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Desde 2003, la tasa en pesos le ganó a la inflación solo en 20 meses sobre 220

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23 mayo de 2021

El dinero tiene, en términos teóricos, tres funciones: medio de cambio, unidad de cuenta y reserva de valor. En la práctica, no siempre pasa. El peso de Argentina así lo muestra. La moneda nacional, dicen un informe de Ecolatina, cumple enteramente la primera función, a medias la segunda y para nada la tercera.

“Por el contrario, en nuestra economía, a pesar de que el dólar no sirve como medio de cambio en la gran mayoría de los mercados, sí es la moneda de ahorro de muchas familias y empresas, a la par que es una buena y rápida manera de sortear los problemas y distorsiones cotidianos que trae la inflación”, dice la consultora en un informe.

Peso: no soy yo, sos vos

Nuestro país tiene una economía bimonetaria: los argentinos ganamos y gastamos en pesos, pero ahorramos y pensamos en dólares. En respuesta, se suma un componente a la demanda usual de divisas que tienen los demás países -cancelar importaciones, pago de deudas y remisión de utilidades y dividendos-. Este factor extra provoca que nuestra economía necesite más dólares para funcionar que las demás, agravando la escasez crónica de divisas que solemos enfrentar. Por lo tanto, la economía bimonetaria es una de las causas de la inestabilidad y desvalorización constante del peso”, señalan.

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La bimonetariedad no surge de la nada sino de “la inestabilidad y desvalorización constante del peso”. La pasión por los billetes verdes no es cultural ni tiene que ver con otra cosa que no sean los incentivos monetarios. La economía bimonetaria es, por ende, causa y consecuencia de nuestras crisis recurrentes.

“En los últimos largos años, ahorrar en pesos no fue una buena decisión, en tanto la tasa de interés de plazos fijos estuvo sistemáticamente por debajo de la inflación y, no menor, de la devaluación en el mediano plazo. En números, en los 220 meses que van desde enero de 2003 a abril de 2021, tan sólo en 20 la tasa de interés en pesos le ganó a la inflación mensual y a la tasa de devaluación mensual. Por el contrario, en 200 perdió contra una de estas variables al menos. En consecuencia, el peso no fue un buen activo financiero, es decir, buena reserva de valor, y de ahí la bimonetarización de la economía, que ya existía de antes, pero se reforzó en la última década”, señala Ecolatina.

“Revertir esta dinámica es el primer paso para abandonar este esquema perverso: el dólar no saldrá de nuestras cabezas por decreto o a la fuerza sino, de mínima, cuando el peso sea reserva de valor. En la actualidad la tasa de interés de plazos fijos minoristas se ubica apenas por encima del 2,6% mensual, un nivel muy inferior a una inflación que promedió el 4% en el último semestre. Por lo tanto, no estamos siquiera en vías de desandar el largo camino recorrido”, dice Ecolatina.

Plazos fijos UVA: podrían ayudar

Los plazos fijos UVA, que ajustan por la inflación pasada, podrían solucionar parte de ese problema. Si bien crecieron 80% en términos reales durante el último año, “los plazos fijos ajustables por inflación representan solo 3,5% del total del stock de depósitos a plazo”. Es decir, su impacto sigue siendo muy acotado y no está cambiando la dinámica de los ahorros.

Por el lado cambiario, si bien desde febrero el dólar oficial se viene depreciando lentamente, a un promedio del 2% mensual, de modo que el ahorro en pesos fue una mejor opción -el contraste es aún mayor con el dólar paralelo, que se encuentra 6,6% por debajo del cierre de 2020-, esta relación no se sostiene al mirar un plazo algo más extendido.

Por caso, durante el año pasado, la tasa de interés en pesos promedió 2,3% efectivo mensual, mientras que el dólar blue avanzó 6,9% en la media mensual. Peor aún, esta dinámica se refuerza al retrotraernos al 2018 y 2019: alguien que tenía $100 al comienzo de 2018, habría terminado con $188 en 2019 si los hubiera puesto en un plazo fijo, $227 si los hubiera ajustado por inflación y $407 si hubiera comprado dólares. En consecuencia, se observa cómo en los últimos años esta dinámica se viene fortaleciendo en lugar de atenuarse.

Entre las consecuencias de la bimonetariedad de nuestra economía están las devaluaciones recurrentes, que aceleran la inflación.

Otro gran problema que genera el hecho de no ahorrar en pesos es la falta de profundidad del sistema financiero en moneda local, que limita la expansión del financiamiento al sector privado “dejando a nuestro país muy por debajo del promedio de la región”.

A modo de ejemplo, en el promedio de la última década, sobresale que el crédito bancario representó el 42% del PIB en Colombia, el 61% en Brasil y más del 75% en Chile. En cambio, en nuestro país este número estuvo por debajo del 15% del PIB, según los datos del BIS. Para peor, a la par que este ratio más que se duplicó en los últimos 25 años en Brasil y Chile, en nuestro país se redujo en cinco puntos en igual período.

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“La existencia y persistencia de colocaciones masivas en pesos que le ganen a la inflación y a la devaluación es condición necesaria para desandar el camino de la bimonetariedad. Sin embargo, no es suficiente (?) No alcanza solo con un cambio económico que se sostenga en el tiempo: también habrá que dar otras certezas. Por ahora, estamos en la dirección contraria”, concluye el reporte.

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