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La política aumenta la presión sobre la economía

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27 mayo de 2021

Por Elisabet Bacigalupo (*)

Sin dudas, en el último mes uno de los hechos que causó más ruido en la escena es el aparente debilitamiento de la figura del ministro de Economía, Martín Guzmán, quien no salió airoso del enfrentamiento por el tema ajuste tarifario con un subalterno suyo, el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, defendido y sostenido en el cargo por el núcleo duro del kirchnerismo.

En realidad, el problema de fondo es que el actual programa de represión inflacionaria no está dando los resultados que requiere el oficialismo en un año electoral y la “política” le está pasando la factura a Guzmán, debilitando su figura, aun cuando el Presidente salió a respaldarlo.

En efecto, pese a planchar el dólar oficial, adormecer la brecha, pisar tarifas, limitar paritarias y reforzar controles de precios, la inflación minorista dio 4,8% en marzo, 4,1% en abril y mayo probablemente no baje de 3%. El ala política ve esto y se inquieta porque con semejantes niveles de inflación, puede complicarse el número de votos de cara a las elecciones.

En ese contexto, surgen las críticas demandando mayores controles y nuevas restricciones. Lo que suceda con la inflación a partir del mes que viene será clave: si logra desacelerarse a niveles de 2-2,5% mensual a partir de julio, probablemente la figura del ministro Guzmán recupere algo de solidez pero, si sigue navegando arriba de 3% largo, su debilidad será creciente.

Además de lo inflacionario, la pandemia, con la llegada de la segunda ola, también hizo recrudecer las presiones de la política sobre la economía, con requerimientos de más recursos para mitigar los efectos de las restricciones, sobre todo en el conurbano bonaerense, un distrito clave para las aspiraciones electorales del oficialismo.

Este combo desafiante de pandemia más alta inflación coincide con “vientos favorables en el plano cambiario” lo cual, si bien es positivo porque aleja las chances de turbulencias, también tiene una arista negativa: los altísimos precios internacionales de la soja, el aumento de la oferta de dólares, las crecientes compras del BCRA y la tranquilidad de la brecha han aplacado los temores a una crisis cambiaria en buena parte de la dirigencia política, generando la ilusión de que hay más margen para pedir dosis crecientes de gasto público independientemente de cómo se financien.

Sin embargo, quienes presionan no deberían olvidarse que el riesgo de renovadas tensiones cambiarias sigue latente por lo que no debería subestimarse la posibilidad de que si el Gobierno comete significativos errores de política, los productores dejen de vender cosecha y/o puede aumentar fuertemente la compra de dólares en los mercados no oficiales, complicando seriamente el panorama.

Si bien gozamos hasta ahora de un “veranito” cambiario extendido, lo más desafiante está por venir. El BCRA va a seguir necesitando comprar dólares para luego vender en el CCL y para acumular algo de reservas, el fisco continuará necesitando dólares para pagar vencimientos a los organismos, abultados vencimientos de deuda en pesos pueden generar presiones sobre los dólares alternativos y la demanda de dólares de importación por razones del ciclo va a aumentar pero la oferta de dólares estacionalmente no va a ser la misma; por lo que habrá que ver dónde se instala la demanda de dólares de personas y empresas en el mercado cambiario oficial.

Si bien el superávit comercial devengado y cambiario en lo que resta del año promete mantenerse abultado, se necesitará mantener el súper cepo para poder cuidar los dólares, en un contexto donde el ritmo de compra de dólares del BCRA será declinante con el paso de los meses.

Por último, y en el marco de este contexto más desafiante que se avecina, un párrafo especial merece el devenir de las negociaciones por el acuerdo con el FMI y el pago al Club de París. Si bien hoy se descuenta que la Argentina no le va a pagar al Club de París y que apostará a lograr algún tipo de waiver o prórroga atada al avance las negociaciones con el Fondo que le evite quedar en “offside” frente a la comunidad internacional, lo cierto es que las dudas en torno a la continuidad de Guzmán después de la elección, suman incertidumbre y no ayudan a apuntalar las expectativas que, por el momento, siguen mayormente inclinadas en favor de que habrá acuerdo con el FMI tras las elecciones. La política debería despejar esta incertidumbre, ya que ello incluso le redundaría en beneficio propio al aumentar las chances de suavizar la transición hasta las elecciones.

(*) Responsable macro de ABECEB

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