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La debilidad global del dólar altera el tablero financiero

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Luis Varela 21 diciembre de 2020

Por Luis Varela

Finalmente, trece meses después de que se iniciara en Wuhan, el Covid-19 empieza a tener las primeras vacunas para intentar terminar con la pandemia. Llama la atención que con diferencia de pocos días cinco vacunas diferentes empiecen a aplicarse, como si todas juntas, a la vez, hubieran encontrado la solución. La cercanía del lanzamiento de cada laboratorio hace suponer que en este intento hay mucho de publicitario, mucho de comercial: el que llegue primero se llevará la parte del león del negocio, y el que llegue último quizás no llegue ni a cubrir los costos.

Pero más allá del negocio, hay una razón muy concreta para el apuro por la vacunación. La dura segunda ola del Covid-19 está afectando de manera contundente al hemisferio norte. En trece meses hay en el mundo casi 1,7 millones de muertos. Y en las últimas semanas varios países europeos están sufriendo una gran aceleración de contagios y fallecimientos (sobre todo Bélgica, Italia, Chequia, España, Reino Unido, Bulgaria y Francia) y sus gobiernos están decidiendo volver a fases de cuarentena, lo cual volverá a complicar también las condiciones económicas.

Estados Unidos también sufre la misma condición: con 315.057 fallecidos es el país con más número de muertos, aunque en decesos por millón de habitantes hay cinco países que lo superan: Bélgica, Italia, Perú, Chequia y España. En la Argentina, a pesar de estar en período estival, los números de contagios y muertes crecen: llegan a 41.763, y con eso estamos en el puesto 11 entre 180 países en cantidad de fallecimientos y en octavo lugar en cuanto a muertes por millón de habitantes.

Frente al impacto de la enfermedad unos pocos países ya empezaron a vacunar: China, Rusia, Canadá y el Reino Unido. Y hoy se iniciarán las primeras vacunaciones en Estados Unidos y la Unión Europea. Y lentamente, con el correr de los días, cada vez más países se irán sumando. Algunos con acceso a todas las marcas. Otros como Argentina, por condiciones incomprensibles, podremos vernos limitados, por lo que la incertidumbre aquí es aún mayor.

Para enfrentar el rebrote y los pasos atrás en las salidas de las cuarentenas, los bancos centrales de todas partes siguen emitiendo dinero a más no poder. Buscan sostener los niveles de actividad como sea. Haciendo que la población tenga recursos para consumir. Incluso los que van quedando desocupados. E incluso se van flexibilizando decisiones impensadas hasta hace poco tiempo, con tal de que el virus no se traslada a una crisis financiera que podría tener consecuencias aún más graves.

Por el tamaño y la influencia de su economía, la decisión del banco central de Estados Unidos, la Reserva Federal, es la que está provocando más movimiento en todo el tablero financiero mundial. La Fed decidió otra ola de estímulo, comprando bonos en Wall Street para que no haya una cadena de defaults. Y se autorizó algo que demuestra la gravedad de la situación: los bancos pueden comprar desde hoy sus propias acciones, para sostener sus cotizaciones en la Bolsa de Nueva York.

Por supuesto, la súper emisión de la Fed provocó dos cosas: otra semana con una nueva baja del dólar contra las principales divisas mundiales (franco suizo, euro, yen, yuan y libra) e inmediatamente detrás de eso se produjo un salto en los valores de todos los commodities, que en general son operados en dólares: subieron de manera rotunda en esa moneda, aunque no se movieron tanto en otras. La suba medida en dólares de varias commodities fue tan importante que algunos valores alcanzaron sus mayores cotizaciones de los últimos seis o siete años, y alguno que otro alcanzó récords jamás logrados.

Y al analizar la suba de estos valores conviene dividirlos en dos: por un lado, productos que son usados para consumo o como insumo para algún tipo de producción industrial, y por otra parte, productos elegidos como refugio, ante la posibilidad de que las vacunas no tengan el rápido efecto esperado, que se alarguen las cuarentenas, que se retrasen las aperturas y que en el primer semestre de 2021 pueda haber muchas empresas con problemas muy serios, incluso de cierres y quiebras.

Justamente, la posibilidad de que tengamos por delante dificultades económicas serias hizo saltar a las clásicas posiciones refugio, sobre todo las que están de moda en los últimos tiempos, especialmente entre los millenials. En ese sentido, el valor que rompió todos los techos fue el bitcoin, que acumula en diciembre un salto del 20,5%, cotizando por encima de los US$ 23.000 dólares.

Pero además de las criptos (en todas sus variantes) hay un cúmulo de inversores que temen problemas importantes y, en consecuencia, volvieron a comprar metales preciosos como resguardo. El oro ya había llegado a US$ 2.068 por onza en agosto y luego se desplomó hasta US$ 1.780 a fines de noviembre, pero ahora se encumbró otra vez hasta US$ 1.887, con un aumento del 5,8% en diciembre. Y la onza de plata, que superó los 29 dólares en agosto, se había derretido hasta US$ 22 en noviembre, pero ahora está otra vez arriba de US$ 26, con un salto del 13,9% en lo que va de este mes.

Debajo de los refugios, los valores concretos, que se usan para la economía real, también están anotando subas formidables. El girasol pegó en Rosario un salto del 11% en lo que va de este mes, el níquel sube 9%, el petróleo sube 8,4% (el mayor valor desde enero), el trigo de Rosario se eleva 7,2%, el maíz rosarino crece 6,4%, el cobre gana 5,7% y la soja de Chicago avanza 4,4%. Solo hay dos valores importantes que extrañamente no mejoran como el resto: el aluminio avanza apenas 0,9% en el mes y la soja de Rosario no solo no sube, sino que baja 2,2%.

Por supuesto, toda esta volatilidad es originada por la emisión sin fin de dólares y la tasa cercana al 0% que mantiene la Fed. Pero atención: hay algunos países que empiezan a mostrar índices de inflación crecientes y frente a eso comienzan a estudiar decisiones inminentes de subas de tasas de interés. Eso, obviamente, será una pulseada que se jugará entre actividad, virus y emisión de dinero. Y hay que estar muy atentos para ver quién gana, quién cede primero y, sobre todo, cuándo cambia todo el actual escenario.

Este volátil clima internacional, que altera a las economías centrales, más sólidas, provoca verdaderos cimbronazos en las economías más débiles, entre las que se destaca Argentina. Aquí nos debatimos entre un precio de la soja que es el mayor desde mediados de 2014, lo cual nos permitirá un ingreso mayor por exportación de granos y derivados. Aunque eso compite con la sequía y con el acceso al crédito vedado casi por completo.

Así, mientras la gente que todavía tiene empleo empieza a calcular cuánto dinero le sobrará del cobro del aguinaldo, la “pax cambiaria” que se vive desde hace un mes y medio (con el dólar blue bajando de $195 a $146) se acaba de alterar. Mientras el dólar bajó en el mundo contra todo, en la argentina el dólar oficial subió en la semana 0,5% (en un crawling peg que se va acelerando), el contado con liquidación quedó planchado sin cambios, pero el blue subió 1,4% y el dólar MEP saltó 1,8%.

La inquietud más grande de la semana tiene que ver con la inflación. Estudios privados calculan que en lo que va del mes los precios ya subieron 4,5%. Y en consecuencia, el presidente Fernández se hizo presente en la reunión de gabinete y le pidió a todo su equipo de gobierno que trabajen especialmente, con los intendentes del Gran Buenos Aires, para que se vigilen los supermercados, realizando inspecciones y aplicando multas y suspensiones a quién se exceda, sin importar si los negocios tengan buen o mal resultado, si puedan cerrar, o lo que sea.

Frente a eso, los centros de estudios económicos abandonaron la estimación de inflación del 50% para el año 2021. Mientras tanto, el Banco Central mantiene las tasas de los plazos fijos en el 37%, negativas contra los precios. Todos esperan que se anuncien tasas más altas, pero por ahora la decisión no fue tomada.

La situación argentina es tan compleja y con resultados finales tan desconocidos que la semana pasada hubo una reacción completamente diferente entre lo que sucedió con los títulos públicos y los papeles privados. Amparados en los precios de los granos, algunos piensan que los bonos argentinos ya tienen precio de default, y la soja les puede permitir un rebote de vuelo probablemente corto, mientras que como el gobierno presiona con más impuestos, las acciones argentinas volvieron a sumergirse.

De hecho, la semana pasada los bonos argentinos subieron 3,3% y ese aumento permitió que el riesgo país retrocediera de 1.394 a 1.365 puntos básicos.

Pero las bolsas mundiales muestran otra cosa. En general siempre se esperan rallys alcistas en las navidades. Sin considerar que este es un año especial por el Covid, los que quieren seguir dándole máquina a las acciones repiten que de 1950 a esta parte, en 55 de los 70 años transcurridos hubo subas en la Bolsa de Nueva York. Y repiten: la Fed está poniendo dinero en los bolsillos de los consumidores para que no dejen caer la economía, y eso permitirá otro año con subas.

Sin embargo, la semana pasada hubo un resultado muy disímil. La Bolsa de San Pablo fue la mejor de todas, con una suba del 3,8%. Frankfurt pudo avanzar 2,5%. El Nasdaq de Nueva York, con las empresas anunciando un invento y fusiones o adquisiciones cada 10 minutos, logró una mejora semanal del 2,3%. En tanto que las bolsas de México y Santiago de Chile (a pesar de la suba de las commodities) tuvieron un alza de sólo 0,5% cada una. Tokio no se movió. El Dow Jones de papeles industriales cedió 0,1%. La Bolsa de Madrid cayó 3,4%. Y en lo peor de todo el espectro, la Bolsa de Buenos Aires mostró una caída del 4% medida en dólares y un derrumbe del 4,4% medida en pesos.

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