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El debate no es sobre Ganancias sino sobre qué da el Estado a cambio de todos los impuestos

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Jorge Colina 17 febrero de 2021

Por Jorge Colina (*)

En Argentina, un asalariado formal tiene que pagar sobre su salario 18% de aportes personales y otros 24% de contribuciones patronales para ANSES, PAMI y obra social. A esto hay que sumarle aportes y contribuciones sindicales, que son variables, pero oscilan entre 3% y 5% y en algunos sindicatos llegan hasta 7%. De esta forma, los impuestos al salario en Argentina se ubican entre el 45% y el 50% de la remuneración.

¿Es mucha esta carga tributaria? Depende. Hay que ver qué es lo que se recibe a cambio. Con un análisis rápido se puede hacer el siguiente balance.

El trabajador aporta a ANSES para jubilarse, para lo cual tiene que hacer 30 años de aportes a fin de acceder a un beneficio que será equivalente a $8.000 fijos (esto es la PBU) más 45% del salario. Pero si no hace aportes se jubila igual, con la moratoria, con la cual accede a una jubilación en las mismas condiciones que el que hizo 30 años de aportes. Para tener la cobertura de PAMI tampoco hace falta aportar, porque con la moratoria también viene la cobertura de PAMI.

Con los aportes y contribuciones viene también la cobertura de salud de la obra social. En general, para los que tienen salarios de la mediana para abajo la cobertura es deficiente, por lo que muchas veces el trabajador y su familia terminan en el hospital público. Igual, que una persona que no hace aportes. Los que tienen salarios por encima de la mediana, van a una prepaga, pero tienen que pagar más por encima de los aportes.

Con los aportes y contribuciones sindicales viene la protección sindical. No necesariamente, porque los aportes y contribuciones compulsivos al sindicato se fijan en los convenios colectivos por lo que deben ser pagados por todos los trabajadores independientemente de si están afiliados al sindicato o no. Si los trabajadores quieren hacer uso de las instalaciones del sindicato, de la colonia de vacaciones y del camping, tiene que afiliarse y pagar cuotas por encima de los aportes sindicales compulsivos.

En suma, tener aportes y contribuciones a la seguridad social y a los sindicatos por el orden del 50% es altísimo. Porque no se recibe nada especial a cambio. Por esta razón los trabajadores con salarios más bajos, le dan poco valor al trabajo “en blanco”, si total estando “en negro” se accede a más o menos los mismos beneficios. Los trabajadores de mayores salarios no puede escapar de la formalidad, entonces, toman a todas estas imposiciones como lo que son: impuestos al trabajo, porque no dan ningún beneficio a cambio.

A partir del 2002, con el retorno a la alta inflación, las autoridades adoptaron una muy perniciosa conducta. Dejaron que el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias se licue con la inflación. Pasado el 2010, esto produjo la historia que todos los trabajadores por encima de la mediana conocen. Sobre el 50% de aportes y contribuciones a la seguridad social y a los sindicatos, ahora se suma el Impuesto a las Ganancias. Esto causa muchísima irritación, aun cuando su impacto al comienzo es marginal al lado del 50% que ya se viene pagando.

Aquí se produce una gran contradicción. Es difícil encontrar en Argentina algo que genere mayor coincidencias que las declaraciones a favor de la “inclusión social”, la “equidad” y la “igualdad”.

Lo cierto es que el Impuesto a las Ganancias es el que más contribuye a estos principios (por ser progresivo, no lo pagan los que menos tienen, sino que se paga crecientemente cuando los ingresos se elevan), y no los aportes y contribuciones a la seguridad social y a los sindicatos, que se pagan en porcentajes fijos así se sea indigente o la persona que más gana en Argentina. Pero se rechaza el impuesto a la ganancia.

El argumento para el rechazo es similar al de las cargas sociales. Para qué pagar impuesto a las ganancias si luego el Estado no da seguridad, escuelas y salud pública de calidad, ni garantiza la equidad y la igualdad con más del 40% de la población viviendo en la pobreza. La clase media que paga Ganancias luego tiene que pagar de su bolsillo seguridad privada, colegio privado, medicina prepaga y ver cómo sigue creciendo la pobreza.

Si se quiere igualdad, el sistema tributario tiene que ser más progresivo. En este sentido, no hay que elevar el piso de Ganancias sino acompañarlo, dándole progresividad a las cargas sociales. Pero, fundamentalmente, también hay que reconstruir el Estado para que los impuestos se traduzcan en seguridad, buenas escuelas y hospitales públicos, que la pobreza se reduzca, y haya infraestructura de energía, transporte y comunicaciones de alta calidad. Es decir, un Estado donde valga la pena pagar los impuestos.

(*) Idesa

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