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Pandemia, mercado y coordinación social

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30 marzo de 2021

Por Pablo Mira (*)

Además de traer muerte y caos, la pandemia dejó al desnudo un aspecto que apunta a una ineficiencia de la economía de mercado. No me refiero a las dificultades para sostener nuestro nivel de vida, ni a las fallas en la reorganización automática de las fuerzas productivas, ni a los impactos negativos sobre la distribución del ingreso que tuvieron lugar tras el fatídico episodio que comenzó en 2020. Hablo del enorme conjunto de actividades económicas que no sabíamos que podíamos desempeñar con costos muchísimo menores para la economía.

Esta es una idea que marcó en un breve pero jugoso post Kristen Berman, y que queremos resaltar aquí. Quizás la práctica más fútil que se hizo evidente en estos tiempos es el de los “viajes de negocios”. Sofisticados ejecutivos de empresas multinacionales consideraban absolutamente cruciales las visitas de una comitiva completa al otro del mundo para cerrar un trato con un apretón de manos bien presencial. Los gastos de pasajes en estos antojos ejecutivos costaban a las compañías al menos un millón de dólares por año. Tras el retiro del Covid-19, los gurúes de los negocios predicen que las empresas reducirán al menos a la mitad este turismo encubierto.

A nivel doméstico, los traslados hasta el trabajo nos hacen perder el tiempo y polucionan el aire y los oídos, además de propiciar enfermedades contagiosas por viajar apretados. El empleo presencial requiere dos ambientes, uno para vivir y otro para trabajar, y no es difícil concluir que esta organización del espacio es a menudo ineficiente. Cada vez más labores son factibles de realizarse a distancia y el teletrabajo, opinan los expertos, llegó para quedarse. La pregunta, una vez más, es por qué esto ocurre recién en el presente, si estas tecnologías estaban disponibles desde hace varios años (incluso décadas).

Las firmas siguen. Antes de 2020 la educación era presencial o no era, pero ahora se abrieron posibilidades mixtas. Se discuten opciones de enseñanza complementarias que pueden hacer del aprendizaje una experiencia más moderna y con muchas más alternativas para quienes tienen restricciones para movilizarse. Para un conjunto de especialidades, el área de la salud también “descubrió” que las visitas presenciales, con sus retrasos eternos en los turnos, eran innecesarias.

Cuando se trata de actividades del sector público, se puede echar la culpa de este estado de cosas a un Estado inoperante. Pero hemos subrayado aquí varias ineficiencias que corresponden a un sector privado que compite libremente, y que podrían haber encarado las reformas hace ya mucho tiempo para su propio beneficio. En rigor, todas las ventajas que la pandemia “desenmascaró” no estaban ocultas en absoluto, y sin embargo el mercado y sus mecanismos no las adoptó. ¿Por qué?

Una respuesta superficial sería que, después de todo, el mercado no funciona tan bien como usualmente se cree. Pero vale la pena indagar un poco más allá. Una hipótesis es que estas ventajas no se aprovecharon debido a un problema de coordinación social. Del lado de las firmas, se podría pensar que si todos viajan para hacer negocios personalmente, una única firma que intente innovar y hacerlo de manera remota puede no ser considerada suficientemente confiable. Del lado de los empleados, pedirle a alguien que trabaje desde la casa podía resultar ofensivo, como mínimo extraño. Sacar las mesas de los restaurantes a la calle requería la aprobación de múltiples organizaciones, debido a que involucra el uso de un espacio público.

La pandemia impuso sin proponérselo un conjunto de normas de uso obligatorio. Pero el punto es que estas novedades no tuvieron como consecuencia principal el desarrollo de nuevas posibilidades tecnológicas. Esas oportunidades ya existían. Lo que sí hizo el Covid fue actuar como un impensado coordinador, creando un entorno propicio para adoptar estas tecnologías de manera generalizada, esto es, “al mismo tiempo para todos”. Luego, por supuesto, la tecnología fue mejorando para adaptarse más eficazmente a la nueva realidad.

Los fenómenos de coordinación han sido temas recurrentes en la literatura económica desde hace muchos años, pero lamentablemente fueron (también recurrentemente) subestimados o directamente ignorados. Por dar dos nombres, Axel Leijonhufvud y George Akerlof siempre enfatizaron en sus investigaciones el papel de las normas y de la coordinación en el funcionamiento económico. La pandemia, insospechadamente, parece reivindicar parte de su legado.

(*) Docente e investigador de la UBA

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