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El Gobierno se inclina por posponer los ajustes de precios para 2022

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18 enero de 2021

Tras algunos meses anómalos, con registros bajos (bajo los estándares locales, por cierto), la inflación regresó con todo en diciembre. Con su 4% mensual, recordó que no deben olvidarse de ella y que su relación tóxica con Argentina, algo exótico para los tiempos que corren en América Latina, sigue firme.

El fin de semana siguieron los análisis sobre las causas de la inflación . Aunque las causas van cambiando, ya son un clásico en épocas de aceleración de precios. En el Gobierno, creen que el IPC de 4% de diciembre (con la inflación “núcleo” en 4,9%) es algo excepcional y que responde a factores puntuales, es decir, no debería repetirse en los próximos meses.

Su meta para 2021, tal como consta en el Presupuesto, es de 29%. Su nuevo mantra es “desacoplar” los precios internacionales de las commodities de los locales. Para eso, intentó prohibir las exportaciones de maíz hasta marzo, pero debió retroceder. Hay preocupación por la suba de las commodities. Es un buen dato, también: lluvias mediante, el torrente de agrodólares de la cosecha gruesa será muy importante.

Con la inflación en ascenso y las elecciones cada vez más cerca (habría PASO en agosto), la política de precios será cada vez más intervencionista y los ajustes que se habiliten, dentro del universo de los regulados y/o conversados, será cada vez menor. El objetivo es obvio: darle aire al salario real.

Telecomunicaciones, alimentos y prepagas ya sintieron el rigor y la tensión entre esos sectores y el Gobierno irá en ascenso ya que deberán absorber la suba de costos con limitada capacidad de traslado a consumidores o usuarios. Las demandas salariales de 2021 tendrán más fuerza que en 2020, cuando el objetivo era cuidar los niveles de empleo.

El capítulo que se avecina son las tarifas. Si bien nadie fogonea “tarifazos” en el Gobierno, hay visiones contrapuestas. El ala más dura, sita en el Instituto Patria y con encumbrada presencia en los entes reguladores, quiere congelar los precios durante 2021 mientras que los que miran los números fiscales o dialogan con las empresas son más proclives a realizar algunos ajustes. El Fondo Monetario Internacional (FMI) mira desde Washington con atención.

Los privados

La inflación ingresó lanzada a 2021. “La medición de la inflación anualizada nos permite aseverar que, de repetirse aumentos similares al del último trimestre del 2020 durante todo el año 2021, la inflación núcleo (en la cual no hay injerencia de productos estacionales ni regulados, controlados por el gobierno) alcanzaría un total de 62% mientras que la inflación general tendrá un piso de 54%, un guarismo similar al del año 2019”, dice un reporte de Invecq. Incluso, en el rubro más sensible políticamente: alimentos y bebidas. “La inflación en alimentos (principal preocupación del Gobierno) alcanzó el mayor incremento del año en el último trimestre, con un promedio de 4%, que anualizado alcanza 60%. Los primeros días de enero muestran que esta dinámica continúa en aumento”, agrega Invecq.

“Mientras que la inflación núcleo alcanzo una variación de 39,4%, la de los precios estacionales fue superior al 64% y el incremento de los precios regulados fue de tan solo 14,8%”, agrega Invecq. Con precios relativos desalineados y cajas públicas extenuadas, se espera que se acelere el catch-up. En algunos distritos, ese proceso ya comenzó. “Ajustados por menores ingresos a partir de la caída de la coparticipación, la Ciudad de Buenos Aires ya implementó aumentos en el subte, taxis y peajes que rondarán el 44% en promedio a partir de febrero”, agrega Invecq.

Un capítulo aparte merece el dólar oficial: si sube la inflación mensual, también aumentará la tasa devaluación si el BCRA cumple con su palabra y mantiene el “crawling peg” (esquema en el que la inflación y la devaluación van de la mano), poniendo más presión sobre el IPC. Se logró, sin embargo, reducir los temores de un salto brusco o discreto en el dólar oficial, impuesto por el mercado. Con el supercepo a full, el BCRA está sumando algunas reservas a sus alicaídas arcas y la cosecha gruesa podría generar un puente hasta las elecciones e, incluso, permitir atrasar algo el billete.

“Nuestras estimaciones se mantienen entre 45% y 50% interanual para diciembre próximo, que implica un promedio mensual de 3,4%”, dijeron desde Delphos, en su reporte del viernes pasado. “Para los próximos meses estimamos niveles de inflación en torno a 4%, por aumentos en telefonía, Internet, educación privada, peajes, combustibles, taxis y subtes junto con los efectos de segunda vuelta en alimentos y servicios varios. Subsiste la duda sobre el cronograma del aumento de tarifas de servicios públicos y transporte. Una opción es aplicar ajustes progresivos a lo largo del año minimizando el impacto electoral. Otra posibilidad sería el aplazamiento de la mayor parte de los aumentos post elecciones con el consiguiente impacto fiscal”, agregaron.

Los agregados monetarios también son una fuente de preocupación. “El circulante aumentó $175.000 millones en diciembre, equivalente a 12% del stock previo. En la comparación interanual el circulante fue 65,8% superior a diciembre de 2019, casi 30 puntos porcentuales por encima de la inflación minorista. Otros agregados monetarios, como el M2 privado, cerraron el 2020 con un incremento superior al 80%. Esto fue posible por el aumento de la demanda de dinero durante la pandemia, que diluye en el corto plazo la relación entre cantidad de dinero y precios. Sin embargo, la mayor normalización de la actividad en distintos sectores (industria, construcción, transporte de larga distancia, restaurantes, etcétera) vuelve a conectar la liquidez 'excedente' con rubros que retoman su actividad en un contexto de inercia inflacionaria”, señalaron. Un ejemplo de esto es el sector de textiles y calzado, que en 2020 incrementó sus precios 60% a pesar de una utilización de la capacidad instalada que promedió 37%.

“A esto se suma el impacto local de la suba de los precios internacionales de bienes transables que se consumen localmente, lo que genera presión de costos en la producción de alimentos y tensiones del Gobierno con el sector agropecuario”, agregó Delphos y sugiere que el BCRA podría aumentar algo las tasas en pesos (hoy negativas en términos reales). Aunque también tendría costos cuasifiscales y sobre la actividad económica, “un incremento moderado de las tasas por parte del BCRA permitiría manejar los posibles excedentes de liquidez para contribuir a la moderación de las tensiones inflacionarias en una economía en recuperación”.

El último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA, publicado el pasado 8 de enero, muestra una inflación en ascenso: tras el 4% de diciembre, se espera 4% para enero, 3,7% para febrero, 3,9% para marzo, 3,5% para abril, 3,4% para mayo y 3,3% para junio. Para todo 2021, se espera 49,8%. El promedio de quienes mejor pronostican esta variable indica que la inflación general para 2021 se ubicaría en 46%.

“El mundo no tiene inflación. Para no tener inflación, hay que tener moneda. Y para tener moneda, hay que tener orden fiscal y monetario. Brasil cerró en 2020 con 4,5% de inflación y salvo Uruguay (9,4%) el resto no supera 3%. Argentina es el sexto país con mayor inflación del mundo, sólo superado por Venezuela (+6.500%), Zimbabwe (+623%), Sudán, Líbano y Surinam”, señaló Fernando Marull (FMyA) en su reporte del fin de semana.

“Con la aceleración de los últimos meses, el Gobierno decidió 'suspender ajustes de tarifas y controlar precios'. La semana pasada actualizaron 'Precios Cuidados' (son 2,5% del IPC) casi 5,6% (ahora son 800 productos). En FMyA (y el mercado a través del REM) estimamos que enero seguirá alta (proyectamos 3,4%) porque la carne se estabilizó. Mantenemos una proyección de 50% para 2021. Pero para llegar a las elecciones de octubre, el Gobierno puede posponer todos los ajustes para 2022 y entonces la inflación de 2021 sería menor en vez de 50%”, dice Marull. El Gobierno, parece, ya eligió posponer. ¿Alcanzará para ganar las elecciones?

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