva, lo que se está observando no es una tendencia al equilibrio fiscal sino un ajuste inflacionario. Esto es, con la aceleración de la inflación primero crecen los ingresos y por detrás, con rezago, crecen los gastos (empujados por la inflación). Los primeros 4 meses del año están mostrando el inicio del proceso. En los últimos 4 meses la situación será diferente (justo cuando toquen las elecciones). Por esto, no es prudente proponer “fogonear” el gasto público porque su propia dinámica ya es de crecimiento.

Más endeble aún son las fuentes de financiamiento del futuro déficit fiscal. La única herramienta antiinflacionaria con la que cuenta el Gobierno es el Banco Central que absorbe los excesos de emisión monetaria con Leliq y pases (que son pasivos del BCRA con los bancos). Pero los intereses de estos pasivos generan emisión monetaria o, en todo caso, necesidad adicional de absorberlos a ellos también. Estos intereses vienen creciendo y ya se colocaron en un nivel de crecimiento de $100.000 millones por mes. En términos reales ?o sea, ajustado por inflación? pasado este nivel, el crecimiento de los intereses del Banco Central entra en el peligroso terreno de la crisis del 2019.

Posiblemente por este motivo el Banco Central tomó la decisión de habilitar a los bancos a comprar directamente títulos del Tesoro con sus reservas. El Banco Central aclara que, si los bancos llegaran a necesitar recurrir a ellas, les comprará los títulos que tengan del Tesoro. Esto no es otra cosa que convalidar la emisión monetaria.

Otra transitoriedad para tratar de eludir lo ineludible, que es ordenar estructuralmente al Estado para que se financie sin déficit fiscal, con menor presión impositiva y brinde mucho mejores servicios públicos a los ciudadanos (en lugar de promesas y anuncios).

(*) Idesa

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