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El confinamiento corto no elimina el virus y es inviable

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Jorge Colina 14 abril de 2021

Por Jorge Colina (*)

La tasa de contagio del coronavirus no cede y hay rumores de que los infectólogos recomiendan otra vez el encierro absoluto de la gente por corto tiempo. Serían 2 o 3 semanas.

Con el diario del lunes, ya se puede saber que el año pasado con 8 meses de confinamiento las infecciones nunca se eliminaron. Al contrario, fueron crecientes hasta un pico de 15.000 diarias en octubre.

Ahora, que las infecciones están en el orden de las 25.000 por día, no hace falta ser muy adivino para darse cuenta que en 2 o 3 semanas el virus no va a desaparecer. Por lo que, al igual que el año pasado, de 3 semanas en 3 semanas el confinamiento se estirará por meses.

Con la gente confinada por meses se necesitan subsidios del Estado. ¿Se puede repetir la historia fiscal del año pasado?

En el 2020, el Estado nacional asignó $1 billón a gastos extraordinarios por el confinamiento. Fueron $250.000 millones en ATP (subsidio al salario formal), otros $250.000 millones en IFE (subsidios a los informales) y unos $500.000 millones en asistencia al sistema público de salud, ayudas alimentarias y a las provincias, entre otros. Esto representó casi 4% del PIB.

En el Presupuesto 2021 se asumió que no iba a haber confinamiento, por lo que el déficit primario bajaría al 4% del PIB ya que el 2020 terminó en 8% del PIB. Si se vuelve al encierro, los subsidios deben volver. Suponiendo que el Gobierno actúa conservadoramente y decide no gastar más de lo que gastó el año pasado. Es decir, no ajustaría ningún gasto por inflación. Bajo este escenario, el déficit primario vuelve al 7% del PIB. O sea, menor pero alto igual.

Este déficit habrá que financiarlo con emisión monetaria. Para atenuar su impacto inflacionario, el Banco Central apelará a mayores emisiones de Leliq y Pases. El tema es que ya casi no hay espacio para seguir colocando Leliq y Pases. Ambos pasivos del Banco Central ya llegan a los $3 billones, cuando los depósitos a plazo fijo de los particulares (que son la contraparte de las Leliq y Pases) están en $2,7 billones. Es decir, el Estado no está en condiciones de repetir el esfuerzo fiscal del año pasado.

Tampoco la gente. Hay 1 millones de personas menos en el empleo (300.000 formales y 700.000 informales) y el estado emocional está afectado incluso entre aquellas que no tuvieron problemas económicos. Según el Indec, el 62% de los respondientes a su encuesta de hogares que tuvieron problemas laborales tuvieron aumento de la ansiedad. Pero entre los que no tuvieron problemas laborales, el 52% también tuvo aumento de ansiedad. Es decir, el encierro hace mal más allá de la posible falta de dinero.

Es una tormenta perfecta. Los contagios siguen creciendo, el sistema sanitario está al límite (aunque hay que decir que lo está porque la mitad de la ocupación son pacientes no-Covid, o sea que se puede todavía gestionar la ocupación), no hay vacunas, pero si las hubiera tampoco sería la solución ya que países con vacunación masiva ?como Inglaterra, Chile y Uruguay? tuvieron que acompañar la vacunación con confinamiento. La diferencia de estos países es que no están en default y tienen acceso al crédito barato.

Si la salida de la tormenta perfecta no puede ser por la vía económica debe serlo por la vía de la política. Esto no significa hacer más politiquería y seguir peleándose entre los políticos. Es exactamente lo contrario. Hay que dejar de lado, por el momento, temas de agenda que pueden esperar (reforma de la justicia, cuándo se harán las elecciones, etcétera) y concentrarse en motivar a la gente a las conductas responsables.

La responsabilidad pasa por extremar los cuidados preventivos de distanciamiento, barbijos y aseo de manos, minimizar los encuentros sociales y evitar los actos multitudinarios. En este sentido, la clase dirigente ?oficialismo y oposición, en los tres niveles de gobierno? deberían evitar los encuentros entre ellos y consensuar que las protestas sean suspendidas hasta que pase la tormenta, máxime cuando es llevada adelante por organizaciones subsidiadas por el Estado.

En suma, no hay ninguna garantía que un confinamiento corto sirva para reducir el contagio. Tampoco hay recursos estatales para subsidiar el confinamiento. El único remedio a mano es seguir trabajando y estudiando con responsabilidad de la gente. Pero para esto hace falta el ejemplo de los dirigentes.

(*) Idesa

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