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EE.UU.: nuevo Gobierno, nueva política

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21 enero de 2021

Por Augusto Milano

Empezó otro gobierno en Estados Unidos, y más allá de las medidas que vaya tomando, habrá una dinámica diferente que irá moldeando el futuro del sistema político. Luego del alivio que significó ponerle fin a los excesos de Donald Trump y la tranquilidad que trajeron los primeros mensajes conciliadores de Joe Biden, las tensiones políticas subyacentes reaparecerán, aunque cabe esperar que no agravien a las instituciones como ocurrió en los últimos cuatro años.

Biden necesita sostener su gestión con el apoyo de un Congreso dominado por los demócratas, pero que no constituyen un cuerpo homogéneo, por lo que tendrá el desafío de lograr el acompañamiento del sector moderado del partido, del que él proviene, y del más progresista que cuenta con muchos legisladores.

Revertir la herencia de Trump es un punto de confluencia inicial, pero la unidad en el tiempo se debe sostener con un proyecto. Biden no es un líder político, no es una figura inspiradora como lo fueron otros presidentes demócratas, pero fue el candidato más adecuado para derrotar a Trump y eso no es poco. Por otra parte, puede consolidarse si logra que el Gobierno muestre rápidamente resultados positivos en los dos frentes clave: el sanitario y el económico. Y tiene muchas chances de que así sea, porque en ambos, 2021 será mejor que 2020.

Como siempre ocurre con el que pierde, el desafío es aun mayor para los republicanos que obtuvieron menos votos que los demócratas en siete de las últimas ocho elecciones presidenciales. Sólo George W. Bush ganó el voto popular en 2004. Ese dato, más allá de que el sistema de Colegio Electoral les haya permitido quedarse con la Presidencia en 2000 y en 2016 aún obteniendo menos votos, es un llamado de atención.

Trump obtuvo 74.000.000 de votos, más que cualquier otro candidato en la historia electoral del país, con excepción de Biden. Es un piso muy alto, pero demostró ser insuficiente. En los últimos cuatro años, el Partido Republicano se fue constituyendo en el partido de Trump que lo fue moldeando a su gusto. Eso lo fue convirtiendo en una fuerza aún más radicalizada que exacerbó la ya notable polarización política del país.

En su gestión de gobierno, Trump llevó adelante temas de la tradicional agenda republicana como la reducción de impuestos para las empresas, la desregulación de la economía y nombramientos de jueces conservadores. Pero también tomo decisiones contrarias a la tradición republicana como abandonar las iniciativas multilaterales, confrontar con aliados tradicionales del país y cuestionar el librecomercio.

Para recuperar la mayoría electoral, los republicanos deberán reunir a los sectores tradicionales del partido con los nuevos votantes que aportó Trump en los distritos industriales del país que se sintieron atraídos por su mensaje. El objetivo será dejar atrás a Trump, pero conservar a los trumpistas. Pero fundamentalmente, necesita reconciliarse con las minorías que le siguen dando la espalda, y en una sociedad crecientemente diversa, será imposible ganar elecciones si solo se tiene un apoyo mayoritario entre los hombres blancos.

Es cierto que la radicalización de los republicanos fue previa a la irrupción de Trump y eso explicó su candidatura en 2016 que solo fue posible en el contexto de un partido que se había ido alejando del centro y de las posiciones más moderadas.

En este escenario, encontrar candidatos republicanos que pueden reunir a todas los sectores del partido y correrlo hacia el centro no será sencillo.

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