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El gran apagón de Texas es una lección para los fundamentalistas de mercado

Texas es el único estado de Estados Unidos cuya red eléctrica no está interconectada con el resto del país. Esto le permite a Texas, un bastión del Partido Republicano, evitar la intervención de autoridades federales en la gestión de su sistema eléctrico.

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Pablo Maas 24 febrero de 2021

Por Pablo Maas

El lunes 15 de febrero fue el día más frío en 30 años en Texas. Las temperaturas cayeron a menos de 10 grados bajo cero y la nieve cubrió la mayor parte del territorio del estado. Entonces, se cortó la luz. No un rato, en algunos lugares. Los apagones duraron toda la semana y millones de hogares quedaron a oscuras y sin calefacción. Pareció un escenario apocalíptico sacado de una película de Hollywood: 24 personas murieron de frío y centenares fueron atendidas por intoxicarse con monóxido de carbono. Cuatro millones y medio de hogares, en los que vive la mitad de la población de 26 millones, se quedó sin agua porque las plantas depuradoras no tenían electricidad. Texas es el mayor productor de petróleo y gas de Estados Unidos. Pero la infraestructura no estaba preparada para tan bajas temperaturas, algo usual en los estados del norte del país.

Las usinas eléctricas, los gasoductos y hasta los grandes molinos de viento y las centrales nucleares se congelaron y dejaron de funcionar. Y no hubo de dónde importar energía. Texas es el único estado de EE.UU. cuya red eléctrica no está interconectada con el resto del país. Esto le permite a Texas, un bastión del Partido Republicano, evitar la intervención de autoridades federales en la gestión de su sistema eléctrico. Pero también anula su capacidad de recurrir a traer energía de otros lugares durante una emergencia, como la de la semana pasada. La red eléctrica de Texas también es la única en el país que no utiliza el sistema de "pago por capacidad", por la cual los generadores reciben dinero por tener disponible cierta reserva de energía preparada para inyectar en la red en casos de eventos climáticos extremos. Los pagos se realizan, aunque la energía no se entregue al sistema.

En su lugar, Texas desreguló por completo su mercado eléctrico, mucho más que cualquiera, en un experimento en el que lo único que cuenta son los incentivos creados por los precios de la energía en un marco de libre oferta y demanda. A los oferentes no se les exige que inviertan en proteger sus instalaciones contra el frío, por ejemplo. Se supone que la magia del mercado se haría cargo de esto. La teoría dice que, en el caso de un pico de demanda o una disrupción de la oferta, los altos precios resultantes y las consiguientes abultadas ganancias constituyen un incentivo suficiente para invertir en sistemas robustos, para beneficiarse de eventos tales como el de la semana pasada en Texas.

Pero esto dice la teoría. En la práctica, esas inversiones no se hicieron. Y no se trata de que el desastre de Texas haya sido un cisne negro. Hubo eventos similares, aunque no tan extendidos en febrero de 2011, cuando tres millones de hogares quedaron a oscuras. Esta crisis no fue inesperada. "La helada se veía venir", dijo un experto citado por la agencia Reuters. La verdad parece ser que los generadores no invirtieron para no cargar sus costos y quedar en desventaja competitiva en un mercado completamente desregulado. Para evitar estas fallas de mercado es que se inventó la regulación.

Según Paul Krugman, toda la política energética de Texas se basa en la idea de que se puede tratar a la electricidad como si fueran paltas: en 2019 hubo una mala cosecha de paltas en California y los precios escalaron, pero a nadie se le ocurrió regular el mercado. Pero el kilowatt-hora no es comparable a las paltas, escribió Krugman ayer en The New York Times. Primero, porque la electricidad es esencial para la vida humana y las paltas claramente no. Segundo, y tal vez lo más interesante, observa Krugman, la electricidad es suministrada por un sistema en el que participan diversos jugadores. Si un generador de electricidad invierte en proteger sus equipos contra el frío, pero el gasoducto que alimenta sus turbinas o el yacimiento de gas no lo hace, el sistema no funciona. Y, por último, agrega Krugman, "un mercado que funciona por incentivos de precios extremadamente altos durante una crisis no es factible, ni práctica ni políticamente".

Los consumidores afortunados de Texas a los que no se les cortó la luz ya comenzaron a recibir facturas de US$ 5.000 y más por esos cinco días de servicio. El escándalo que se ha desatado llevó al Gobierno estatal a intervenir con promesas de aliviar la carga para los consumidores. Un destacado dirigente republicano, el senador y excandidato presidencial Ted Cruz, dijo que es una injusticia que las empresas de electricidad tengan ganancias exorbitantes a causa de un evento climático. Todo el poderoso establishment republicano de Texas, comenzando por el gobernador Greg Abbott, entró en crisis a causa del desastre energético, una catástrofe que no será olvidada fácilmente por los votantes, al igual que las facturas de US$ 5.000. La debacle de Texas, dice Krugman, "nos ofreció una visión del lado oscuro (y frío) del fundamentalismo del mercado libre. Y esta es una lección que no debemos olvidar".

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