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El Impuesto a las Ganancias de las empresas no es alto

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Jorge Colina 25 marzo de 2021

Por Jorge Colina (*)

El oficialismo y la oposición acordaron avanzar en la reducción del impuesto a las ganancias de las personas, elevando el piso de salario desde $75.000 a $150.000 mensuales. Para compensar la pérdida de recaudación, se propone elevar la presión impositiva del Impuesto a las Ganancias de las empresas.

En particular, actualmente la alícuota del Impuesto a las Ganancias de las sociedades es de 25% a lo que hay que sumarle otro 10% más que se le cobra a los accionistas cuando retiran dividendos. Esto hace una presión total del impuesto a las sociedades y a los dividendos de 35%.

En el Congreso ahora se propone elevar esta presión al 40%, pero cambiando la composición. La alícuota de 25% de ganancias a las sociedades sube a 35% y la de dividendos baja de 10% a 5%. O sea, se sube la presión impositiva aumentando la parte de las sociedades y se baja la de los accionistas.

Aquí se abren dos interrogantes. Primero, ¿es alto el 40% de impuesto a las sociedades y dividendos? Segundo, ¿está bien esta combinación de 35% para las sociedades y 5% para los accionistas?

La combinación de una alícuota para la sociedad y otra para el accionista tiene la finalidad de incentivar la inversión por parte de las empresas. La lógica es que, si la ganancia de la sociedad se reinvierte, no paga impuesto al dividendo. Luego, pagará impuesto al dividendo cuando haya distribución de utilidades que, se entiende, será mayor recaudación porque las utilidades serán mayores gracias a la reinversión.

Para ver cómo se utiliza esta combinación del Impuesto a las Ganancias de las sociedades con el impuesto a los dividendos, y evaluar el sistema que se propone en Argentina, sirve mirar la experiencia internacional (ver Gráfico 1).A simple vista, en el gráfico se pueden observar 3 hechos estilizados.

En primer lugar, el 40% de presión impositiva de ganancias a las sociedades más dividendos es relativamente bajo respecto a lo que se ve en los países avanzados. De hecho, la mayoría tiene presiones impositivas por encima del 40% de la ganancia.

En segundo lugar, los países con mayor presión impositiva sobre el capital usan mucho más el impuesto a los dividendos que a las ganancias de las sociedades. Es decir, apuestan fuertemente al incentivo a la reinversión de utilidades. Los ejemplos más notorios son Irlanda y Dinamarca. En este sentido, el diseño de Argentina va a contramano del mundo. Es el país que más grava a las sociedades y menos a los dividendos.

En tercer lugar, los países que tienen menos presión sobre el capital que Argentina son en su mayoría de Europa del este, los cuales ?además de la ventaja impositiva? tienen otras ventajas, como la cercanía geográfica, la educación de sus recursos humanos, la infraestructura que los conecta con el corazón productivo de la Unión Europea y la estabilidad macroeconómica. En el fondo son mucho más competitivos que Argentina. Desde este punto de vista, aquí sí se manifiesta que a la falta de competitividad de Argentina, en comparación con países que pueden ser su par, subir la presión al capital en Argentina le resta otro poroto más a su deplorable nivel de competitividad.

Además, Argentina le pone problemas adicionales al impuesto a las ganancias de las empresas. Por la alta inflación y la arbitrariedad de impedir hacer el ajuste por inflación como corresponde (se permite aplicar solo 1/6 del ajuste y los otros 5/6 en ejercicios posteriores), las empresas terminan pagando una presión efectiva sobre el capital mucho mayor al 40%. Con este tipo de arbitrariedades, el diseño teórico de Argentina termina distorsionado y obviamente todo el mundo se queja de lo confiscatorio que termina siendo el impuesto. Pero no es por el 40%. Es porque se aplica arbitrariamente.

Respondiendo las dos preguntas del inicio. En la experiencia internacional, tener una presión impositiva del 40% en la ganancia de las empresas no es un problema. En todo caso, habría que aumentar la porción que paga dividendos y bajar la que pagan las empresas para incentivar la inversión.

El punto es que, para que la alícuota del 40% sobre las ganancias de las empresas no sea un problema, Argentina debería lograr estabilidad macroeconómica con un Estado equilibrado; con una presión impositiva tolerable, que minimice los impuestos distorsivos y las distorsiones en la aplicación de los impuestos y un gran desarrollo de infraestructura dura (energía y comunicaciones) y blanda (buenas regulaciones en el mercado laboral y de productos, y un correcto funcionamiento de la justicia).

O sea, ser otro país. Uno mucho más competitivo donde el capital rinda.

(*) Idesa

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