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Grecia, Turquía y la aparición de un actor clave

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05 marzo de 2021

Por Pedro Ferrario Licenciado en Relaciones Internacionales

El comienzo del 2021 fue una nueva oportunidad para hacer borrón y cuenta nueva, superar las desgracias del año pasado y encarar hacia un prometedor futuro tanto para las personas como para los países, como parecía ser en el caso de Grecia y Turquía.

En enero, el mundo aplaudía la reanudación de comunicaciones entre turcos y griegos. El dialogo entre ambas potencias se había visto interrumpido en los últimos cuatro años debido a la disputa sobre los límites marítimos en la cual cada actor establecía soluciones distintas sobre hasta donde llegaba la Zona Económica Exclusiva que les correspondía. Estas discusiones llegaron a su máximo nivel de tensión el año pasado, cuando los dos se vieron forzados a una competencia de demostraciones militares. Aliados en la OTAN, pero enemigos en vecindad, desplegaron todas sus capacidades a nivel aéreo y naval llegando incluso a generar accidentes: el 10 de agosto un navío griego colisionó contra uno turco.

La reunión del pasado 23 de enero, llevada a cabo en Estambul, se centró en la repartición y explotación de los hidrocarburos encontrados en el mediterráneo oriental. A lo largo del 2020, Turquía ya había empezado con la exploración de recursos en la región que adjudicaba como parte de su plataforma continental mientras que Atenas, como era de esperar, se oponía a este accionar por considerarlo su territorio.

En este primer acercamiento no se pactó nada significativo, aunque se comprometieron a realizar una nueva reunión en Atenas. Pero si bien este año demostraba ser distinto, a mediados de febrero los cruces entre ambos retornaron.

La paz promovida duró poco menos de un mes: el lunes pasado, cuatro bombarderos griegos F-16 intimidaron a un buque militar turco que se encontraba haciendo investigaciones científicas en aguas internacionales. A diferencia de situaciones anteriores, los aviones griegos procedieron a realizar ejercicios militares sobre el barco turco, tomándolo por sorpresa con vuelos a baja altura, simulando aproximaciones bélicas e, inclusive, disparando “chaff” (cohetes de corto alcance que sirven para perturbar las imágenes de radar e impedir la localización del enemigo).

Además de esta demostración, Recep Erdogan se ha mostrado muy preocupado por la decisión griega de aumentar su presupuesto militar 57% para 2021, enfocándose principalmente en fragatas, drones, aviones de combate y otros tipos de dispositivos especializados en el combate mar ? aire. Dicho armamento, que fue adquirido mediante tratados con Francia e Israel, busca promover tanto las relaciones comerciales como generar un acercamiento entre aliados estratégicos para frenar al país otomano.

Por su parte, Turquía decidió avanzar diplomáticamente, denunciando a Grecia ante organismos internacionales por la devolución de refugiados a aguas turcas (se estima que fueron 10.000 solo el año pasado). Militarmente, además, se dispuso a rearmarse con la compra de submarinos y defensa antiaérea S-400 provenientes de Rusia. Y, en cuanto a lo económico, siguió con la excavación de petróleo.

Mientras tanto, la Unión Europea se encuentra ante una dicotomía. Por un lado, quiere apoyar a su miembro, pero por otro lado teme perder el privilegiado acuerdo que tiene con Turquía para frenar el avance de refugiados hacia Europa. Por eso, el Consejo Europeo, una vez más, sigue atado de manos.

Definitivamente esto parece un círculo vicioso que se viene repitiendo hace mucho tiempo. Ignorando las rivalidades como antiguos imperios, y solamente tomando en cuenta desde la creación de la República Turca en 1923, ya van casi 100 años de conflicto entre ambos.

Sin embargo, pese a la situación descripta, este año promete ser distinto gracias a la aparición de un nuevo actor: el presidente Joe Biden. Con la llegada de la nueva administración, Estados Unidos prometió mantener (o competir) por el rol hegemónico mundial. Para ello, una de las principales tareas será apostar al multilateralismo y sanar las heridas que dejó Trump con Europa.

En los últimos días, EE.UU. movilizó 30 helicópteros de combate Black Hawk hacia Alejandría (20 millas afuera de la frontera turca); reactivó sus instalaciones militares ubicadas en la isla de Creta y, además, aumentó las sanciones a Turquía por la compra de armamento ruso y no estadounidense.

Esto aparición en el escenario del país norteamericano podría verse como una gran coincidencia o, tal vez, como una política de defensa del conteniente europeo frente a las políticas “abusivas” de Ankara. El período Biden recién comienza y solo el tiempo dirá si Estados Unidos tendrá la solución para que la historia deje de repetirse.

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