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Cómo quedará Martín Guzmán en los libros de historia

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Luis Varela 08 febrero de 2021

Por Luis Varela

Con sus jóvenes 38 años, el actual ministro de Economía de Argentina Martín Guzmán nació en la ciudad de La Plata el 12 de octubre de 1982. Se formó como doctor en Economía primero en la Universidad de La Plata, luego en la Universidad de Brown y completó su formación como asistente de investigación en la Universidad de Columbia, con el Premio Nobel Joseph Stiglitz como su mentor.

Un día después, de las PASO, el 12 de agosto de 2019, Alberto Fernández sacó a Argentina de la cancha al decir que revisaría la deuda que heredaba del gobierno de Mauricio Macri, quién a su vez había recibido la deuda de los gobiernos anteriores, y no solo no la arregló, sino que armó una trampa de vencimientos muy compleja de enfrentar.

Con ese pecado de origen que no le pertenece, Guzmán fue elegido por Cristina Kirchner, por consejo de Stiglitz, para aplicar una experiencia de laboratorio que intentaría quebrar las reglas del capitalismo tradicional, fijando de manera unilateral desde el Estado las condiciones de todos los negocios. Y con eso, hasta ahora, lo que se logró fue sacar a la Argentina de la cancha, eliminarla por completo del crédito voluntario externo e interno, en un movimiento que dejó al país sin financiamiento en un momento en el que el dinero se presta en el mundo con las tasas más bajas en décadas.

Mientras la Argentina de Alberto y Guzmán viven al día, colocando bonos atados a la inflación o con tasas crecientes, teniendo como clientes únicamente a inversores institucionales, obligados a mantenerse en pesos, el país no puede colocar bonos en el exterior, porque la tasa a vencimiento de los bonos más cortos del país (con vencimiento en 2029) tienen una TIR del 18,7% anual, con un riesgo país de 1.446 puntos. Al tiempo que Paraguay acaba de colocar deuda al 2,7% anual y con Perú marcando un riesgo país de 112 puntos, 12,9 veces más bajo que el riesgo argentino.

Frente a ese encierro, a Guzmán no le quedó otra alternativa que depender de la emisión de pesos y montarse en una sucesión de cepos y cerrojos que evitaran caer en colapsos como muchos de los que tuvo Argentina en el pasado.

En ese contexto, acaban de desarrollarse las primeras cinco semanas financieras del año. Y el Gobierno puede usar todos los canales de información para intentar convencer de que la aceleración de los precios va cediendo. El titular del Indec, Marco Lavagna, hasta ahora dio valores que parecieron convencer a la sociedad, aunque muchos se confunden con el IPC, la inflación núcleo, la variación de los alimentos, y otros indicadores que tienen diferencias enormes.

Pero uno de los canales donde queda en evidencia lo que está pasando es el frente cambiario. Guzmán lo sabe y allí apunta todos los cañones. Si logra que el campo liquide rápido los granos, y si usa esos dólares para frenar el tipo de cambio, logrará llegar a abril, momento en el que se liquida la cosecha nueva. Y a mayo, mes en el que espera lograr un acuerdo aunque sea light con el FMI. Convencido de que frenando al dólar de manera artificial y con un guiño temporal de Fondo se podrá llegar a las elecciones de octubre, y poder hacer nuevos intentos para forzar a que los privados vuelvan en la segunda parte de este gobierno de Alberto.

Por eso, Guzmán está desarrollando la principal de sus batallas actuales en el frente cambiario. Está usando, otra vez, reservas y bonos para frenar a los dólares, intentando convencer a los argentinos de que el dólar se va a mantener quieto, que no es una opción.

Tanto está usando las reservas que desde el 18 de enero a esta parte la tenencia del BCRA cayó en US$ 637 millones (no fue todo pérdida en el mercado cambiario, hubo un pago al FMI y bajó el precio del oro, pero casi la mitad de esa reducción ocurrió para frenar a los dólares libres de Alberto). Y esta pelea cambiaria se juega en dos rounds: un mercado reducido de pequeños ahorristas, el blue, gente que necesita cada vez más pesos para pagar las cuentas y que debe vender dólares para vivir, y un mercado mayorista, veinte veces más grande, donde inversores y empresas salen del peso para dejar dólares en Argentina a través del dólar MEP o directamente para fugarlos a través del contado con liquidación.

Además de entregar reservas para hacer ofertas que apaguen el blue, el Gobierno debe domar el MEP y el CCL, mercados en los que se opera a través de compra venta de bonos, esencialmente los titulos públicos surgidos del canje de principios de setiembre. Y fue tanta la venta de estos papeles que el precio contado se desplomó. El AL30 cotizaba a $6.880a mediados de octubre y el viernes terminó a $5.628. Y al AL29 llegó a valer $7.000 y ahora vale $5.945. Por supuesto, a menor precio contado es mayor la tasa que se promete pagar a vencimiento: así el AL30 pasó de tener una TIR del 16% al 18,2% anual y el AL29 trepó del 15,8% al 18,7%.

El viernes Guzmán gastó una cantidad de bonos extra. Necesita con suma urgencia aplastar a los dólares. El blue no es tanto problema, porque lo arregla con bajo esfuerzo, pero el MEP y el CCL le llevan muchos más fondos, además de asumir una deuda carísima. Pero, a pesar de este gasto de reservas y esta quema de bonos, ¿qué pasó en estas cinco semanas financieras de 2021? El blue bajó 9% de $166 a $151. Pero el MEP trepó de $139,99 a $149,60 y el CCL fue de $140,33 a $150,08, por lo que subieron 6,9% cada uno, o sea: en cinco semanas rindieron lo que pagan los plazos fijos en más de dos meses.

Y la sorpresa que casi ningún analista esperaba es que el dólar global, que venía bajando en el cierre de 2021, acaba de mostrar más subas, a pesar del anuncio de estímulo gigantesco por US$ 1,9 billones de dólares que anunció el flamante presidente de Estados Unidos, Joe Biden. La semana pasada el dólar global, en vez de bajar, subió: trepó 1% contra el franco suizo, 0,7% contra el euro, 0,6% contra el yen, el yuan y el chileno, y sólo estuvo para abajo contra la libra (0,2%) y contra el real (1,6%).

El estímulo de Biden mantuvo de fiesta a la Bolsa de Nueva York y sostuvo al resto de los recintos bursátiles: en la semana el Nasdaq trepó 6% y el Dow Jones 3,9%, y con eso hubo suba del 5,9% en la Bolsa de Madrid, del 4,6% en Frankfurt, del 4,5% en San Pablo, del 4% en Tokio, del 3,7% en Santiago de Chile y del 2,5% en México. La mayor parte de estas bolsas están con precios muy altos, en algunos casos de burbuja, y eso deja boquiabiertos a analistas que vienen anticipando una depuración.

En el caso de la Bolsa de Buenos Aires se juega otro partido. Acá no hay burbuja, hay papeles en el pozo. El índice Merval porteño llegó a cotizar a US$ 1.758 en enero de 2018 y hoy vale US$ 340 dólares. Los papeles privados argentinos acumulan caídas de más del 80%, están regalados. Por eso no sorprendió que la semana pasada se sumaran a la suba general con un aumento del 5,8% en pesos o 7,8% en dólares. Los que siguen sin levantar, porque Guzmán vende sin parar, son los bonos, que tuvieron otra caída semanal del 0,6%, y están en los peores precios de los últimos cien días.

¿Qué pasará a partir de ahora? Guzmán mantendrá una pulseada, aguantando el dólar, esperando al campo, incluso amenazándolo con subir retenciones para apurar a los productores, no respirará hasta el cobro de la cosecha y hasta encontrar algún acuerdo blando con el FMI. Pero los inversores, que no se movieron ni un milímetro con el canje, tampoco volverán a creer ni con el cobro de la cosecha, ni con un acuerdo con el FMI. Y desde ahora hasta las elecciones ni la inflación, ni el dólar serán el problema: la gente sin trabajo, fuera de la burbuja de las paritarias en blanco, será la que marque cómo quedará el nombre de Guzmán en los libros de historia.

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