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Incertidumbre radical: lo que no sabemos que no sabemos

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22 marzo de 2021

Por Pablo Mira (*)

¿Qué es la incertidumbre? Si el lector o la lectora no lo sabe, entonces sufre de “incertidumbre radical”. Los economistas John Kay y Mervin King (el ex presidente del Banco de Inglaterra y autor de “la teoría Maradona de la tasa de interés”) escribieron un libro con ese título sobre el fascinante tópico de lo que sabemos, lo que no sabemos y lo que no sabemos que no sabemos, que es finalmente la “incertidumbre radical”.

En general, las aproximaciones a la “incertidumbre radical” aparecen en dos extremos. Por un lado, están quienes asumen que la incertidumbre puede ser simplificada y tratada como un fenómeno probabilístico. Por el otro, quienes descartan de plano toda posibilidad de comprender un mundo poco asible.

Ambos, a su modo, están equivocados. Los primeros están bien representados por el análisis económico que asume invariablemente que los individuos deciden racionalmente, y que esta racionalidad puede domar a la incertidumbre.

¿Cómo se hace esto? Simplemente (incluir todas la comillas que sean necesarias) considerando todos los eventos futuros posibles y su respectiva distribución de probabilidades, que se asume conocida. Para simplificar la idea, estos economistas asumen que viven en un mundo dominado por la lógica de la ruleta. Cuando apostamos, todos sabemos que hay una probabilidad de 1 en 37 de sacar un pleno (no es 36 porque se incluye el maldito cero), y una posibilidad de casi 1 en 2 de acertar color (no es ½ porque se incluye el maldito cero). Un individuo averso al riesgo apostará al rojo, y uno propenso al riesgo apostará al 29, pero todos jugamos entendiendo las chances en juego.

Pero la ruleta no es “incertidumbre radical”. Aun cuando ignoramos qué número saldrá, ninguno en particular nos sorprenderá, y tampoco nos sorprenderá que, jugando a pleno, acertemos poco. En la vida real, en cambio, los eventos inesperados sí suelen sorprendernos o desencantarnos. Es este tipo de vaguedades y ambigüedades de las que hablan Kay y King en su obra. En la mayoría de las decisiones económicas que involucran al futuro no tenemos idea de la probabilidad de cada circunstancia, ni tampoco del tipo de eventos que podríamos enfrentar. En palabras de Nassim Taleb, la realidad nos confronta permanentemente con eventuales cisnes negros.

El otro grupo extremo representa la visión solipsista, la creencia de que lo único de lo que podemos estar seguro es de la existencia de nosotros mismos?y de no mucho más (imaginen qué piensa esta gente acerca de los análisis costo-beneficio de las políticas fiscales). La frase más valorada por estos escépticos de la certidumbre es “es más complejo”, lo que en buena medida parece anular cualquier análisis. El problema es que los humanos, con o sin conocimiento de causa, deben tomar alguna decisión (y por supuesto, no tomar una decisión es una decisión también). Así, esta forma recelosa de ver las cosas no ayuda demasiado a entender la realidad. Por otra parte, estos ateos de la percepción normalmente no se amedrentan a la hora de opinar. A menudo, tras un “es más complejo” se produce una catarata de teorías e ideas que sugieren que estos especialistas eran en realidad expertos en desanudar complejidades.

De modo que, en los extremos, ambos grupos afirman tener el poder para comprender cabalmente la realidad. Kay y King dan algunos consejos para evitar recaer en estas opiniones apresuradas. Uno es no consultar a los expertos en una disciplina cuando el problema atañe a otra órbita. En una pandemia, no es bueno descansar exclusivamente en el juicio de los economistas. Menos aún cuando, ante un fallo de la teoría, se asigna la culpa a los individuos por no ser suficientemente racionales, o a la acción inesperada de un evento externo. Los autores, de todos modos, señalan que no es necesario anular el análisis probabilístico, solo aplicarlo mejor según las circunstancias. Como alguna decisión hay que tomar, intentar “ponerle números al problema” es una técnica válida que puede contribuir al entendimiento de la situación. Y lo que no puede quedar de lado es el juicio de un conjunto de expertos, basado en lo que estos expertos han estudiado específicamente. Lo importante, finalmente, es que este comité decida en base a lo que sabe, y no en base a lo que piensa que sabe.

(*) Docente e investigador de la UBA

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