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La economía global, el Covid-19 y Argentina, sin rumbo definido

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Héctor Rubini 11 enero de 2021

Por Héctor Rubini (*)

A un año del brote en Wuhan (China) del Covid-19, la pandemia ha acumulado en el mundo ya casi 90 millones de personas fallecidas. La tecnología farmacéutica reaccionó a máxima velocidad, y ya se está iniciando la aplicación de vacunas de efectividad y seguridad no totalmente asegurada. Ninguna vacuna puede contar con esos atributos en menos de 3-6 años, pero frente a la tremenda facilidad de contagio, su mortalidad, y la aparición de mutaciones, no se puede desechar ninguna herramienta preventiva ni curativa, aun en etapa de prueba.

La pandemia dejó maltrecha a la economía mundial. Las que reaccionaron de manera más disfuncional e ineficiente, tanto en las etapas iniciales, como en la administración de restricciones a la circulación de personas y a su liberación, muestran los peores indicadores. En términos de actividad, mortalidad por millón de habitantes y presión sobre los sistemas hospitalarios, los impactos negativos son cualitativamente análogos.

En el caso de nuestro país, es probable que algunas cifras para 2021 no sean tan malas como las del año pasado, pero arranca el nuevo año desde un derrumbe de actividad que no se termina de recuperar, y que no será fácil de recuperar en este año.

Las quiebras y despidos no son reversibles en el corto plazo, y lo que para algunos es una “segunda ola” y para otros una continuidad ascendente del impulso inicial de contagios, conducirá a un aumento de contagios y muertes que tornará altamente probable alguna forma de cierres de actividad.

La reacción de los gobiernos ha sido tardía prácticamente en todos los casos. Como lo señalamos hace casi un año atrás, las autoridades chinas, por empezar, anunciaron medidas de control a mediados de enero de 2020 autorizando simultáneamente festivales masivos con banquetes sin medidas preventivas. Pero las autoridades sabían que el brote había tenido origen algunos meses antes y la prioridad inicial fue el encarcelamiento de todo aquel que filtrara información sobre la realidad sanitaria china. Los contagios, igualmente, venían esparciéndose de antes de fin de 2019 y ya en enero de 2020 había casos registrados en varios países asiáticos, Australia, Estados Unidos, Canadá, Francia, México y España.

Las medidas restrictivas a viajes y fletes se generalizaron en todo el mundo, pero de manera descoordinada. En Argentina, la cuarentena inicial comenzó el 20 de marzo, pero desde semanas antes se habían detectado varios infectados. También se sugería desde varios medios la necesidad de controles aeroportuarios, habida cuenta del tráfico casi sin control alguno con Brasil y también con China por el Año Nuevo Chino.

A su vez, el Imperial College de Londres recomendaba declarar una emergencia sanitaria pública internacional, mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) iniciaba una lamentable serie de apariciones públicas minimizando inicialmente el virus y en particular la falta de transparencia del Gobierno chino al respecto.

La aparición de las primeras vacunas (en fase experimental 3 o inferior) ocurre después del hartazgo en el Hemisferio Sur con las restricciones de los gobiernos y del salto de contagios en Europa y Estados Unidos luego de un verano boreal donde la imprudencia fue la regla. Los funcionarios públicos no contribuyeron a dar el ejemplo. Boris Johnson, Jair Bolsonaro y Donald Trump fueron los arquetipos del grotesco en la materia mientras que, en otros países, como el nuestro, notorios funcionarios, incluso a nivel nacional, se expusieron al virus en innumerables reuniones sin distanciamiento ni uso de barbijo. Peor aún, mientras a buena parte de la población se le restringió la movilidad aun en casos de urgencia, se permitió la proliferación de fiestas clandestinas y de marchas y concentraciones callejeras de todo tipo.

Argentina: pasado y futuro

El sepelio de Diego Maradona mostró esa incoherencia oficial al máximo, al igual que la concentración en balnearios de la Costa Atlántica el fin de semana largo del 7 y el 8 de diciembre.

Como lo muestran las propias cifras oficiales, la reversión del inicial descenso de los contagios diarios se inició en la segunda quincena de diciembre. Pero la situación ahora es más complicada para las autoridades si quieren volver a cuarentenas como la del año pasado. Al no haber dado el ejemplo, los funcionarios perdieron credibilidad y también autoridad para volver a limitar la conducta de las personas. Lo peor, es que pareciera que en no pocos sectores se ha perdido el respeto a esta enfermedad de manera irreversible.

La situación en este verano encuentra a las autoridades en un momento de indefinición. El Presidente prometió 3 millones de dosis de la vacuna rusa a ser aplicada en diciembre, meta no lograda y que difícilmente se logre en este año. El sainete en torno de la vacuna de Pfizer preanuncia algún capitulo adicional si se confirman los trascendidos de este fin de semana de una supuesta reanudación de negociaciones con dicha empresa para comprar y traer vacunas. Mientras tanto, no se cuenta todavía con las iniciales dosis de vacunas chinas ni la de Oxford-AstraZeneca. Sin vacuna que sea considerada segura y efectiva por la totalidad de la población, la no saturación del sistema de salud dependerá de las cifras de contagios y muertes de esta semana y la próxima. Si aumenta significativamente, las restricciones a la movilidad de algunas provincias probablemente se generalicen a todo el país, pero, en ese caso, no podrá esperarse otra cosa que la profundización de la dinámica de empobrecimiento y deterioro económico del año pasado. Y difícilmente interrumpa la tendencia ya casi irreversible a la proliferación de reuniones y fiestas clandestinas de todo tipo.

Mientras tanto, la única reacción oficial en materia económica ha sido la de prohibir la exportación de maíz, aumentar las retenciones a las exportaciones de lácteos y dejar al Ministro de Economía y al BCRA limitados a financiar el rojo fiscal. No es claro cómo retomar un sendero de crecimiento sostenido sin recuperar los incentivos a la inversión. El eventual retorno a una cuarentena estricta, y la persistente voracidad tributaria cuando se iniciaría cierta restricción del gasto corriente para sostener empleos y empresas, no hacen más que sostener las expectativas pesimistas para los próximos meses.

Aun si luego del verano se iniciara cierto “aflojamiento” de la demanda por fiesta clandestinas, no se ve por dónde podrá modificarse el actual escenario de empobrecimiento ni la persistente incertidumbre a mediano y corto plazo. Una eventual “solución” sería una rápida y masiva vacunación con productos que despierten menos desconfianza que la que en principio ha generado la vacuna rusa. Junto con protocolos para más liberaciones de actividades, incluso del transporte, podría manejarse una dinámica de contagios controlados y reactivación sostenida.

Pero si en el primer semestre se mantiene este escenario, será difícil esperar un sendero de mayor crecimiento económico y menor inflación inclusive para el resto del año. Sería una de las peores noticias para las autoridades, tanto para negociar con el FMI un acuerdo cumplible de reprogramación de pagos al organismo, como para aspirar a un holgado triunfo en las elecciones legislativas de octubre próximo.

(*) Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

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