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Biden y un plan de rescate económico sin precedentes

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16 marzo de 2021

Por Clarisa Demattei (*)

El pasado jueves 11 de marzo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, promulgó una ley sancionada por el Congreso norteamericano que tiene como meta ejecutar un plan de rescate estatal por un monto total de US$ 1,9 billones.

Conocido como “Plan de Rescate Americano”, la ley busca ayudar a los más afectados como consecuencia del Covid-19. Este programa, además, tiene la particularidad de ser uno de los más importantes y ambiciosos de la historia estadounidense por el tamaño de la inversión y los alcances del mismo.

En líneas generales, este plan de rescate asignará pagos directos por montos hasta US$ 1.400 para el 85% de los hogares norteamericanos. Esto implica, por ejemplo, que una familia de clase media compuesta por 2 padres y 2 hijos recibirá US$ 5.600. A su vez, aquellos hogares cuyos ingresos sean menores a US$ 25.000 por año verán reducidos sus impuestos en 20%. El objetivo de esta medida es otorgar un alivio a las familias de ingresos medios y bajos, reduciendo su presión fiscal y, en su lugar, permitiéndoles generar un ahorro para pagar el alquiler, las universidades de sus hijos, los préstamos bancarios o incluso estimular el consumo interno.

Asimismo, este plan tiene previsto brindar asistencia financiera a inquilinos que, a causa de la pandemia y la reducción de sus ingresos, casi quedan desahuciados por falta de pago. Y en el caso de las 11 millones de personas que perdieron su trabajo durante la pandemia, el rescate establece un aumento considerable del seguro por desempleo.

El objetivo de esta primera parte del plan tiene como fin reducir la pobreza, y particularmente la infantil, que en cifras de Pew Research Center llega al 15% de la población menor de edad. De hecho, estudios remarcan que con este paquete de estímulos la pobreza en menores de 18 años podría reducirse a la mitad y otros 11 millones de adultos también podrían dejar de vivir en condiciones de vulnerabilidad.

Sin embargo, más allá del volumen histórico de desembolsos en subsidios y ayudas a hogares, el “Plan de Rescate Americano” no se limita meramente a un aspecto económico sino que también abarca otros aspectos que se han visto fuertemente dañados durante la crisis del Covid-19.

En términos sanitarios, gracias a una fuerte inversión del Estado federal, Biden aseguró testeos masivos y el acceso a las vacunas para todos los estadounidenses con fecha al 31 de mayo. Según el presidente, este aumento en la velocidad de la vacunación permitirá que Estados Unidos pueda volver a una cierta normalidad para el verano boreal que genere, a su vez, que los estudiantes puedan retomar su educación de manera presencial en las escuelas, que sus padres puedan volver a trabajar y que el consumo vuelva a sus cifras prepandemia. Además, esa batería de políticas prevé subsidiar alimentos para evitar la malnutrición infantil, medicamentos y una partida financiera especial de US$ 34.000 millones para garantizar el acceso al sistema de salud y extender la cobertura sanitaria para millones de norteamericanos que quedaron desprotegidos como consecuencia de haber perdido su empleo.

Asimismo, y con el fin de que las familias puedan volver a trabajar, quienes deban dejar a sus hijos al cuidado de otra persona también podrán aplicar a una asignación especialmente diseñada para tal fin y a una desgravación impositiva de US$ 3.000 anuales.

Si bien muchos norteamericanos se sorprendieron por la magnitud del programa, para otros no es una sorpresa.

Biden, quien fuera vicepresidente de Barack Obama, ya conoce de primera mano los planes de rescate. En 2008, pocos meses antes de que su compañero de fórmula ganara las elecciones presidenciales, Estados Unidos se vio sumido en una crisis económica solamente equiparable a la llamada Gran Depresión. En ese entonces, un problema que comenzó en el ámbito hipotecario se extendió viralmente por todos los aspectos de la economía norteamericana. El saldo de la denominada “crisis de las hipotecas” dejó un 16,5% de la población desempleada, al 15% viviendo bajo la línea de pobreza y un déficit fiscal del 11% del PIB.

Apenas Obama asumió la presidencia su principal objetivo fue lograr un acuerdo bipartidista que permitiera aprobar en el Congreso un enorme plan de rescate y estímulo a diversos sectores de la economía. Pero según afirma el ahora expresidente, su negociación jamás hubiera sido exitosa si no fuera por el protagónico papel que jugó Biden en ese momento, reuniendo a diversos líderes republicanos y acercando posiciones alejadas. El resultado de esa negociación fue la aprobación de un plan de ayudas y asignaciones de US$ 800.000 millones que ayudó a Estados Unidos a superar una de las crisis más profundas de su historia.

Sin embargo, a diferencia del plan de Obama que tenía un enfoque netamente económico, el estímulo que Biden planea darle a la sociedad norteamericana en 2021 excede lo financiero y también propone ayudas estructurales en ámbitos centrales como la educación, la ciencia, la investigación y el acceso a la salud a partir de la extensión del “Obamacare”, entendiendo que la solución a una crisis de tamaña magnitud no puede superarse sin atender los aspectos multidimensionales de la calidad de vida.

Si bien todavía es muy temprano para afirmar si este plan será exitoso o no, cuenta con 70% de aprobación en la población estadounidense, según una encuesta realizada por Pew Research Center. El plan tendrá una etapa de revisión y ajustes recién en 2022 que coincidirá con las elecciones de medio término, momento en el que la población podrá expresar su veredicto al respecto. Sin embargo, para eso todavía falta y la senda de la recuperación demanda un gran trabajo por hacer.

(*) Licenciada en Ciencias Políticas; Mg. en Comunicación Política (Universidad de Alcalá de Henares, España); Investigadora Senior del Centro de Estudios Internacionales (CEI) UCA y Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UCA) y el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA)

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