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La dificultad para entender el mercado laboral: el caso italiano

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Paolo Rizzo 19 abril de 2021

Por Paolo Rizzo

La anomalía de la actual crisis pone un desafío más a los responsables políticos de todo el mundo: entender el entorno económico y social. No se trata de un problema menor. Tener una idea precisa de la situación macroeconómica del país es la clave para implementar políticas públicas eficaces y, por ende, gastar bien los escasos recursos del Estado.

Uno de los mayores desafíos es entender el mercado laboral. ¿Cuántos son realmente los desempleados? ¿Cuántos son los empleados que siguen teniendo un trabajo solo porque las empresas no pueden despedirlos? ¿Cuantas personas ya no buscan trabajo? ¿Quién ha sido más afectado por la crisis? No son solamente preguntas útiles para la teoría económica sino, sobre todo, el primer paso para la implementación de políticas laborales y sociales.

Para tener respuestas a estas preguntas podría ser útil considerar el mercado laboral italiano. Mientras en 2020 el PIB de Italia ha caído del 8,8%, la tasa de desempleo pasó del 10% de 2019 al 9,2% de 2020. Se trata del mejor dato del desempleo desde el 2011?y un sinsentido. Solo un observador distraído podría pensar que, al fin y al cabo, la crisis no está afectando el mercado laboral. Es evidente que el análisis debería considerar distintos factores. ¿Cómo explicar entonces que la tasa de desempleo haya bajado frente a una caída tan abrupta del PIB?

El mercado laboral de Italia nos enseña la dificultad de medir la crisis pandémica con los instrumentos que hemos utilizado en otras. Una publicación reciente sobre el mercado laboral italiano compara los datos de febrero 2021 con los de febrero 2020, o sea, el mes previo al comienzo de la pandemia. En particular, la publicación utiliza distintos indicadores y mide cual ha sido el impacto de un año de pandemia sobre el trabajo.

En el intento de mitigar el impacto de la crisis, hace más de un año Italia prohibió los despidos y ha prorrogado la medida hasta junio 2021. Se trata de uno de los pocos países europeos que ha implementado esa medida. A cambio, el Estado se ha hecho cargo de las dificultades de las empresas y ha financiado regímenes de reducción del tiempo de trabajo. Es decir que algunos trabajadores podrían resultar ocupados solo porque las empresas no pueden despedirlos y, por el momento, el Estado está garantizando un porcentaje de sus sueldos.

En el intento de corregir ese defecto estadístico, hace unas semanas Istat, la oficina estadística italiana, ha cambiado su parámetro de definición de “ocupado”. Ahora el ocupado que, desde más de 3 meses no trabaja ni puede ser despedido, no se ubica más en la categoría de “ocupados”. Este ajuste permite medir un número más real de ocupados. En particular, la nueva clasificación ha podido clasificar a casi medio millón de trabajadores como “no ocupados” ya que no eran llamados al trabajo desde más de 3 meses.

Merece recordar que la tasa de desempleo no mide el porcentaje de personas que no trabaja sino la personas que no trabajan pero buscan activamente trabajo. Frente a una crisis sanitaria que limita las salidas y cierra actividades no esenciales, sería de esperarse que muchas personas se hayan desanimado o estén sin posibilidad de buscar trabajo. En este caso serían clasificados como inactivos. No sorprende entonces que, solo en el primer mes de la pandemia, en Italia los inactivos habían pasado de 13,3 millones a 14,5 millones. Solo en el último año la tasa de inactividad ha pasado de 34,9% a 37%.

Además de considerar el número de desempleados y inactivos, se necesita tener en cuenta el número de ocupados. Según Istat, en los últimos doce meses se ha registrado una pérdida de casi un millón de ocupados: de 23,1 millones a 22,1 millones. Una catástrofe que ha afectado a algunos grupos más que otros. Por un lado, considerando que hay una mayor participación laboral de los hombres, la pérdida de empleo ha sido homogénea entre los dos sexos (-533.000 trabajos para los hombres y -412.000 para las mujeres). Pero los jóvenes han sido más afectados. La tasa de empleo entre 15-34 años ha disminuido 2,9% mientras entre 35-64 años bajó 1,6%. Se trata de un dato que no debería sorprender. La prohibición de despidos está protegiendo más a los que tienen un contrato de trabajo de duración indeterminada, o sea los adultos. Mientras generalmente los jóvenes tienen contratos temporales.

Estamos entonces frente a una crisis asimétrica en la que pierden todos, pero sobre todo los jóvenes. Primero porque son la categoría que más se ha visto obligada a cambiar, postergar o abandonar sus proyectos de vida. Segundo porque la crisis golpea más a los trabajadores que no tienen una seguridad contractual. Tercero, porque las medidas socioeconómicas proporcionadas por el Estado están protegiendo más a los adultos. Cuarto, porque generalmente los jóvenes trabajan en los sectores más golpeados por la crisis: gastronomía y turismo.

En fin, considerando la particularidad de una crisis que siegue siendo primariamente sanitaria, otro dato a tener en cuenta es la relevación del número de horas de trabajo. Según otra publicación de Istat, en 2020 el número equivalente de horas de trabajo efectivo ha disminuido 7,3%. Se trata de un dato que no está muy lejos de la caída del PIB registrada en 2020 (-8,8%).

El caso italiano representa entonces un buen ejemplo de cómo leer la situación del mercado laboral. A pesar del dato aparentemente positivo de la tasa de desempleo, los últimos 12 meses han representado una verdadera catástrofe para el mercado laboral italiano. Considerar datos como la tasa de inactividad, el número de ocupados, las horas de trabajo y las diferencias entre sexos y grupos de edad resulta entonces fundamental para cualquier gobierno. Es por eso que, a diferencia de otras crisis, la implementación de políticas públicas debería entonces fundarse sobre un análisis económico mucho más profundo de lo que estamos acostumbrados.

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