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Este asunto de crecer sostenidamente ya no es fácil para nadie

sostenibilidad
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05 mayo de 2021

Por Pablo Mira (*)

De acuerdo con algunas estimaciones privadas correspondientes al mes de marzo, la actividad económica ya habría recuperado todo lo perdido durante la pandemia. Se trata de una buena noticia, porque los pronósticos de mediados de 2020 se mostraban bastante escépticos. Más allá de las dificultades que trajo la pandemia, los problemas de crecimiento que viene experimentando la economía argentina desde hace ya varios años nos han obligado a consolarnos con objetivos cada vez más modestos.

Si bien ejemplificaremos con el caso argentino, esta tendencia a contentarse con poco es bien generalizada. Con la única excepción de China, la mayoría de los países del mundo, sean desarrollados o no, han experimentado una desaceleración del crecimiento en los últimos 50 años. El menor ritmo de expansión se profundizó luego de la crisis de 2007-2009, evento a partir del cual varias economías se han encontrado con dificultades insalvables para retomar una dinámica mínimamente positiva.

Como dijimos, en Argentina la actividad económica ha logrado restablecer su aparato productivo tras la pandemia. Pero este nivel, que compara con febrero del año pasado, está aún lejos del máximo anterior de la serie de PIB, alcanzado en noviembre de 2017. Para volver a este máximo a la economía le falta todavía crecer otro 8,5%, lo que muestra lo duro de las pérdidas producto de las crisis de 2018 y 2019.

Se podría ser más exigente con el concepto de “recuperación”. Se podría reclamar, con toda justicia, que dado que durante este período creció la población a una tasa de aproximadamente 1% anual, debemos apuntar a alcanzar el nivel de PIB per cápita. Para lograr este objetivo, la economía debe expandirse otro 12% extra.

Pero se puede ser más escrupuloso aún. Las economías suelen experimentar una tendencia de crecimiento de mediano plazo, que oscila entre el 1% y el 3% para economías normales (de nuevo, exceptuando a China). Si se asumiera una evolución moderada de 1,5% anual, volver al PIB que hubiese determinado esta tendencia requeriría 14% de crecimiento adicional.

Estos resultados son interesantes porque sugieren de manera bastante directa que la restricción que opera sobre la economía argentina no es ni el empleo ni la capacidad productiva. Como se ha insistido largamente, la limitación principal es estructural: la economía argentina no puede reemplazar fácilmente los dólares que necesita para asegurar su crecimiento.

Podríamos ponernos más implacables aún con nuestra definición de recuperación. Por ejemplo, se podría exigir rescatar todo lo que la economía perdió mientras se encontraba por debajo de la tendencia per cápita de su producto bruto. Esto significaría calcular todas las diferencias, mes a mes, entre el PIB per cápita tendencial y el PIB efectivo, sumarlas (técnicamente, calcular la “integral”) y estimar cuánto se necesita crecer para compensar estos costos totales.

Este último es un número astronómico y, muy posiblemente, un requerimiento poco razonable. ¿Por qué? Porque tal objetivo no es alcanzable en un futuro realista por casi ningún país del mundo (excepto? ya saben). Hace rato que las economías capitalistas no son capaces de recuperar ni siquiera la tendencia de la posguerra, y hoy en día se considera que, en lugar de forzar la máquina, debemos moderar nuestro entusiasmo en lo que a crecimiento de largo plazo se refiere. Este asunto de crecer sostenidamente ya no es fácil para nadie.

En cualquier caso, haber recobrado en apenas un año el nivel de actividad perdido por la pandemia es un hecho que no debe minimizarse. Con un enorme cúmulo de restricciones arrastradas y presentes, la política económica y el sector privado se las arreglaron para retomar una senda productiva que pocos creían posible hasta hace no mucho. Esto habla bien de la estrategia de las autoridades, pero también expone una virtud presente en casi todos los sistemas capitalistas, y es que contienen mecanismos que, bien orientados por la política, tienden a recobrar su funcionamiento tras los episodios disruptivos. Lamentablemente, este poder tiende a ser cada vez más menguado, lo que nos obliga a armarnos de paciencia para tratar de ir ganando la batalla del desarrollo paso a paso.

(*) Docente e investigador de la UBA

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